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19 de abril de 2024

Sánchez durante la clausura del Congreso del PSOE.

Sánchez durante la clausura del Congreso del PSOEEfe

40º Congreso del PSOE

Sánchez despierta del sueño del Congreso del PSOE y ve que su crisis de imagen sigue ahí

Los socialistas se han dedicado durante tres días a mirarse en el espejo y gustarse. Tan ensimismados que no han reparado en los dos zarpazos electorales que han sufrido en 48 horas. Toca volver a la realidad

La diferencia entre este 40º Congreso del PSOE y un mitin del PSOE es que en un mitin un personaje como Santos Cerdán, recién ascendido a los altares de la Secretaría de Organización, jamás habría sido uno de los más buscados para las fotos. De hecho Santos Cerdán es casi un dios en la nueva Ejecutiva socialista, pero también un desconocido para la militancia rasa del partido. Ya no digamos para los simpatizantes y votantes.
Y sí, resulta que a Cerdán le pidieron fotos. No una ni dos, sino muchas, que el poder tiene imán. ¿Raro? En absoluto si se tiene en cuenta que lo de este domingo en la Feria de Valencia tenía poco o nada que ver con un acto abierto a los ciudadanos. Al contrario: era uno de autoconsumo y reafirmación.

El PSOE se ha dedicado a mirarse en el espejo sacando músculo y gustándose

A eso se ha dedicado el PSOE en estos tres días. A mirarse en el espejo sacando músculo y gustándose. Espejito, espejito. A decirse a sí mismo que está en forma porque firma en el BOE y porque Pedro Sánchez ha sido capaz de juntar en el mismo escenario a Felipe González, Joaquín Almunia, José Luis Rodríguez Zapatero y él mismo sin que pase nada (malo).
Sánchez junto a González, Zapatero y Almunia.

Sánchez junto a González, Zapatero y AlmuniaPSOE

«Somos un partido unido, abierto, plural, democrático, que debate en libertad», afirmó Sánchez este domingo en su discurso en respuesta a la petición que un día antes le había hecho González: que no rehúya ni cercene los debates internos.
Y hasta ahí duró la polémica. Porque ni siquiera los expulsados de la Comisión Ejecutiva Federal han dicho una palabra más alta que otra. Nadie hablaba de purga sino de renovación y rejuvenecimiento. 
Óscar Puente, relegado de una portavocía que casi ni había estrenado, se limitó a desear «toda la suerte del mundo» a su sucesor, Felipe Sicilia. Susana Sumelzo se despidió declarándose eternamente agradecida a Sánchez por haberle concedido el «privilegio y el orgullo» de formar parte de su dirección hasta ahora». Y así sucesivamente.
«Esto parece más una Fiesta de la Rosa a lo grande que un Congreso del PSOE», señaló un dirigente socialista a El Debate. Entregados a la autocomplacencia, ni repararon en que en tres días han recibido dos zarpazos electorales mientras estaban ensimismados. 
El viernes el CIS, con un recorte de la distancia entre Sánchez y Pablo Casado de tres puntos en tres meses. Hasta José Félix Tezanos, imputado por favorecer al PSOE en sus barómetros, ha tenido que rendirse a la evidencia del ascenso del líder de los populares. El domingo una encuesta de GAD3 para ABC que sitúa al PP 3,4 puntos por delante. Y La Razón, hoy mismo, también apunta a un posible gobierno de Casado con apoyo de Vox.
«Sánchez habla de un nuevo comienzo del PSOE. Y lo es, directos a la oposición. Éste va a ser el último congreso del PSOE con Sánchez como presidente del Gobierno. El cambio de ciclo es imparable», se apresuró a difundir el PP.

Sánchez tiene al enemigo fuera

El PSOE está unido en torno a la figura de Sánchez, nadie lo discute después de este 40º Congreso. Ésa es la buena noticia para las socialistas y el mantra que no dejan de repetir y repetirse. Pero la mala es que el enemigo, esta vez, está fuera: un PP que avanza hacia las próximas citas electorales (andaluzas, autonómicas, municipales) habiéndose deshecho de Ciudadanos. 
Y que tiene una ventaja respecto al PSOE: el problema con la financiación autonómica –que irá aumentando conforme avance el calendario electoral– lo tiene Sánchez con sus presidentes regionales, no Casado con los suyos. Ya no digamos si metemos en la ecuación a los independentistas y las deudas a altísimo interés que tiene contraídas el presidente con ellos.
Sánchez se presentó este domingo ante sus correligionarios como el guardián de las esencias de la socialdemocracia. «La socialdemocracia está fuerte y se reivindica con su vigor y su vigencia en todo el continente europeo. Es el ideal político más avanzado de nuestro tiempo, aunque tenga 150 años», presumió.
Ante la obsolescencia programada que padecen los partidos nuevos -le pasó a UPyD, luego a Cs, ahora a Podemos-, Sánchez se erigió como el heredero de un partido que trasciende épocas y modas y del legado de González y Zapatero. Que además cambia España y con España, aunque luego no se atreva a sacar una sola bandera nacional.
En la Feria de Valencia nadie habló de la sucesión del jefe de filas, faltaría más. Cómo hacerlo si su nueva Ejecutiva recibió este domingo un respaldo del 94,4%. Claro que también Mariano Rajoy tuvo el apoyo del 95,65% de su militancia apenas año y medio antes de que todo saltara por los aires en el PP.

Sánchez ha pasado el ecuador de su vida política y ha entrado en una dinámica peligrosa

Empieza a ser evidente que Sánchez ya pasó el ecuador de su vida política y ha entrado en una dinámica peligrosa. Dinámica que confía en revertir gastando el dinero de los fondos europeos, pisando la calle y dejándose tocar como un presidente de carne y hueso. 
La primera prueba no será para él sino para los dirigentes territoriales. Después, ya sí, vendrán las elecciones generales, dentro de dos años máximo. Y si no consigue seguir en La Moncloa el partido que este fin de semana le sonreía entonces le enseñará los dientes.
Espejito, espejito. En la mitología griega Narciso se enamora del reflejo de su propia imagen y aquello resulta ser su perdición. El triunfalismo exhibido por el PSOE en este 40º Congreso, que ninguna encuesta justifica, no presagia nada mejor.
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