El gran peligro de la IA en educación
Los nuevos alumnos tienen serios problemas para prestar atención. Están más pendientes de las pantallas que de la realidad real, valga la redundancia
El lanzamiento de la herramienta DeepSeek, IA low cost de origen chino, ha conmocionado los mercados y ha despertado el miedo a que el gigante asiático se imponga definitivamente en la geopolítica global. Este ChatGPT de baratillo confirma la evolución (?) hacia un mundo donde la Inteligencia Artificial y otras nuevas tecnologías serán pertinazmente ubicuas. A los peligros generalizados que el mal uso de cualquier nueva herramienta puede conllevar, en educación existe uno especialmente preocupante.
Los nuevos alumnos tienen serios problemas para prestar atención. Están más pendientes de las pantallas que de la realidad real, valga la redundancia. En los colegios se ha apostado por la digitalización, que ahonda en el problema. Y los chavales, hasta ayer mismo, buscaban cuatro datos, cortaban y pegaban, y pensaban haber hecho un trabajo de investigación -en los 80 hacíamos más o menos lo mismo, pero por lo menos teníamos que pasar a máquina lo que ponía en este libro o aquella enciclopedia, y costaba muchísimo más encontrar información-.
Este determinado problema se agrava con el ChatGPT y sus variantes. Porque ahora basta con preguntar, dar un par de instrucciones y esperar unos segundos: el chaval tendrá un texto decente, bien ordenado y perfectamente aprobable (muchos ni siquiera cambian el formato que les proporciona la IA; a estos no cuesta demasiado pillarlos). El problema es que generalmente aceptan acríticamente lo que les dice la máquina. Pero ese, en mi opinión, no es el principal problema, sino que agrava uno anterior.
Un fenómeno histórico perpetuo es la imposición de una determinada perspectiva de las cosas. Con Internet el asunto se hizo mucho más sencillo de conseguir e, incluso, estamos a punto de que lo que no se ha subido quizás deje de existir, de haber existido –es decir, Internet como productor de la realidad–. Y recordemos que estos chats de IA recurren a la propia web como principal fuente –supongo que DeepSeek también recurre a la Oficina de Información del Gobierno de la República de China, una suerte de orwelliano ministerio de la Verdad–. Con lo que determinados errores o sesgos se repetirán en el futuro, sobre todo en favor de determinados intereses o imposiciones. Personalmente, encuentro al ChatGPT un poco demasiado políticamente correcto, y con tendencia a usar un castellano no siempre correcto en gramática ni forma.
El viejo problema ahora se agrava, pues los alumnos, con los nuevos modos educativos, no desarrollan la capacidad de discriminar lo verdadero de lo dudoso o de lo completamente falso. Incluso tienden a aceptar lo que dice la pantalla como indudable. Es habitual que argumenten con la oración «lo he leído en Internet», como si fuera un dogma de fe.
A pesar de que este problema –la aceptación acrítica de la información, en un mundo donde la mayoría de jóvenes se informa a partir de las redes sociales– es gravísimo, hay un asunto aún más preocupante: crece la tendencia a que estas IA, en lugar de útiles herramientas que ayuden a nuestro progreso y crecimiento, se conviertan en auténticas inteligencias sustitutivas. Cada vez es más habitual, en los colegios pero también en la universidad, que muchísimos estudiantes realicen sus trabajos según los dictados –y no con la ayuda, que es algo bien diferente– del ChatGPT o similar… sin procesar prácticamente nada, es decir, sin aprendizaje ni desarrollo neuronal.
Así, más allá de la ya característica cualidad de nuestros días que perpetúa errores y fomenta bulos –y para lo que el ChatGPT, bien usado, podría ser una solución–, la IA puede convertir a nuestros alumnos en sobresalientes estudiantes que dejen de usar su propia inteligencia porque ahora disponen de un esclavo presuntamente obediente que, además, nunca se queja y es sumamente cortés. Lo tienen a su completa disposición y, sin duda, es la manera más cómoda de hacer cualquier trabajo, académico o no.
Así, vivimos ya en un mundo en el que se recurre a la Inteligencia Artificial para que haga lo que deberíamos hacer nosotros. En educación, los estudiantes lo usan para tener más tiempo para jugar, salir, viajar o navegar. Que nadie se preocupe: quizás su propia inteligencia, su discreto discernimiento, su espíritu crítico apenas se desarrollen, pero seguro que a todos les entregaremos el correspondiente título académico.