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16 de abril de 2024

Hotel Roma de Fernando Lillo

Portada de «Hotel Roma» de Fernando LilloConfluencias

'Hotel Roma': un viaje por los sitios más fascinantes del Imperio Romano

Fernando Lillo nos ofrece un ameno ensayo sobre el turismo en los dominios de lo que fue el Imperio Romano. Los antiguos recorrían todo el contorno del Mediterráneo en busca de playa, montaña, espectáculos deportivos, balnearios, y también como peregrinación

El mundo antiguo, y Roma de manera particular, es uno de los temas que más interés nos provocan. Ya sean las batallas, la monumentalidad, la tecnología o la vida cotidiana. En esta ocasión hay un poco de todo, y con un sabor muy cercano. El profesor y divulgador Fernando Lillo Redonet publica un nuevo libro sobre la realidad del día a día. Hace dos años fue el turno de Un día en Pompeya, y ahora ofrece un ameno ensayo sobre el turismo en los dominios de lo que fue el Imperio Romano. No sólo muestra cómo funcionaban los viajes y cuáles eran los puntos de mayor atracción en la geografía mediterránea de aquellos siglos. Sino que también da pistas y sugerencias para que el turista de nuestra época pueda disfrutar casi como si vistiera con la toga y chapurreara el griego o el latín.
Este libro se divide en seis capítulos. El primero describe los sitios preferidos donde se solazaban los nobles romanos, que también gustaban —grosso modo— del monte y la playa. Muchos preferían pasar las épocas cálidas en lugares templados o frescos y tranquilos. Pero, además de las villas de recreo —con mayor o menor lujo—, el autor nos habla de lo que denomina «la Costa Azul de Roma». Es decir, la bahía de Nápoles, con su Herculano y su isla de Capri, y la vecina Bayas. Mención propia merecen Sicilia y Grecia. Destinos que hoy siguen concitando la pasión de todo tipo de viajeros. El segundo capítulo está dedicado a las maravillas del mundo antiguo. Aunque el canon habla de siete, en época clásica el número oscilaba y no solía incluir el Faro de Alejandría.
El tercer capítulo se centra en lo que hoy llamaríamos turismo religioso o peregrinación, e incluye, entre otros, los testimonios de dos autores hispanos: Egeria y Prudencio. Ya en la Antigüedad tardía los cristianos acudían a conocer los Santos Lugares: desde Belén y Jerusalén hasta Éfeso y la Roma de los mártires. Rezar donde Cristo, María y los apóstoles vivieron, y por donde pasaron Moisés y Abraham. En este capítulo, Lillo Redonet recrea aquellos viajes de manera tan evocadora, que suponen toda una guía para quien viaje al Sinaí o a Tierra Santa. Al igual que en el resto del libro, el autor incluye pasajes de la literatura antigua, pero evita colocar notas al pie o digresiones. Para conocer mejor las fuentes concretas y la referencia exacta, hay un apéndice específico y bien detallado y ordenado.
El quinto capítulo habla del turismo de salud, de manera destacada los balnearios. Aquí también se despierta constante cercanía, sin que el texto caiga en lo banal. En este sentido, el equilibrio está muy logrado: el «docere et delectare» («enseñar y entretener») de Horacio se cumple con simpatía y rigor académico. Para concluir, el libro habla de los deportes en la Antigüedad —desde Olimpia hasta el Circo Máximo—, y de cómo el público acudía desde todos los puntos, igual que hoy viajamos de una punta a otra de Europa para asistir a una final de Champions.
Hotel Roma no sólo tiene un estilo fluido y supone una lectura grata. Además, constituye un trabajo serio y solvente. Y la edición es esmerada en cada aspecto que miremos: desde la calidad del papel hasta la resolución y el color de las docenas de fotos. Desde la tipografía hasta los mapas que ayudan a ubicar cada paraje que se va mencionando. Por otro lado, su formato resulta muy cómodo, y su placentero tacto nos recuerda por qué el libro físico merece la pena.
Hotel Roma de Fernando Lillo

confluencias / 328 págs.

Hotel Roma

Fernando Lillo

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