
Fotograma de O último azul, de Gabriel Mascaro
Cine
'O último azul', la propuesta brasileña para conquistar el festival de Berlín
Se impone a los otros dos competidores del día por la calidad de la interpretación de dos veteranas actrices
Un entrañable filme brasileño, O último azul de Gabriel Mascaro, fue el protagonista único de la cuarta jornada del 75º Festival Internacional de Cine de Berlín, imponiéndose a los otros dos competidores del día por la calidad de la interpretación de dos veteranas actrices, un tema de gran actualidad como el de la tercera edad, cada vez más marginada en la sociedad moderna, y una espléndida fotografía que más que puramente turística es un verdadero canto a la naturaleza.
Lo mismo no puede decirse del hierático La tour de glace de la francesa Lucile Hadzihalilovic y mucho menos del belga Reflet dans un diamant mort de la pareja Hélène Cattet y Bruno Forzani, un desordenado y pueril homenaje al mundo de las historietas.
Ver O ultimo azul en Berlín nos hace recordar Central do Brasil, premiado aquí mismo hace 27 años con el Oso de Oro al mejor filme, no solo por haber hecho descubrir al mundo el temprano talento de un gran cineasta como Walter Salles, sino también por haber lanzado a una merecedora carrera de protagonista a una casi entonces desconocida Fernanda Montenegro.
Aquí también, si bien Mascaro no es propiamente un principiante pues tiene 41 años y 17 de carrera con 11 películas en su haber y diversos premios en varios festivales importantes como Venecia y Locarno, O ultimo azul puede darle un gran espaldarazo a su carrera, al igual que a la veterana Denise Weinberg, 69 años y 44 filmes a sus espaldas, en su mayoría en papeles secundarios más o menos importantes.
Su personaje, Tereza, tiene 77 años, sobrevive con una magra pensión y un trabajo de limpieza en un matadero de caimanes pero cae atrapada en un plan gubernamental que, bajo la excusa de cuidar a los ancianos, en realidad los excluye de la sociedad, internándolos en geriátricos alejados de sus domicilios de los que muy pocos sobreviven.
Para escapar a este destino obligatorio, impuesto a veces con la complicidad de sus familiares que por ello reciben un subsidio de las autoridades, Tereza se embarca en un accidentado viaje que la lleve lejos de la mirada avizora y despiadada de las computadoras, descubriendo una humanidad que vive al margen de la sociedad pero gozando de la libertad de los excluídos.
Si bien aún no existe en el mundo un régimen que se ocupe de eliminar a los mayores de esta manera casi indolorosa, no parece muy lejano el día en que eso ocurra, lo cual le da a la película una impresionante carga de dolorosa actualidad.
Pero este no es el único valor de esta excelente película, que no debería dejar de figurar en los premios finales, ya que Mascaro y su coguionista Tibério Azul, han creado situaciones y personajes tan insólitos como originales que el espectador va descubriendo de sorpresa en sorpresa, empezando con otra excelente veterana, la cubana Miriam Socarras, que enseña a Tereza el valor de la libertad, y siguiendo con la música de Memo Guerra y una movediza cámara de Guillermo Garza que rechaza lo turístico para ahondar en los paisajes casi salvajes de ríos, montes y selvas que son un verdadero homenaje a la Madre Naturaleza.
La francesa Lucile Hadzihalilovic, que en 1996 había deslumbrado con su ópera prima La bouche de Jean-Pierre ha proseguido desde entonces una pausada y honesta carrera que ha desembocado en este La tour de glace donde se cuenta de una huerfanita que cree encontrar una segunda madre en una célebre cuanto egocéntrica actriz que está encarnando a la Reina de las Nieves en una película que se rueda cerca de su casa.
Pero igual que el personaje de la célebre fábula, que con sus besos congelaba el corazón de los niños a los que decía amar, la diva le promete tenerla consigo para luego abandonarla sin ningún remordimiento.
La debutante Clara Pacini logra estar a la altura de una Marion Cotillard, muy concentrada en su papel de la hierática reina de las nieves, pero la directora ha preferido desvelar el mundo ficticio de una producción cinematográfica con una narración congelada y monótona en el que si los personajes se hubiesen movido normalmente como en la vida real, la película hubiera podido durar 20 minutos menos de los 118 que ha tenido que sorberse el espectador.
Ni que hablar de Reflejos en un diamante muerto que ha marcado hasta ahora el punto más bajo en el que ha caído este año el concurso de la 75ª Berlinale. Cattet y Forzano forman una pareja estable de directores-guionistas que se han dedicado con alterno éxito a la exploración del cine de género y este es un declarado homenaje a la historieta cinematográfica, repleto de superhéroes enmascarados, efectos, puñetazos, balaceras, autos incendiados y donde se desplaza el otrora famoso Fabio Testi, de inseguro andar, y sin ninguna idea de lo que está haciendo.