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23 de abril de 2024

Imagen de Ortega Lara que envió ETA para probar su secuestro

Imagen de Ortega Lara que envió ETA para probar su secuestroEFE

El brutal castigo que sufrió Ortega Lara: pérdida de 23 kilos y masa ósea, estrés, ansiedad y depresión

Su lugar de encierro era un agujero húmedo, sin ventanas, de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 m de altura, iluminado por una bombilla

Los fastos de la OTAN, los muertos en el asalto a las vayas de Melilla, la crisis del gas con Argelia y las divisiones en el seno del Gobierno entorno a la política de defensa y otras muchas cosas hacen olvidar, lógicamente, el pasado. Los problemas del presente sitúan en último lugar de las preocupaciones del Gobierno todo lo relacionado con el pasado. No, esto no es cierto.
Los problemas, en algunos casos de hace casi un siglo, más la represión de la primera democracia española sobre los asesinos etarras, sí está presente en la agenda de actualidad del Ejecutivo y de su sostén parlamentario. Pero sólo estas cuestiones son importantes: las checas rojas en Madrid, los asesinatos indiscriminados por el maquis, los asesinatos, raptos y torturas cometidos por ETA y el GRAPO no interesan, pues son historia. La Ley de Memoria Democrática es un instrumento para hacer política de futuro, nada tiene que ver con el conocimiento y recuerdo del pasado. Es un nuevo mecanismo para reprimir la libertad de pensamiento y una cuartada más del sanchismo para embaucar a los españoles
El 1 de julio de 1997, hace 25 años, la Guardia Civil localizó en Mondragón la checa, el zulo, donde el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara se había pasado encerrado 532 días, casi 18 meses. Su lugar de encierro era un agujero húmedo, sin ventanas, de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 m de altura, iluminado por una bombilla. Durante su interminable prisión no le dejaron salir nunca del habitáculo que le servía de cárcel. Tenía un camastro y dos baldes, uno para lavarse y otro para hacer sus necesidades. Era alimentado tres veces al día con frutas y verduras. En un alarde de generosidad sus verdugos le daban todos los días un periódico, algunos libros, medicinas e incluso le dieron un reproductor de casetes.
El zulo en el que estuvo secuestrado Ortega Lara

El zulo en el que estuvo secuestrado Ortega LaraEFE

En la última etapa de su encierro estuvo casi en absoluto silencio, pues sus captores no querían hablar con él. Ortega Lara adelgazó 23 kilos, perdió masa muscular y densidad ósea, sufriendo trastornos del sueño, estrés postraumático, ansiedad y depresión. Ni el abate Faria, recluido en el castillo de If, ni los presos en los campos de concentración nazis o en los goulash estalinistas tuvieron unas condiciones tan terribles de vida como Ortega Lara durante su cautiverio. El sufrimiento de Ortega Lara, y de tantas otras víctimas de ETA, justifica que el mundo abertzale tuviera su propio juicio de Nuremberg. Un Nuremberg que nunca se produjo ni se va a producir.
En su liberación intervinieron más de 60 policías. Fueron detenidos sus cuatro secuestradores, que se mantuvieron en silencio sobre el paradero de su secuestrado. Los guardias civiles sabían que estaba allí, pero no conseguían dar con el escondite. El juez Baltasar Garzón estaba a punto de cancelar la operación, pero la insistencia del capitán de la Guardia Civil Manuel Sánchez Corbí, jefe del operativo, permitió encontrar el mecanismo que desplazaba una máquina que ocultaba la entrada al zulo. Si no llega a ser por Sánchez Corbí, Ortega Lara habría muerto de hambre y de sed, solo y olvidado, en su prisión.
En represalia, ETA, una semana más tarde, el 10 de julio, secuestró y asesinó al concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco.
El 10 de junio de 2005 comenzó el juicio a los dirigentes etarras Julián Achurra Egurola (Pototo) y José Luis Aguirre Lete (Isuntza) organizadores del secuestro. Según la sentencia, Pototo ordenó a los etarras José Luis Erostegui, Javier Ugarte, Josu Uribetxeberria Bolinaga y José Miguel Gaztelu Ochandorena el rapto de Ortega Lara.
El etarra José Luis Erostegui Bidaguren, el último de los miembros del comando que secuestró al funcionario de prisiones José Ortega Lara y que participó en el asesinato de varios guardias civiles, dejó en marzo del 2020 la cárcel de Herrera de la Mancha. Ugarte dejó la prisión en julio de 2019. Gaztelu salió de la cárcel en octubre de 2017. Josu Uribetxeberria Bolinaga fue juzgado y condenado a 178 años de cárcel por el asesinato de tres guardias civiles, a 14 años por secuestrar durante 116 días al empresario Julio Iglesias Zamora en junio de 1993, y a 32 años por el secuestro de Ortega Lara. En agosto de 2012, le diagnosticaron un cáncer terminal. Inició una huelga de hambre para reclamar su excarcelación que fue secundada por otros 254 miembros de ETA en prisión. El 17 de agosto el Ministerio de Interior le concedió el tercer grado penitenciario, proponiendo a la Audiencia Nacional que le concediera la libertad provisional «por razones humanitarias», aunque con condiciones. La AVT consideró una «traición» esta decisión del Gobierno.
El 12 de septiembre la Audiencia Nacional decretó su puesta en libertad, rechazando el recurso contra su excarcelación interpuesto por la Fiscalía. El exjuez Baltasar Garzón mostró públicamente su desacuerdo con la Fiscalía afirmando que «un Estado de derecho no puede permitir que una persona muera en prisión». El auto de libertad condicional, de fecha 30 de agosto de 2012, recogía que padecía un cáncer generalizado, terminal y en situación irreversible, según los informes forenses, factor determinante para la resolución favorable. El 16 de enero de 2015, falleció en Mondragón.
Si el capitán de la Guardia Civil Sánchez Corbí no se hubiese empecinado en buscar a Ortega Lara, este estaría muerto enterrado en el zulo en el que lo tuvieron encerrado sus torturadores etarras al no querer decir estos dónde estaba su víctima.

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