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24 de abril de 2024

El escritor Elios Mendieta es el autor del libro 'Sorrentino', sobre el cineasta italiano

El escritor Elios Mendieta es el autor del libro 'Sorrentino', sobre el cineasta italiano

Elios Mendieta: «Los personajes de Sorrentino tratan de recuperar una 'memoria herida'»

El libro Paolo Sorrentino explora el cine y la propuesta estética y trascendente de uno de los cineastas fundamentales de nuestro tiempo, heredero de Fellini y clave en el diálogo abierto con la cultura contemporánea

El último título de Paolo Sorrentino estrenado hasta el momento, Fue la mano de Dios, es quizás su película más íntima, aquella en la que nos invita a bucear –una vez más, pero con más profundidad que nunca– en sus dolores, defectos y criterios estéticos. El director napolitano es uno de los cineastas más interesantes del panorama contemporáneo y también uno de los directores que más admiración despiertan entre el público con cada una de sus propuestas.
El cine de Sorrentino está repleto de imágenes y secuencias de extraordinaria potencia estética que no se quedan en la mera belleza, sino que dialogan con otras manifestaciones artísticas y campos del saber, estableciendo, al mismo tiempo, una continua reflexión sobre los temas de actualidad, sin dejar de repensar el pasado y cómo este afecta al devenir de sus personajes. Sobre todo ello ha estudiado, reflexionado y escrito Elios Mendieta: este doctor en Estudios Literarios analiza en Paolo Sorrentino (editorial Cátedra) un estudio pormenorizado de toda su filmografía, introduciendo el bisturí en sus imágenes para analizar los rasgos que conforman su estilo y su particular universo creativo.
–¿Cuál es la gran aportación de Paolo Sorrentino al cine contemporáneo?
–Considero que Paolo Sorrentino ofrece una mirada original y un planteamiento cinematográfico novedoso, basado en un estudio medido de temáticas como la identidad, la memoria o el paso del tiempo sin renunciar a alcanzar una inusitada potencia estética en sus imágenes. Sus trabajos son mucho más que una mera plasmación estética de lo narrado, lo que no significa que la belleza no sea un componente necesario a la hora de meter el bisturí en sus obras. Además, y aunque no renuncia a mirar el pretérito, ofrece un prisma de la realidad que le ha tocado vivir y del presente, como muestran sus películas sobre figuras políticas italianas contemporáneas o sus series sobre el Vaticano. Sin duda, es un creador singular, un autor que reflexiona sobre los desafíos de su tiempo y que no renuncia a un abordaje singular en su modo de hacer cine.
El director de cine Paolo Sorrentino

El director de cine Paolo SorrentinoGtres Online

–Para entender a Sorrentino, ¿es más importante conocer su vida y sus inspiraciones, o basta con ver su cine?
–Hay mucho del «yo» sorrentiniano en toda su obra, por lo que estudiar la obra cinematográfica del napolitano es una manera de comprender su vida y de acercarse a ella. Basta pensar en su último trabajo, Fue la mano de Dios, donde relata el traumático episodio en que perdió a sus padres en un accidente por una mala combustión, todo ello trufado de recuerdos de adolescencia. Sin embargo, la ficción es realmente imprescindible en su cine. Por momentos, se podría hablar de autoficción, nunca de autobiografía. Él lo expresa perfectamente con una frase que es todo un eslogan de su proceder artístico: «Entre la realidad y la belleza, elijo la belleza». Su cine muestra que, en efecto, esta sentencia es una máxima de su idiosincrasia creativa.
–¿Cuáles son sus fuentes de inspiración, quiénes han marcado su carrera?
–Son infinitas. Trato de profundizar en las más importantes en el libro, ya que proceden de diferentes disciplinas artísticas y campos del saber. Federico Fellini suele ser el más citado, pero es imposible desdeñar a otros cineastas como Michelangelo Antonioni, Martin Scorsese o Wim Wenders; escritores como Ennio Flaiano o Thomas Mann; o pintores como Edward Hopper, Renatto Guttuso o Lo Spagnoletto. Es una de las marcas de su cine, y otras de las señas de la singularidad de su obra: el constante diálogo que mantiene con sus maestros, a los que rinde tributo en su cine y, a los que en cierto modo, actualiza desde el séptimo arte.
–¿Cree que Paolo Sorrentino es un hijo adoptivo de Fellini?
–Sin duda. Él lo ha reconocido siempre, y es algo que ya se ve desde sus primeros cortometrajes. Cuando gana el Oscar por La gran belleza, reconoce al de Rímini como una de sus fuentes de inspiración. Hay numerosos aspectos fellinianos en sus películas, desde la transfiguración de la realidad hasta el empleo del grotesco, por citar tan solo dos ejemplos.
Un fotograma de la película 'La gran belleza', de Paolo Sorrentino

Un fotograma de la película 'La gran belleza', de Paolo Sorrentino

–¿De qué forma cree que el fallecimiento de sus padres marcó su vida?
–De una forma absoluta, como imagino que debe ocurrir a cualquier ser humano que pierda a sus padres en edad tan temprana. Los sujetos del cine de Sorrentino, normalmente, padecen una suerte de orfandad, ya sea porque sus padres fallecieron o porque no tienen relación paterno-filial. En Fue la mano de Dios llega a una bonita conclusión, y es que solo el cine «le salva» de este gigantesco palo que le llevaba a una grave deriva existencial, como si el séptimo arte actuase como motor para salir adelante. Es el componente salvífico del arte, por decirlo con Nietzsche.
–Él confiesa que lleva 35 años explorando sus «dolores íntimos» sin haber experimentado ningún progreso. Sin embargo, ¿cree que se aprecia un progreso «vital» en lo que plasma en su cine?
–Creo que la realización de esta última película supone quitarse una gran espina, una manera de empezar a superar ese dolor y esa orfandad. En el libro explico que sus personajes de ficción siempre tratan de superar una «memoria herida» –en términos de Ricoeur–, pero no todos lo consiguen. El mejor caso para ver esto es Youth: un personaje fracasa y el otro vuelve a subirse a los escenarios. Aquí, esa teoría puede trasladarse al propio Sorrentino: existe cierta redención en mostrar al mundo su propio dolor, una manera de empezar a sanar esos dolores íntimos.
–En su libro sostiene que en sus películas explora tres temas fundamentales: la crisis del sujeto contemporáneo, la relevancia de la memoria y el paso del tiempo y la reflexión sobre los designios del acto creativo. ¿Qué significa que el sujeto está en crisis?
–Se diría que los sujetos centrales de sus películas padecen una clara ausencia de estímulos para salir adelante, y esto les lleva a una crisis. Una crisis que, por otra parte, suele ser existencial, pero también creativa, ya que muchos personajes de su obra son artistas. El motor de las películas es, justamente, que los personajes traten de hallar esos estímulos, vuelvan a ilusionarse. La melancolía, incluso, puede ser una aliada, ya que esta estimula la creación, como defienden Susan Sontag o Joke Hermsen. El problema es que, como decía otrora, no todos sus personajes son capaces de abandonar esta crisis.
Póster de 'Fue la mano de Dios', la última película de Sorrentino, en la que cuenta su propia vida

Póster de 'Fue la mano de Dios', la última película de Sorrentino, en la que cuenta su propia vida

–Muchos lo tildan de «superficial», ¿quizá por sus referencias pop?
–No estoy en absoluto de acuerdo con esa etiqueta. Considero que su obra es un constante reto y un disfrute para el espectador activo, pues reflexiona con originalidad ante algunos de los retos que nos interpelan como sociedad, como pueden ser los designios de la fe en la era postsecular, el descrédito político de los últimos años o la gestión del pasado. Entiendo, aunque no lo comparta, que pueda acusársele en ocasiones de narcisista o de esteticista, pero lo de superficial no lo creo.
–¿Hace Sorrentino 'metacine', en el sentido de que su propio cine es una reflexión sobre el séptimo arte?
–Más que una reflexión sobre el séptimo arte, yo creo que realiza una reflexión sobre el acto creativo en general. Todas las películas protagonizadas por personajes que se dedican al arte conllevan ciertas conclusiones sobre la creación, pero no solo sobre el oficio cinematográfico.
–En su libro defiende también la idea de que Sorrentino está muy influenciado por Nietzsche, en el sentido de que el arte se convierte en una vía de escape. Hay quien podría ver también a Ratzinger citando a Dostoievski y su «la belleza salvará al mundo»...
–Me parece una reflexión realmente pertinente la que indica en su pregunta. Estoy totalmente de acuerdo. El propio Sorrentino ha citado al autor de Crimen y castigo en algunas entrevistas y, de hecho, el personaje de Sofia, en The New Pope, lee a Dostoievsky en algunos pasajes de la serie. Sorrentino ha debido leer a Ratzinger, como hombre de vasta cultura que fue Benedicto XVI, más allá de que esté o no de acuerdo con muchos de sus planteamientos. Pero, sin duda, esa frase sobre la belleza la suscribe Sorrentino encantado.
–La poesía visual, la estética de Sorrentino, son quizá una de sus señas de identidad más destacadas. ¿Cómo conviven fondo y forma en él?
–No se puede entender la una sin la otra. El qué y el cómo no se pueden estudiar por separado. Utiliza la técnica cinematográfica para asentar el mensaje de la narración, y lo hace de un modo que, creo, es realmente interesante. Basta pensar, por citar un ejemplo, en el uso que hace de la fotografía, gracias al talento de Luca Bigazzi, y cómo es capaz de generar estados de ánimo de gran potencia con un uso inteligente de la iluminación y el color. O el contraste entre el ralentí y sus muy frecuentes secuencias repletas de ritmo. En ello, creo que ha aprendido mucho de los maestros de la modernidad cinematográfica.
El libro 'Paolo Sorrentino' (editorial Cátedra), de Elios Mendieta

El libro 'Paolo Sorrentino' (editorial Cátedra), de Elios Mendieta

–¿Un plano de Paolo Sorrentino se reconoce a distancia? ¿Cómo describiría su estética?
–«Apabullante» sería un adjetivo adecuado para la estética de sus imágenes. Y no lo digo en un sentido peyorativo, sino como una marca de esa «gran belleza»; ese cine de «gran estilo» –por volver a citar a Nietzsche– que, como concluyo en el libro, creo que es uno de los anhelos de su trabajo.
La gran belleza es el intento de reproducir un momento trascendental de unidad que el protagonista vivió en la juventud, un tema que vuelve a aparecer en otras obras de Sorrentino. ¿Vivimos persiguiendo esa «gran belleza»?
–En el fondo, yo creo que sí. Todos tratamos de alcanzar una «gran belleza» que muchas veces se nos resiste. Lo que pasa es que esa «gran belleza» es muy distinta según la persona. Para Jep Gambardella, al final, la gran belleza es no despreciar su pasado, hacer literatura de su vida y volver a escribir una segunda novela. Para Sorrentino, la gran belleza es, probablemente, seguir disfrutando de su oficio. Para mí, esa gran belleza puede estar en un paseo vespertino con mi pareja, en tomar un gin-tonic mientras suena In A Sentimental Mood o de cantar un gol de Karim Benzemá como si no hubiese un mañana.
–¿Tiene usted una película favorita, y por qué?
–No soy nada original si dijese que mi película favorita es Youth, que me parece la obra mayor del cineasta napolitano. Por lo tanto, citaré otras películas que podría calificar como mis favoritas, aunque es probable que cambiase de respuesta si me pregunta mañana. Una que me apasiona, y que he trabajado mucho en estos últimos años, es Vals con Bashir, de Ari Folman. La plasmación de la memoria que tienen esas imágenes es inteligentísima, con un final que te rompe y te sacude. Si bien creo que Shoah, el documental de Claude Lanzmann sobre el Holocausto, es el trabajo cinematográfico más redondo que se ha hecho en la historia, y por ello he de etiquetarla como favorita.
–¿Cuál es la importancia de la música en la vida y en la obra de Sorrentino?
–La música es imprescindible en su proceder artístico. No hace falta más que ver sus películas para cerciorarse cómo juega con el elemento musical en todas ellas. En Youth o This Must Be The Place la música es mucho más que un tema, un hilo que guía la trayectoria de los protagonistas. Es curioso que, antes de ser cineasta, Sorrentino quiso ser batería, pero por suerte para nosotros, no se le daba bien. Decidió, desde entonces, dejarse las patillas, que es una de las señas de identidad de su look, así como el pelo despeinado, tan roquero.
–¿Y qué lugar ocupa el amor en su cine?
–Es vital. Decir esto parece simple, pero es cierto que el amor es decisivo en su cine. Y esto es porque el amor también lo ha sido en su vida. Sorrentino dedica una de sus películas a Daniela, su mujer, porque «me ha salvado», según se lee en los créditos. El amor pudo reconducir su vida tras la tragedia de sus padres. En sus múltiples versiones, tanto hacia su mujer como hacia el oficio al que decidió dedicarse. Y en todas sus películas, el desamor es origen de la «memoria herida» de los protagonistas. Es un factor que no conviene desdeñarse al aproximarse a su cine.
–Si tuviera que definir el cine de Sorrentino con tres palabras, ¿cuáles serían?
–Singular, atractivo y enigmático.
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