Xabi Alonso, en el Real Madrid - Villarreal del pasado sábado
El Bernabéu corea el nombre de Xabi por su trabajo: escucha al futbolista y luego él decide donde juega
La estrategia del técnico con sus pupilos: dialoga, pregunta lo que les gusta, les seduce que es lo mejor para cada uno y después aplica su decisión
El Villarreal insinúa que hubo arbitraje favorable al Real Madrid y niega el claro penalti sobre Vinicius
El madridismo clásico, ese que ha visto a Di Stéfano y a Cristiano, a Gento y a Hugo Sánchez, es difícil de conquistar. El madridismo ha visto celebrar quince Copas de Europa y es duro de enamorar. Por eso extraña que Xabi Alonso les haya seducido tan pronto. Solo lleva dos meses y ha perdido claramente ante el Atlético en territorio comanche. No importa. No le culpan. El nuevo entrenador les ha tocado el alma. Su ideario ha calado. Les gusta su desarrollo argumental. Atrae su planificación del fútbol total. Al madridismo le seduce ver que un jefe nuevo y joven consiga que Mbappé y Vinicius defiendan como cosacos.
Eso, que las figuras defiendan, no lo hizo ni Miguel Muñoz, ni Miljanic, ni Molowny ni nadie, nos cuentan los seguidores de toda la vida que tienen el Bernabéu como segunda residencia, la de fin de semana. Les contestamos que aquel era otro fútbol y que los delanteros que presionan es un concepto moderno, que ni Sacchi logró que Van Basten presionara en el Milán triunfal. Les da igual. Hay personas que gustan y el guipuzcoano gusta. Que no se lo discutan. Que no se lo discutamos.
Llevamos una decena de partidos y la afición corea el nombre de Xabi en el Bernabéu. La pregunta del millón es: ¿por qué gusta Alonso, por qué se ha ganado al madridismo? Un análisis somero desvela que lo que atrae de él es la ilusión auténtica, casi ingenua, de revolucionar el fútbol con unos planteamientos que explica con detalle y que convence con un buen guion.
La reflexión interna es que el guipuzcoano gusta porque tiene criterio y cambia cosas en el Real Madrid que nadie se atrevió a tocar. Gusta porque viene a mover la línea de confort de muchos futbolistas, de los consagrados. Gusta porque es valiente y osa cambiarles de posición. Gusta especialmente por su personalidad para tener diálogo con los jugadores y después tomar una decisión que es suya, la suya, les guste o no. Gusta Xabi porque se hace lo que él dicta sin mostrar prepotencia.
Y gusta porque lo cuenta todo, habla de fútbol abiertamente, no se esconde, aunque ello suponga que se abran melones y se meta en jardines que con la boca callada no sufriría. No le importa. Los ejemplos los tenemos delante y los hemos vivido públicamente: Valverde, Vinicius, Rodrygo y Bellingham. En todos ha impuesto su criterio con razonamiento, a pesar del intento de buscarle las cosquillas. Incluso equivocado demostró criterio, como sucedió con Bellingham.
No confundan diálogo con debilidad
Muchos han criticado al vasco. Han dicho que ha demostrado debilidad con Rodrygo, Valverde y Vinicius. Con todo respeto, no se han enterado de nada. La investigación interna, el relato de la cocina blanca, desvela que el diálogo del entrenador con los futbolistas y su deseo de contarlo cuando le preguntan, porque piensa que es bueno contarlo todo y no taparlo, demuestra que lo que ha hecho el técnico es seducir a sus pupilos, cuestionarles donde puedes y donde quieres jugar. Y después juegan donde él quiere porque piensa que es lo mejor para el equipo.
Muchos le han dicho ya que no sea tan prolífico en sus explicaciones porque los críticos irredentos, los que siempre ven la botella medio vacía, piensan que demuestra debilidad al preguntarle al profesional donde desea rendir. No es debilidad. Hay jugadores que, en efecto, donde rinden más es donde dicen. Rodrygo es el ejemplo. Y el jefe del plantel opina que es bueno hablar de fútbol públicamente y que debe ser lo normal. No es malo que el aficionado sepa cosas que le harán entender alineaciones y decisiones. Xabi es un romántico del fútbol y lo quiere patentar. Un Galileo de la verdad. Esperemos que los que nunca admiten los cambios, los que quieren que todo siga igual, no le quemen en la hoguera de la envidia.
Kylian Mbappé y Vinicius Jr. en el partido ante el Villarreal
El mejor espejo de esa conversación clara de entrenador a futbolista, de exjugador a jugador, es el diálogo entre el guipuzcoano y Rodrygo Goes. El brasileño no rendía desde el mes de febrero y había que tomar decisiones. Durante un lustro tuvo que jugar por la derecha porque su compatriota Vinicius monopolizaba la izquierda. También ejerció de ariete en ausencia de Benzema. No funcionó.
Alejado de su mejor versión, Rodrygo se mantuvo en el mercado durante todo el verano, hasta que por fin se quedó. Era lo que él quería. El responsable deportivo del Real Madrid actuó en consecuencia. Contaba con él, como declaró públicamente. Y le aseguró personalmente.
Le cuestionó a Goes donde desearía jugar para recuperar su nivel. Rodrygo le respondió que Florentino Pérez le fichó porque siempre brilló por la izquierda. Alonso constató que tenía razón. El paulista funciona muy bien como extremo que regatea con calidad y entra en diagonal desde el flanco zurdo. Conecta perfectamente con Mbappé. Y ahí juega. Debe competir con Vinicius y lo admite.
Los críticos de Alonso, que los tiene, señalan que Rodrygo jugaba por la derecha y que Alonso debería exigirle volver ahí. El entrenador responde con argumentos: Mastantuono, Brahim y Güler han adelantado a Goes para ocupar la posición de la banda derecha, un puesto que en su estrategia es una mezcla de delantero y centrocampista. El propio Rodrygo ha reducido sus opciones en el once al pedir la izquierda. Ha sido una buena gestión del preparador del grupo.
Vinicius: ganarse otra vez el cartel de intocable
Titular indiscutible durante siete temporadas, la última con un bajo rendimiento que acusó el equipo, Vinicius ha sido un caso más duro de roer, precisamente por su caché. Y el técnico ha demostrado su autoridad. Innovador, creativo, distinto, Alonso quiso ver a Vinicius por la banda derecha bajo una premisa racional, cartesiana: es diestro.
Dicho y hecho, en el Mundial de Clubes le probó en el flanco derecho, con Gonzalo de nueve. Vinicius no rindió. No protestó públicamente, pero sus portavoces filtraron que no le gustaba nada la diestra como lugar de futuro. El desencuentro de la renovación hizo pensar a sus apoderados en una caza de brujas. Unos representantes que no se adaptan a lo que es el Real Madrid y que crean más problemas que beneficios al número siete.
Xabi devolvió al ganador del FIFA World Player a su línea de confort, la izquierda, pero dejó claro que ya no era intocable, porque su nivel había descendido y Rodrygo aspiraba a esa plaza. El número siete entró en rotación con Rodrygo. Era palo y zanahoria. Sus agentes no lo comprendieron. Y el futbolista tampoco. Ahora comienza a reaccionar. Recibe más minutos porque ha mejorado. El entrenador ha dejado clara su personalidad. Vinicius es importante y debe volver a serlo, pero tiene que ganárselo.
Sí, en el fútbol ya no sorprende casi nada, pero es cierto que nadie esperaba que la afición del Bernabéu ovacionara tan pronto a Xabi Alonso. El público es soberano y reacciona muchas veces cuando menos te lo esperas. El guipuzcoano agrada al seguidor madridista porque evidencia un talento de ideas torrencial que es nuevo en el Real Madrid. Y va y las casca, que diría José Mota. Y hablar genera problemas. Y el entrenador no entiende por qué. La gestión del caso Valverde resume lo que es Alonso. Ha demostrado carácter, palabra y mesura. Porque su postura estaba clara desde el principio y fue inamovible.
Si hacía falta, Valverde jugaría de lateral otra vez, como sucedió con Ancelotti y con Zidane. Y el uruguayo nunca dijo que no sería lateral. Y ante el Villareal fue defensa lateral derecho. Y brilló. Y corearon el nombre de Valverde minutos después de corear el de Xabi. ¿Dónde está la presunta debilidad del entrenador?
Hablemos claro. Federico Valverde no está contento con sus prestaciones como centrocampista porque ejerce normalmente de doble pivote y esa misión restringe su anhelo de ser un interior que ascienda al ataque y dispare. Le cuestionaron en rueda de prensa si sería lateral ante la ausencia de Trent y Carvajal. Contestó que el técnico sabe que no le gusta ser defensa, pero que jugará donde le digan. Su suplencia en Kazajistán animó el avispero. Los críticos de Xabi le acusaron de debilidad. Nada más lejos de la realidad.
Bellingham, de la precipitación al acierto
Su personalidad gusta al madridismo. Decide con criterio sin mostrar prepotencia. Puede equivocarse, pero no cede ante los futbolistas consagrados. Debe tener tiento, no debilidad. El caso Bellingham es otro buen espejo.
Se equivocó al alinearle como titular en la dura batalla del Metropolitano, carente del bagaje físico necesario, después de cuatro meses sin competir. Le acusaron a Xabi de ceder ante el poderío del inglés. Falso. Falló al colocarle en el once inicial. Su precipitación se basó en la idea de incluir en el centro del campo a un hombre curtido, con más experiencia, Jude, frente al Atlético. Pero físicamente se encuentra en proceso evolutivo.
Después del error, Xabi ha sacado a Bellingham en los segundos tiempos frente al Kairat y el Villareal. Güler y Mastantuono han sido titulares. El entrenador ha explicado que este parón de selecciones será la pretemporada de Bellingham para volver al once. Todo lo dice. Y competirá con Mastantuono y Güler.
El turco y el argentino rotarán y perderán la titularidad en muchos partidos porque Jude volverá a ser importante. El guipuzcoano lo cuenta todo. Para algunos habla demasiado. Para el aficionado es excelente porque es auténtico y sincero. La elocuencia no está peleada con la autoridad.