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25 de abril de 2024

Léa Seydoux, protagonista de la película Una bonita mañana

Léa Seydoux, protagonista de la película Una bonita mañanaElastica Films

Crítica de cine

'Una bonita mañana': la vida en la bella mirada triste de Léa Seydoux

Mia Hansen-Løve dirige este hermoso canto a la ilusión por la vida

Una bonita mañana proviene de un lugar que no se va a desvelar para no estropear nada, aunque tampoco pasaría demasiado si se dijera. No pasaría nada porque en Una bonita mañana no pasa nada, salvo todo. Son los días, la vida misma como si se paseara por la calle, se viajase en Metro, se fuese a recoger a los niños al colegio... y luego está, con todo su peso, todo lo que no se ve discurrir bajo el sol, bajo el frío o bajo la lluvia, pero discurre.
Están las estaciones de la vida. El verano y su fin, el otoño, el invierno y vuelta a empezar. Tampoco se va a decir la primavera como el dulce que se reserva el niño para el final. El verano y su fin como la muerte. La muerte ya presente en los ojos franceses de la protagonista absoluta, de Léa Seydoux, enfocada por todas partes. Sin remilgos, ni disfraces, el espectador vuela sobre esa figura como Atreyu sobre Fújur. Es una mujer común, una madre, una joven viuda de una belleza esplendorosa en su normalidad que no parece tanto hasta que la cámara se acerca y escudriña insolente todos los recovecos del alma pintados en su hermoso rostro natural, imperfecto y anguloso.
La vida sin más en el amor posible e imposible. El enamoramiento y el sexo olvidado, delicado y también sutilmente expresado en la necesidad imperiosa. Es el amor que va naciendo despacio hasta que explota, se mantiene, titubea y después vuelve, flota, sin saber bien dónde está. Es también el amor y la pena por un padre que pierde sus facultades, el sentido de su vida, pero no su bondad natural, su carácter, y que a pesar de la degeneración física y cognitiva encuentra la luz.
Un destello en el sereno y repentino análisis íntimo (que se escucha como de ultratumba) de su situación en un gran momento de lucidez que es un canto a la ilusión por la vida que es Una bonita mañana: esa es la primavera que faltaba. Pocas veces se ha visto llorar en una pantalla como llora Léa Seydoux, y también pocas veces se ha visto reír como ríe Léa Seydoux: el llanto y la alegría occidentales. Y no pasa nada más que la vida con la muerte al final, la familia, los miedos, la pena, la alegría, la pasión, las dudas, las contradicciones, las incertidumbres. La vida que pasa por delante, suave y dura.
Salir de casa. Entrar en ella. Trabajar. Visitar al padre. Hablar con la madre vital, con la hermana. La Navidad. El buen tiempo. El mal tiempo. Caminar. Viajar. Pasar un fin de semana en el campo. Vivir sin más como puede vivir, como vive, de uno u otro modo la gente. Los libros y la vida, la que acaba y la que empieza y la que sigue. Todos los momentos de la vida como un listado de bellas imágenes cotidianas que termina como empieza, en el verano, pero esta vez en el verano principiante, en la ascensión de una pequeña posible familia, una nueva vida o no (porque la vida continúa después de la película sencillísima y encantadora, que deja una bonita sensación de esperanza, como su mañana), hasta lo alto del Sagrado Corazón.
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