Un residente en verano en Palma desde hace más de treinta años dice que se iría a vivir permanentemente a la isla, como Robert Graves, si no fuera «por sus hijos y el tema del idioma». un país rico, España, cada vez más parcelado sobre todo por la lengua, pero también por las costumbres.
La tauromaquia es una de ellas. La Plaza de Toros de Palma tiene los mismos años que la primera plaza del mundo, la de Las Ventas de Madrid. 91 años de historia que continúan después de tres años sin corridas debido a la pandemia.
Antes de la parada forzosa, el gobierno balear había decidido prohibir la utilización de la puya, las banderillas o el estoque, que es como prohibir, por ejemplo, el pincel en la pintura. El Tribunal Constitucional arregló el desaguisado, que sin embargo quedó en algunos artículos de la legislación prohibicionista como el de negar la asistencia a los menores de 18 años o la sandez de la obligatoriedad de los controles antidóping para los toreros: «Este pueblo miserable transforma todos los grandes conceptos en un cuento de beatas costureras», decía Valle-Inclán.
Morante de la Puebla, El Juli y Cayetano lidiarán toros de Zalduendo el 4 de agosto. Un día después harán el paseíllo en el Coliseo Balear El Fandi, José María Manzanares y Roca Rey en un regreso por todo lo alto de los toros a Mallorca, pese a la oposición sectaria de los políticos que no solo atropellan la libertad de ir a los toros, sino también la de vivir, como hizo Robert Graves, sin imposiciones.
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