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28 de marzo de 2024

Julia Otero, en su regreso a la primera cadena

Julia Otero, en su regreso a la primera cadenaLa 1

La semana de la tele

Uri Geller, Julia Otero y las asombrosas audiencias del ayer

El masivo seguimiento que tuvo el doblador de cucharas en 1975 y el millón raspado que logró la periodista el martes son un indicador de cómo la tele ha ido perdiendo su estatus

Ha sido la semana de la vuelta de Julia Otero a la antaño llamada caja tonta, con un programa que apela a la nostalgia, un homenaje a la tele desde la tele, un agitador de memorias. El DeLorean de la periodista gallega viajó hasta el 6 de septiembre de 1975, dos meses y pico antes de la muerte de Franco: aquella noche, Uri Geller hizo historia en el Directísimo de Íñigo con una cuchara. Otero se anotó un tanto al mostrar el mismísimo cubierto que dobló entonces el israelí. La expectación creada y el alto coste del programa, ambos elevados, contrastaron con el resultado de audiencia: fueron solo 1.095.000 las personas que siguieron Días de tele. ¿Cuántas personas siguieron en 1975 el espectáculo al que el nuevo espacio de La 1 dedicó el primer tramo del programa? El número les asombrará.
Antes de responder a esa pregunta, viajemos hasta 1975. España contaba entonces con solo dos canales, ambos públicos. La tele era la reina indiscutible del salón. Pero su influjo iba mucho más allá de esas cuatro paredes. Proporcionaba la inmensa mayoría de los temas de conversación. Tenías que verla para estar en el ajo, para saber de qué hablar en la oficina o en el patio de clase al día siguiente. Y lo hacías por aburrido que fuese lo que echasen: «Qué truño echaron anoche en la primera cadena», era un comentario de lo más común, pero el que te lo decía había aguantado hasta el final de la emisión, hasta el himno –como tú habías hecho también–, porque era consciente de que eso, lo que echasen en la tele, fuese lo que fuese, iba ser el tema de moda en las horas venideras e incluso –en casos como el de Geller– en los días siguientes. La tele era entonces –decíamos– la reina del salón, sin la competencia de las consolas y los teléfonos móviles, y era además la reina de las conversaciones. O la veías o estabas fuera de la mayoría de ellas. Y, claro, a nadie le apetece ser asocial. En consecuencia, sus audiencias eran extraordinarias.
No había medidor de audiencias entonces (comenzó en 1992) pero de aquella intervención de Uri Geller se ha llegado a escribir que fue seguida por 34 millones de españoles. Dado que España contaba entonces con 35,7 millones de habitantes, es evidente que esta cifra es una exageración. Otras fuentes periodísticas rebajan la audiencia hasta los 20 millones, y esta cantidad sí parece ciertamente probable. 20 millones frente al millón de Julia Otero, así han cambiado los tiempos.
Recuerdo hacer escuchado decir al legendario Andrés Aberasturi que, en aquellos años de monopolio público de la tele, su telediario de fin de semana, aquel que presentaba en muchas ocasiones de pie o sentado encima de la mesa, tenía audiencias de doce millones de personas. Doce. Un telediario.
Para hacernos una idea, estas han sido algunas de las grandes audiencias de la televisión en España en los últimos años: 9 millones, la final del primer Gran Hermano (70,8 % de cuota de pantalla; 12,8 millones, la final del primer Operación Triunfo (68 %); 16,6 millones y 90,3 % de share, la prórroga del gol de Iniesta.
Pero el problema del nuevo y flamante programa de Julia Otero no es que palidezca ante los grandes espacios del pasado. Además, sería injusto comparecer las audiencias del ayer con las de hoy, porque son tiempos bien distintos. El problema del nuevo y flamante programa de Julia Otero es que, este viernes, El Desafío obtuvo en la misma franja horaria 2.174.000 espectadores y un 18,2 % de share
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