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20 de abril de 2024

Alberto Garzón en la presentación de Sumar el pasado abril

Alberto Garzón en la presentación de Sumar el pasado abrilGTRES

Alberto Garzón y la «cultura» del economista al que no le gustan las matemáticas

El ministro de Consumo tuvo sus primeros contactos con la política como miembro y después presidente de Estudiantes por una Economía Crítica, con el anticapitalismo, el feminismo y el ecologismo como fundamentos

Alberto Garzón, ministro de Consumo, tuvo en sus orígenes políticos remotos, pero fundamentales, impulsos culturales. A Garzón no le gustaba la Economía (la Economía bajo la que pudo estudiar Economía en la Universidad pública), y se apuntó a la asociación Estudiantes por una Economía Crítica, de la que fue presidente en el inicio de su querencia, de momento única, por el cargo político. Sudadera de la República Democrática Alemana mientras hacía una paella en su cocina burguesa aparte, lo de la Economía Crítica tuvo su fundamento en el llamado Postautismo, un movimiento (de Economía) surgido en La Sorbona que se caracterizó por el anticapitalismo, el feminismo y el ecologismo.

«Economía crítica»

Los Estudiantes por una Economía Crítica, anticapitalistas, feministas y ecologistas, no creían, por ejemplo, en la importancia de las matemáticas en el aprendizaje de sus materias, lo que consideraban un atraso en la enseñanza propia del mundo neoliberal, a saber: el matemático y Nobel de Economía John Nash nunca debió de ser un ejemplo para el ínclito ministerial. La cosa no tuvo mucho recorrido, pero le sirvió a Garzón para encastillarse en sus «mundos imaginarios», precisamente los contrarios (o los verdaderos) a los que señalaba en su postautismo original, o el germen del parasitismo político al que se consagró.
Alberto Garzón junto a Juan Carlos Monedero en 2014

Alberto Garzón junto a Juan Carlos Monedero en 2014GTRES

Este es, grosso modo, el recorrido académico, cultural, Máster mediante, que Garzón sumó al impresionante currículo que desdeñaba las matemáticas en la Economía, antes de alcanzar el principio de su gloria en una lista electoral de la que ya no se bajó en 15 años, casi la mitad de la vida entera (y la totalidad de la vida laboral) que solo cuenta con 38 años. Toda la «cultura» restante de su historia le llegó con la candidatura (a diputado por Málaga e Izquierda Unida, que hizo realidad) que apoyaron prominentes figuras de la misma como Carlos Bardem o Juan Diego Botto. El diputado más joven de la historia. En el 15M encontró el escenario perfecto para encaramarse sin rivales a la dirección de su partido, sustituyendo a un Cayo Lara casi en paños menores, al que terminó aplastando en las siguientes primarias, el preámbulo de la siguiente referencia cultural en la carrera del pequeño líder político que encontró la forma de hacerse un poco grande dejándose absorber por el entonces incipiente Podemos.

Descabalgado por Sánchez

El Pony Express fue un servicio de correo del Oeste que llevaba las cartas a caballo, con postas a lo largo del largo recorrido (desde Misuri hasta California), en que los jinetes ni siquiera se bajaban del caballo para continuar con su ruta, sino que en cada etapa directamente saltaban de él, sin tocar el suelo, a la grupa de la montura de refresco sobre la que seguían su camino. La metáfora de Alberto Garzón, el jinete del Pony Express de la política que siguió ejerciendo el postautismo (mejorado) económico en la política para justificarse: «Hay opciones no parlamentarias: materializar en la calle la deslegitimación de este sistema. Forzar la dimisión y unas nuevas elecciones», escribió cuando ya se había puesto la corbata.
Después la carambola (buscada de salto en salto) le llevó al traje y al ministerio y, después de unos años con cartera donde uno de sus mayores hitos fue decir que en España se comía carne en exceso, provocando una crisis social y de Gobierno, realizó la última descabalgadura a lomos de Yolanda Díaz, antes de que Pedro Sánchez le disparara con su convocatoria de elecciones y acabara con su carrera sin freno, para devolverle sin remedio, de momento, a aquella Izquierda Unida postautista donde las matemáticas no tienen sitio en la Economía, pero sí la «Salud y República» o la nostalgia por una República Democrática Alemana que no conoció.
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