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20 de abril de 2024

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Paula Andrade

El Debate de las Ideas

Bloqueadores de la pubertad, hormonas sexuales cruzadas y suicidio juvenil

Uno de los argumentos que emplean los defensores de suministrar bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales cruzadas a menores es que negarles estos tratamientos les empujaría al suicidio

Uno de los argumentos que emplean los defensores de suministrar bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales cruzadas a menores que están entrando en la pubertad y que dicen sentirse atrapados en el cuerpo equivocado es que negarles estos tratamientos les empujaría al suicidio.
¿Es esto cierto? ¿Qué evidencias hay al respecto? El investigador y profesor universitario Jay P. Greene ha realizado un análisis para la Heritage Foundation de los datos disponibles en Estados Unidos referidos a este fenómeno y ha encontrado evidencias sorprendentes que desmontan los argumentos sin base de los defensores de la «transición de género».
Greene empieza su análisis exponiendo el estado de la cuestión:
«Aunque las investigaciones demuestran que la confusión de género suele resolverse por sí sola sin intervención médica, algunos educadores y profesionales de la medicina animan a los adolescentes, e incluso a los preadolescentes, a tomar bloqueadores de la pubertad u hormonas cruzadas para que sus características sexuales secundarias, como el vello corporal y facial, el tejido mamario, la musculatura y la composición de grasa, se ajusten más al género con el que se identifican.
Algunos defensores de estos tratamientos invocan la autoridad científica para afirmar que los tratamientos con hormonas cruzadas reducen el riesgo de suicidio.
Y esto a pesar de que los jóvenes pueden sufrir daños significativos e irreversibles a causa de dichos tratamientos».

¿Cuál es el objetivo del análisis realizado por Greene?

Él mismo lo explicita: «Este estudio revisa la investigación existente sobre la relación entre los tratamientos médicos con hormonas cruzadas y el suicidio, y a continuación presenta un nuevo análisis empírico que examina la probabilidad de que facilitar el acceso de los adolescentes a estos tratamientos se traduzca en un menor número de suicidios de adolescentes.
El análisis realizado constata que la bibliografía existente sobre este tema adolece de una serie de puntos débiles que impiden a los investigadores poder extraer conclusiones causales creíbles sobre una hipotética relación entre los tratamientos y el suicidio. Utilizando un diseño de investigación más adecuado, nuestro análisis constata que el aumento del acceso de los menores a las hormonas cruzadas se asocia a un aumento significativo de la tasa de suicidio adolescente.
En lugar de facilitar el acceso de los menores a estos tratamientos sin el consentimiento paterno, se deberían aplicar políticas que refuercen la participación de los padres en estas importantes decisiones con implicaciones para toda la vida de sus hijos».

Estudios disponibles poco fiables

Tras soltar la bomba (es justo al revés de lo que nos quieren hacer creer: este tipo de tratamientos con bloqueadores de la pubertad y hormonas cruzadas eleva la probabilidad de suicidio), Greene empieza por el principio, por los estudios que supuestamente muestran la necesidad de este tipo de tratamientos para evitar el suicidio de quienes los requieren, Y lo que encuentra es que no hay estudios serios y relevantes al respecto:
«Los efectos de los bloqueadores de la pubertad y las hormonas sexuales cruzadas en adolescentes que se identifican como transexuales nunca se han sometido a un ensayo controlado aleatorio (ECA) a gran escala como el que suele exigirse para la aprobación de nuevos medicamentos.
Los bloqueadores de la pubertad y las hormonas sexuales se habían desarrollado originalmente con otros fines. Los bloqueadores de la pubertad se diseñaron originalmente para retrasar la pubertad precoz en niños muy pequeños que la iniciaban mucho antes que sus compañeros. Las hormonas sexuales se desarrollaron principalmente para tratar a las personas que no eran capaces de producir suficientes hormonas de su sexo biológico. Estos fueron los usos para los que se examinaron y aprobaron originalmente estos fármacos. Estos fármacos se están recetando ahora a jóvenes que deseaban cambiar sus características sexuales secundarias sin que estos fármacos se hayan sometido a pruebas ni se haya obtenido la aprobación formal para estos nuevos usos. La falta de pruebas experimentales de los efectos de estos tratamientos médicos impide la investigación de referencia que normalmente se esperaría para aislar los efectos causales de estos tratamientos.
El uso de bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales para abordar los problemas de género también es relativamente reciente, con una adopción generalizada sólo en los últimos años.
El hecho de que no se requiriera experimentación para este nuevo uso de los bloqueadores de la pubertad y de las hormonas sexuales, y que este uso novedoso de estos fármacos sea relativamente reciente, significa que muy pocos estudios examinan sus efectos, y además todos estos estudios utilizan diseños de investigación correlacional poco significativos.
El principal defecto de los estudios que se basan en diseños de investigación correlacional es que no pueden determinar con certeza si la relación entre la administración de estos fármacos y los resultados de salud posteriores son causales. Es decir, nunca se puede saber con certeza si los fármacos causan esos resultados o si las causas son otros factores que hacen que las personas tengan más probabilidades de recibir los fármacos.
Esta debilidad en el diseño de la investigación correlacional puede ilustrarse examinando uno de los estudios más prominentes que afirma encontrar que los adolescentes que reciben hormonas sexuales cruzadas tienen un menor riesgo de suicidio.
Ese estudio, dirigido por Jack Turban, de la Facultad de Medicina de Stanford, publicado en PLOS ONE en 2022, examina los resultados de una encuesta realizada en 2015 a más de 27.000 adultos estadounidenses que se identifican como transgénero. La encuesta no pretendía ser representativa de todos esos adultos porque sus participantes fueron reclutados como una muestra de conveniencia, en gran parte a través de grupos de apoyo a transexuales. Se preguntó a los encuestados si habían solicitado alguna vez hormonas cruzadas y si las habían recibido. Se excluyó del análisis a los encuestados que nunca habían intentado conseguir hormonas cruzadas. La principal comparación examinada en el estudio fue entre los que habían intentado someterse a este tipo de tratamiento y lo habían conseguido y quienes lo habían intentado pero no habían llegado a recibirlo cuando tenían entre 14 y 17 años».
Además de este defecto en la muestra, «los estudios sobre este tema no sólo son débiles porque no contienen estudios causales creíbles, sino tan sólo unos pocos estudios correlacionales, sino también porque esos estudios correlacionales están mal ejecutados. Por ejemplo, el citado estudio Turban de 2022 mezcla el suministro de testosterona para las mujeres biológicas con el de estrógeno para los hombres biológicos y sólo informa de los efectos globales de las hormonas. Cuando Michael Biggs analiza los mismos datos y desagrega la hormona por tipo, encuentra que: «Los varones que tomaron estrógenos son más propensos a planear el suicidio, a intentarlo y a requerir hospitalización por intento de suicidio». Este efecto negativo queda enmascarado en el estudio de Turban al no informar de los efectos separados por tipo de hormona.
Del mismo modo, el estudio Turban de 2022 concluye que los jóvenes de 16 y 17 años que recibieron hormonas tenían más del doble de probabilidades de declarar un «intento de suicidio en el último año que requiriese hospitalización», pero ese hallazgo no alcanza significación estadística al establecer un criterio para considerar los resultados significativos más alto de lo habitual. Sólo adoptando un criterio de significación estadística diferente del que se utiliza habitualmente en la investigación empírica, el estudio evita concluir que la terapia hormonal provoca este tipo de daño».

Un enfoque de investigación más fiable

Si los estudios existentes son endebles y poco fiables, ¿qué alternativa plantea Greene?
Su enfoque se basa en la diferencia entre estados existente en los Estados Unidos: unos suministran este tipo de tratamientos a menores, mientras que en otros estados esto está prohibido:
«De todos los adolescentes que solicitan tratamientos con hormonas cruzadas por cuestiones de género, algunos las reciben y otros no. Esto se debe a que algunos se encuentran viviendo en lugares en los que se les permite acceder a este tipo de tratamientos, mientras que otros se encuentran en lugares en los que no se les permite.
Tenemos pues datos de un experimento natural con respecto a la capacidad de los menores para acceder a tratamientos hormonales relacionados con el género sin el consentimiento de sus padres. Como se ha descrito anteriormente, algunos estados tienen políticas que ofrecen una vía por la que los menores pueden acceder a atención médica sin el consentimiento de sus padres, mientras que en otros estados esto no es posible. Estas políticas se desarrollaron por razones que no tienen nada que ver con la identidad de género. El hecho de que los adolescentes vivan en un estado que impone menos o ninguna restricción al acceso a los bloqueadores de la pubertad y a las hormonas sexuales cruzadas es aleatorio.
El análisis presentado en nuestro estudio aprovecha este experimento natural para comparar las tasas de suicidio a lo largo del tiempo entre las personas de 12 a 23 años en los estados que permiten a los menores acceder a la atención sanitaria sin el consentimiento paterno en relación con los estados que no lo permiten.
El análisis que se ha realizado utiliza un modelo estadístico para predecir la tasa de suicidios entre las personas de 12 a 23 años en cada estado entre 1999 y 2020. El análisis se centra en esta franja de edad porque abarca un grupo de edad coherente de quienes podrían haber entrado en la pubertad entre 2010 y 2020, cuando los bloqueadores de la pubertad y las hormonas sexuales cruzadas empezaron a estar disponibles como tratamiento relacionado con el género en Estados Unidos.
La variable independiente de interés es una medida dicotómica de si el estado tiene una política que permite a los menores acceder a atención sanitaria sin el consentimiento paterno. Si facilitar el acceso de los menores a los bloqueadores de la pubertad y a las hormonas sexuales cruzadas protege contra el suicidio, cabría esperar que la frecuencia de suicidios juveniles fuera menor en los estados que permiten a los menores obtener estos fármacos sin consentimiento paterno después de 2010. No debería haber diferencias en las tendencias de la tasa de suicidios entre los jóvenes en función de si los estados permiten a los menores acceder a la atención sanitaria sin el consentimiento de los padres antes de 2010. Si Turban y sus colegas están en lo cierto, las tendencias entre estos dos grupos de estados deberían divergir después de 2010, a medida que se generalizaba la disponibilidad de los tratamientos con hormonas cruzadas».

Los resultados

La metodología es clara. ¿Cuáles son los resultados que ha encontrado Greene en su investigación?
«En los últimos años, la tasa de suicidios entre los jóvenes de 12 a 23 años ha aumentado significativamente en los estados que permiten a los menores recibir atención sanitaria que incluye hormonas cruzadas sin el consentimiento de los padres, en comparación con los estados que no lo permiten. Antes de 2010, estos dos grupos de estados no diferían en sus tasas de suicidio juvenil. A partir de 2010, cuando se generalizó la disponibilidad de bloqueadores de la pubertad y hormonas sexuales cruzadas, empezaron a observarse tasas de suicidio elevadas en los estados donde los menores pueden acceder más fácilmente a esos tratamientos.
En lugar de proteger contra el suicidio, este patrón indica que un acceso más fácil de los menores a los tratamientos con hormonas cruzadas sin el consentimiento de los padres está asociado con un mayor riesgo de suicidio.
Sin hacer ningún ajuste, las tasas de suicidio entre las personas de 12 a 23 años comienzan a aumentar en los estados que permiten a los menores acceder a la atención médica sin el consentimiento de los padres en relación con los estados que no lo hacen alrededor de 2016, después de que los tratamientos con hormonas cruzadas se hicieron más comunes. En 2020 hay alrededor de 3,5 suicidios más por cada 100.000 personas de 12 a 23 años en los estados con acceso más fácil que en los estados que no permiten el acceso a este tipo de tratamientos.
La autorización a nivel estatal de que los menores accedan a la atención sanitaria sin el consentimiento paterno no supone ninguna diferencia en las tasas de suicidio entre las personas de 12 a 23 años hasta aproximadamente 2010, cuando la tasa de suicidios empieza a aumentar en los estados con un acceso más fácil. En 2015, el aumento estimado de las tasas de suicidio en los estados con acceso más fácil se acelera. Este aumento de las tasas de suicidio en los estados en los que es más fácil que los menores accedan a los bloqueadores de la pubertad y a las hormonas sexuales cruzadas aumentó casi al mismo tiempo, y en el mismo grado, que la disponibilidad de estos tratamientos.
Utilizando el mismo modelo de regresión exacto, pero sustituyendo la tasa de suicidios entre las personas de 12 a 23 años por la tasa de suicidios para las personas de 28 a 39 años en los mismos estados como variable dependiente, no se muestra ninguna relación entre la facilidad de acceso a la atención médica y las tasas de suicidio entre estas personas, demasiado mayores para haberse visto afectadas por estas políticas estatales. Esta prueba placebo indica claramente que facilitar el acceso de los menores a los bloqueadores de la pubertad y a las hormonas sexuales cruzadas para ambos sexos está causalmente relacionado con el aumento de las tasas de suicidio porque no se observó un aumento similar entre los que tenían más edad y que no se vieron afectados por esta novedad.

Conclusiones del estudio

En base a estos resultados, la pretensión de que hay que facilitar a los menores el acceso a tratamientos de «transición de género» para evitar que se suiciden queda totalmente desacreditada: es justo al revés, este tipo de tratamientos incrementa peligrosamente el riesgo de suicidio juvenil.
Así lo expone Greene:
«Los resultados presentados en este estudio proporcionan pruebas sólidas de la afirmación de que los suicidios entre los jóvenes han aumentado significativamente desde 2010 en los estados que tienen una política que permite a los menores acceder a atención médica sin el consentimiento de los padres. Ese aumento de las tasas de suicidio se aceleró en torno a 2015. Antes de 2010, el hecho de que un estado tuviera o no dicha política no tenía un efecto significativo en la tendencia de las tasas de suicidio entre las personas de 12 a 23 años. El momento en que se produce el aumento de las tasas de suicidio, sólo entre los jóvenes, sólo después de que los bloqueadores de la pubertad y las hormonas sexuales cruzadas se introduzcan y se utilicen de forma generalizada, y sólo en los estados en los que los menores podían acceder a esas intervenciones médicas sin el consentimiento paterno, plantea serias preocupaciones sobre sus efectos en cuanto al riesgo de suicidio.
Esta investigación se suma al sentido común de que los niños están mejor si no se les permite tomar decisiones importantes en su vida sin la participación y el permiso de sus padres. En general, los padres están en mejor posición que nadie, incluidos los propios hijos, para comprender las necesidades de sus hijos a la hora de tomar decisiones importantes. Las políticas estatales que socavan esta relación entre padres e hijos son peligrosas y deben derogarse. Del mismo modo, quienes trabajan con niños en ámbitos profesionales como la sanidad, la educación y el asesoramiento, deben tener cuidado a la hora de sustituir el juicio de los padres por el suyo propio. La investigación que aquí se presenta respalda la opinión de que a los niños les va mucho mejor cuando sus padres tienen autoridad para conocer y ayudar a tomar decisiones importantes para sus propios hijos.
Por último, dado el peligro de los tratamientos con hormonas cruzadas demostrado en esta investigación, los estados deberían endurecer los criterios para recibir estos tratamientos, incluido el aumento de la edad mínima para someterse a ellos».
  • Jay P. Greene es investigador principal del Centro de Política Educativa de la Heritage Foundation
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