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25 de abril de 2024

Entrada de Evergrande en Shanghai.

Entrada de la sede de Evergrande en ShanghaiEFE/EPA/ALEX PLAVEVSKI

Burbuja inmobiliaria en China

«Probablemente Evergrande no sea rescatada y caiga»

Miguel Otero, experto del Real Instituto Elcano, piensa que el caso del gigante chino puede ponerse como ejemplo para evitar excesos en el futuro

Para explicar el fenómeno de Evergrande y la crisis que ha provocado en el mercado inmobiliario chino, Miguel Otero piensa que hay que remontarse a lo ocurrido en el país un tiempo atrás. Para este investigador del Real Instituto Elcano, es indudable que China ha salido en una posición relativamente fuerte tras la crisis financiera de 2008. Una inversión político-fiscal agresiva, el mayor crédito para impulsar el tejido industrial y las infraestructuras y la sucesiva aparición y crecimiento de las nuevas compañías tecnológicas han dado lugar a un alto crecimiento y a una nueva economía digital en el país: «Se hablaba del salvaje este. Con una regulación escasa, que dejaba hacer, se trataba de dar la vuelta a un terreno tecnológico en el que China en el pasado no había estado a la altura de las potencias de Occidente», explica Otero.
Así fueron surgiendo las tecnológicas Alibaba, Tencent… Los precios de la vivienda subieron y se fue formando una burbuja inmobiliaria que creaba «más desigualdad de la que ya había», indica Otero.
A ello había que unir el interés de suprimir la corrupción en el Partido Comunista, un problema serio, argumenta Otero. Desde la primera época de Xi Jinping trataron de eliminar facciones. Además creció la sensación de que las empresas tecnológicas iban teniendo demasiado poder: «Según me han contado mis contactos cercanos al Gobierno en China, se dieron cuenta del poder de las tecnológicas cuando Twitter desconectó la cuenta de Trump. Habían colaborado con estas empresas tecnológicas y ahora tenían tanto poder…», indica Otero.
Comenzó entonces la obsesión por tener una economía más sostenible, inclusiva y regulada. Algunas compañías del sector inmobiliario habían saltado a la especulación. Evergrande es el ejemplo más palpable, con un esquema piramidal y un endeudamiento desproporcionado. «Se intentó frenar cerrando el grifo del crédito», sostiene Otero, pero la situación es preocupante y ahora hay que atajarla. «La mayoría de los altos funcionarios sostienen que no se va a rescatar. Se pondrá como ejemplo de empresa que ha arriesgado y especulado demasiado», indica Otero.
Este investigador piensa que se tratará de que el fenómeno afecte lo menos posible a los acreedores y de hacer un cortafuegos para que el contagio no se extienda en exceso: «Que el mercado defina el precio, que los acreedores pierdan todo o parte de su inversión y que, cuando haya bajado el precio, Evergrande sea comprada por una empresa pública». Ese parece ser el plan.
China gestiona esta crisis enfrentada en cierto modo al resto del mundo: «Piensan que Occidente trata de frenar su crecimiento; que hay una cobertura mediática cada vez más crítica de su presidente, Xi Jinping…».
El presidente, precisamente, tampoco atraviesa un buen momento. Su predecesor, Hu Jintao, ejerció dos mandatos de cinco años. Xi Jinping se enfrenta a un posible tercer mandato con las dudas de su capacidad de sobreponerse a un contexto internacional cada vez más hostil hacia China.
Huawei ha recibido ataques, tienen encima la crisis de los semiconductores, la falta de entendimiento con Estados Unidos ha dejado traslucir cierta vulnerabilidad… Su afán de querer controlar todo ahora les ha llevado por ejemplo a no dejar a los profesores extranjeros dar clases online y a tratar de tener una mayor autonomía estratégica en terrenos como la tecnología o el entretenimiento.
El alto precio de la energía y los problemas con las cadenas de suministro son dos cuestiones también controvertidas en China. Además, trabajar allí es cada vez más difícil por el creciente número de estándares y regulaciones que pone en marcha el país asiático. «El desacople con las economías occidentales es cada vez mayor», admite Miguel Otero. Por otra parte, es sorprendente la visión negativa que se da de China por interés de Estados Unidos. Destacó en este sentido el abandono de la profesión del periodista español Javier García, corresponsal de la agencia Efe en Pekín hasta el pasado 30 de septiembre. La que él denominó guerra informativa contra China le ha llevado a dejar el oficio que ha desempeñado durante treinta años. «Cada vez es más difícil que periodistas extranjeros vayan a China. En Estados Unidos se cierran televisiones chinas. Se decía que era difícil que hubiera una nueva guerra fría por la mayor integración económica, pero la realidad es que cada vez estamos viendo más desconexión», afirma Otero.
Viajar a China va a ser cada vez más complejo. Las empresas extranjeras tendrán que decidir si quieren integrarse o no en el ecosistema del país asiático. Mientras tanto, las clases medias van creciendo allí. Los 400-500 millones que la componen en la actualidad podrán ascender a los 600-700 millones si no se produce una hecatombe. La desigualdad ahora tiene que ver con las clases medias estancadas que no ven que tengan las mismas oportunidades que sus padres. Es uno de los grandes problemas de la actualidad. Ese, y que Evergrande no sea un nuevo Lehman Brothers. Otero no cree que vaya a serlo: «China está muy poco integrada en el sistema financiero internacional»; una ventaja para que la crisis inmobiliaria no se contagie a otros países por esa vía. Sí puede hacerlo por las materias primas o maquinaria cuya demanda se resienta por el descenso del mercado de la construcción. La economía mundial depende en buena medida de China. De allí ha venido en buena medida el crecimiento del PIB mundial en la última década. Si se produce un frenazo, se notará.
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