
Haing S. Ngor ganó el Oscar al mejor actor de reparto por Los gritos del silencio
Cine
El actor que fue asesinado después de ganar el Oscar
El médico Haing S. Ngor, sin experiencia previa en la actuación, recogió el Oscar al mejor actor de reparto en 1985 por Los gritos del silencio. Años después sería asesinado a las puertas de su casa
La historia de Haing S. Ngor es tan sorprendente que parece sacada de una película... y, en cierto modo, lo fue. Este médico camboyano, especializado en ginecología, pasó de sobrevivir a uno de los genocidios más brutales del siglo XX a ganar un Oscar con su primera actuación en el cine. Su vida, marcada por tragedias inimaginables, terminó siendo un ejemplo de resistencia, lucha y casualidades increíbles.
Ngor era médico en Phnom Penh, la capital de Camboya, cuando los Jemeres Rojos tomaron el poder en 1975. El régimen de Pol Pot decidió eliminar a cualquiera que pareciera «demasiado educado» (porque, claro, el conocimiento era peligroso), así que el activista tuvo que ocultar que era médico para evitar que lo ejecutaran. No fue fácil. Durante ese tiempo perdió a su esposa, quien murió en el parto porque él no podía buscar ayuda ni usar sus conocimientos médicos sin ser descubierto. Años después, en 1979, consiguió escapar. Pasó por campos de refugiados y, finalmente, terminó en Los Ángeles, tratando de rehacer su vida como tantos otros que habían sobrevivido al horror. Y aquí es donde su historia da un giro que nadie esperaba: mientras vivía su vida tranquila, alguien lo descubrió para interpretar un papel en el cine. ¿Y qué papel? El de Dith Pran, un periodista camboyano que sobrevivió al genocidio, en la película Los gritos del silencio (The Killing Fields).
Nunca había actuado antes, pero no lo necesitaba: su vida ya lo había llevado al límite de lo imaginable. Su interpretación en Los gritos del silencio fue tan poderosa y genuina que en 1985 se convirtió en el ganador del Oscar al mejor actor de reparto. Un médico refugiado sin experiencia en la pantalla subió al escenario más prestigioso de Hollywood y se llevó la estatuilla. Sin embargo, Ngor no buscó construir una carrera en el cine. En lugar de ello, aprovechó su fama para denunciar las atrocidades del genocidio camboyano y trabajar en apoyo de las comunidades de refugiados, asegurándose de que el mundo no olvidara lo ocurrido en su país natal. También plasmó su historia en un libro que captura, con desgarradora honestidad, los horrores que vivió.
Tras el éxito de la película, Ngor declaró: «Si muero ahora, no importa. Esta película vivirá por cien años». Estas palabras reflejan su convicción de que su trabajo en el filme iba más allá de cualquier reconocimiento personal, siendo un testimonio duradero de las tragedias que marcaron su vida. El actor también habló abiertamente sobre las duras condiciones de los campos de trabajo forzado bajo los Jemeres Rojos. «Sobreviví gracias a mis conocimientos médicos. Comí escorpiones y termitas para seguir adelante», reveló en una ocasión, mostrando no solo las terribles circunstancias a las que se enfrentó, sino también la fuerza de voluntad que lo mantuvo vivo. Su vida, tanto en el sufrimiento como en la superación, es un ejemplo de resiliencia y humanidad.
Pero, lamentablemente, en 1996, a la edad de 55 años, Haing S. Ngor fue asesinado a tiros frente a su casa en Los Ángeles. Según la versión oficial, tres adolescentes intentaron robarlo, y lo que comenzó como un asalto terminó en su muerte. Sin embargo, los detalles del caso levantaron muchas dudas y dieron lugar a teorías inquietantes. A pesar de ser un supuesto robo, los adolescentes no se llevaron su coche, un Mercedes, ni los 3.700 dólares en efectivo que llevaba consigo. Este hecho resultaba extraño para un crimen de esta naturaleza.
Los tres sospechosos fueron arrestados, juzgados y condenados, pero la versión de un «robo fallido» nunca terminó de convencer a muchos, especialmente dentro de la comunidad camboyana en Estados Unidos. Ngor había sido una voz importante y valiente contra el régimen de los Jemeres Rojos, denunciando sus crímenes en entrevistas, discursos y su propio libro. Esto llevó a algunos a creer que su asesinato podría haber tenido motivaciones políticas, con la posible participación de antiguos miembros del régimen que aún guardaban rencor por sus constantes denuncias. Aunque nunca se encontraron pruebas concluyentes que confirmaran esta teoría, la sospecha de que fuerzas más oscuras pudieran estar detrás de su muerte sigue presente.