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19 de abril de 2024

Wim Wenders opta a su segunda Palma de Oro en Cannes con Perfect Days

Wim Wenders opta a su segunda Palma de Oro en Cannes con Perfect DaysEFE

Festival de Cannes  ¿Ganará Wim Wenders la Palma de Oro?

Con la extraordinaria Perfect Days, el director alemán opta a su segundo triunfo en Cannes

Con un filme como Perfect Days, que podría significar la segunda Palma de Oro para su director, el cineasta alemán Wim Wenders, después de la que tuvo en 1984 por Paris, Texas, se va ya delineando el tablero de los premios finales del 76º Festival de Cannes, cuando faltan solo dos películas de gran calibre por visionar.
Su compañera de jornada, L’été dernier de la francesa Catherine Breillat, una variación del personaje de la tragedia clásica de Séneca, Fedra, pero inspirado más bien en un exitoso filme danés de 2019, Dronningen (Reina de corazones) de May El-Toukhy, aunque cuente con una muy buena interpretación de la actriz Léa Drucker, tiene pocas esperanzas de aparecer en dicho tablero.
Días perfectos son los que en su mínima expresión vive un humilde limpiador de baños públicos, Hirayama, un hombre de pocas palabras que sonríe cada mañana, sea al sol sea a la lluvia, antes de una tarea siempre igual de recorrer un idéntico viaje por plazas y calles de Tokio para limpiar lo que los demás humanos ensucian.
Todo se repite en la vida de este hombre, cuya máxima tragedia es la ruptura de su cotidianidad que le significa la llegada inesperada de una sobrina, y que está hecha de la música que escucha en su camioneta y los libros que lee antes de dormirse, del emparedado que consume a mediodía a la sombra de árboles que le hacen compañía y a los que fotografía una y otra vez, de la frugal cena, siempre la misma, que le ofrece, sin siquiera ordenarla, el mismo cocinero con una gran reverencia.
¿Qué es la felicidad si no la aspiración de que nada cambie, como dice la patrona del bar donde no todos los días Hirayama se bebe una cerveza o una gaseosa?
Wim Wenders nos pasea por esa Tokio que aprendió a amar con los filmes de Yasujiro Ozu y con esa cultura japonesa a la que dedicó sendos documentales, como Tokyo-ga, de 1985, y Cuaderno de notas sobre vestimentas y ciudades, de 1989, que se cuentan entre lo mejor de su extensa obra, que tiene ya 85 títulos en casi 78 años de vida (los cumplirá el 14 de agosto) y 56 de carrera.
No sabemos nada de la existencia de Hirayama salvo que se ha entregado devotamente, por una ignota tragedia desconocida, a la más humilde y denigrante tarea de ocultar a los ojos y el olfato de la gente el máximo tabú de la civilización occidental: el de las eyecciones humanas.
En su vida apacible, siempre afrontada con una sonrisa, se introducen pocos elementos perturbadores, como la llegada de la mencionada sobrina y el encuentro con su hermana y su negativa de volver a la familia para ver por última vez a su padre agonizante.
Esa apacible burbuja en la que vive se ve resquebrajada solo de noche, cuando en el vacío de sus sueños se insinúan sombras, reflejos, recuerdos abstractos e inanimados, cortesía de su quinta esposa. Donata, con la que el director ha encontrado sosiego emocional desde 1993.
Con la vagante cámara de Franz Lustig, Wenders logra el milagro de introducirnos en una vida sin acontecimientos, pero de la que comprendemos y respetamos todo, y el personaje de Hirayama seguirá en nosotros, tal vez para siempre, mucho después de acabadas las dos horas que dura esta película de la que no nos saciaremos nunca.
El protagonista, capaz de revelarnos casi sin palabras toda la profundidad de la psicología de su personaje, es Koji Yakusho, a sus 67 años veterano de un centenar de películas, a quien no debería escapársele la Palma de Oro a la mejor actuación masculina.
Cabe recordar que en este año de felicidad creativa, Wenders ya había presentado fuera de concurso aquí en Cannes Anselm, un soberbio documental en 3D sobre el artista plástico alemán Anselm Kieffer, que confirma la tendencia del director, que desde 1999 se estaba haciendo exclusiva, de dedicarse al género documental.
Catherine Breillat es una directora cercana a cumplir 75 años que empezó su larga carrera escribiendo guiones para Liliana Cavani, Maurice Pialat, Marco Bellocchio y otros.
El verano pasado es su undécimo largometraje de ficción que pone fin a un silencio narrativo de diez años en los que predomina, como es natural, la mirada femenina sobre la sociedad actual.
Esta Fedra de su nuevo filme, con una espléndida Léa Drucker, es una jueza de menores que está felizmente casada con un industrial de alto bordo, con quien ha adoptado un par de mellizas japonesas.
En su vida apacible y ordenada aparece el hijo del primer matrimonio de su esposo, encarnado por un debutante de 18 años, Samuel Kircher, de más que promisorio futuro, rebelde y manipulador, del que se enamora perdidamente.
Descubierta como Fedra, niega la relación, pero esto no acarrea la muerte del nuevo Hipólito ni su propio suicidio, sino que este retorna para seguir enredándola en su trama, esta vez con el consentimiento tácito de su marido.
Bien armado y dialogado por la directora y su colaboradora Maren Louise Käehne, el filme es un vehículo para grandes actores (el nuevo Teseo es el veterano Olivier Rabourdin), y espléndidamente fotografiado por la mejor iluminadora del cine francés, Jeanne Lapoirie, pero algunas risas durante momentos culminantes de la película hacen prever un desapego del futuro espectador.
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