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20 de abril de 2024

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Ciencia

El cerebro de los astronautas sufre cambios si pasa más de dos semanas en el espacio

La expansión de los ventrículos o cavidades se produce como resultado de los cambios gravitatorios

El cerebro humano no está lo suficientemente adaptado a los viajes al espacio por la consiguiente falta de gravedad que conllevan, razón por la que puede desarrollar ventrículos o cavidades que se agravan cuanto más tiempo pase en ese entorno.
Un nuevo estudio coordinado por la Universidad de Florida (EE.UU.) y publicado por Science Reports sugiere, tras analizar escáneres cerebrales de 30 astronautas antes y después de sus respectivas misiones, que tres años entre un vuelo espacial y otro puede no ser tiempo suficiente para que los ventrículos recuperen su capacidad compensatoria y acomoden con ello el aumento de líquido intracraneal resultante de estas alteraciones. Los escáneres analizados procedían de personas cuyas estancias habían durados dos semanas, seis meses o un año.
Los ventrículos son cavidades del cerebro llenas de líquido cefalorraquídeo, las cuales proporcionan protección, nutrición y eliminación de residuos en ese órgano. Aunque el cuerpo humano tiene mecanismos para distribuir eficazmente los fluidos por todas partes, éstos se desplazan hacia arriba cuando no hay gravedad, empujando el cerebro contra el cráneo y provocando la expansión de los ventrículos, que van aumentando de tamaño cuanto más tiempo pasan en esas condiciones gravitatorias. La expansión ventricular es, según estudios publicados, el cambio más duradero observado en el cerebro como consecuencia de un vuelo espacial.
«Muchos astronautas viajan al espacio más de una vez y nuestro estudio demuestra que los ventrículos tardan unos tres años entre vuelo y vuelo en recuperarse por completo», destacó la coordinadora del estudio, Rachael Seidler, de la citada universidad, en declaraciones recogidas por Efe.
La investigadora remarca que aún no se sabe con seguridad cuáles son las consecuencias a largo plazo en la salud y el comportamiento de los viajeros espaciales, por lo que consideró que «que dar tiempo al cerebro para recuperarse parece una buena idea».
De los 30 astronautas estudiados, ocho viajaron en misiones de dos semanas, 18 de seis meses y cuatro de aproximadamente un año, lo que permitió ver que el agrandamiento ventricular disminuyó a los seis meses. Durante las dos primeras semanas, por el contrario, no se observó «ningún cambio medible», mientras que el mayor salto se produjo en el interín de quince días a seis meses.
Seidler destaca que el hecho de que los viajes cortos no impliquen alteraciones fisiológicas visibles es esperanzador para el turismo espacial.
Además, también resultó positivo para el equipo comprobar que los cambios «no aumentan exponencialmente, teniendo en cuenta que, con el tiempo, habrá gente en el espacio durante periodos más largos». Eso sí: aunque la expansión de los ventrículos se estabiliza después de unos seis meses en el espacio, los investigadores aún no han podido estudiar a los astronautas que han estado en el espacio mucho más de un año.
Los resultados de este estudio, comentó Seidler, podrían influir en la futura toma de decisiones sobre los viajes de las tripulaciones y la planificación de las misiones.

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