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29 de marzo de 2024

Los croatas Mektic y Pavic saludan tras vencer a los serbios Djokovic y Krajinovic

Los croatas Mektic y Pavic saludan tras vencer a los serbios Djokovic y KrajinovicEFE

La Serbia del 'Alien' Djokovic acaba eliminada en la 'Nostromo' del Madrid Arena

Los mejores doblistas del mundo llevan a Croacia a la final de la Davis tras la sorpresa de la derrota en el primer partido de Lajovic y el empate de 'Nole' ante Cilic

Tiene el Madrid Arena un aire a la nave Nostromo donde Djokovic es el Alien. Pero no un alienígena viscoso sino una máquina perfecta. Una máquina que llora por las flaquezas del alma humana que no parece tener en acción, ni flaquezas ni alma humana. Iba uno a cero la eliminatoria para Croacia, y empezó bien Cilic marcando un ritmo no de metrónomo, sino alterno, con el que Djokovic hacía mediciones y cálculos temibles.
El temor se veía en que el croata parecía uno de los tripulantes de la Nostromo buscando al extraterrestre de sangre ácida en medio de la oscuridad de los pasillos con un lanzallamas. Estaba bien el campeón del US Open de 2014. El primer gran punto después de las contemplaciones se lo llevó el serbio. Idas y venidas, liftados y cortados de lado a lado.
Pero era Cilic quien dirigía y eso con Nole enfrente produce una sensación inevitable de que algo malo va a pasar como en un cuento de Faulkner. Se espoleaba y se alimentaba el serbio con el buen juego del rival: acelerando en el paralelo, frenando en la dejada, estirándose en la defensa. Resistía Cilic. Más que resistir, respondía. El calor aumentaba. El partido crecía con la extraña y corriente sensación de que Djokovic va a ganar a pesar de todo. Porque Djokovic gana y parece que pueda estar ganando toda la vida, como si hubiera encontrado la piedra filosofal de la victoria.
Los croatas Mektic y Pavic celebran su pase a la final de la Copa Davis

Los croatas Mektic y Pavic celebran su pase a la final de la Copa DavisEFE

Pero el número uno iba a remolque, a remolque en un descapotable. Arreglaba un pequeño desperfecto con el saque, por dos veces. Nole siempre tiene una solución. Es el Señor Lobo del tenis, el solucionador de sus propios problemas. Hay un algoritmo en esa cabeza que se pone en funcionamiento con el peligro. Arrecia la tormenta de Cilic, pero el serbio bota y bota antes del servicio. Y sigue botando. Y gana. Cuatro a cuatro.
El encuentro parece La Noche del Cazador. Djokovic es Robert Mitchum y Cilic son los niños. El cazador se estira por dos veces en las esquinas y consigue el punto de rotura, el primero, en el momento justo. Djokovic es una planta carnívora que parece vulnerable. Y esa aparente vulnerabilidad anima a los rivales que al final caen deprimidos, destruidos por dentro. No por fuera. Por fuera están vivos, corren, hacen correr, hacen creer que puede haber algo más cuando no hay nada. Hay hasta un punto de rotura para la devolución, pero no es nada, es un espejismo que el serbio maquinal hace desaparecer.
Djokovic durante el partido de dobles de la semifinal de la Copa Davis

Djokovic durante el partido de dobles de la semifinal de la Copa DavisEFE

Vuelve el muerto croata, que lucha, con cabeza, con piernas. Pero es inútil. Sucumbe en la última ráfaga de cruzados. 6-4 para Parker Djokovic Lewis nunca pierde.
El primer juego es un calco. Un miniset. Es a partir del segundo juego cuando Djokovic comienza a hacer pasantes desde el suelo. No parece haber esperanza aunque parezca que la haya. Djokovic es la gota de tortura que a veces amaina, taimada, y luego regresa, para enajenar a los rivales. Cilic parece cuerdo y libre, pero en realidad se lo lleva preso el carcelero de la isla de If. El Alien descontrolado de la Nostromo, que absorbe la energía de cada pelota para multiplicarla.
Es la variedad invisible del serbio, que grita, sintiéndose invencible ante un rival tremendo, como el Drácula de Coppola clamando por Elizabetha. La victoria pasmosa que empata la eliminatoria y que a estas horas ya es baldía con el número uno todavía en la pista tres horas después. Mektic y Pavic (los mejores doblistas del mundo) acaban con el ser(b)io afán de Djokovic (y de Krajinovic).
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