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16 de abril de 2024

Los disparos que han matado a Alejandro se han producido en la carretera que une Argamasilla con Villamayor de Calatrava

Los disparos que han matado a Alejandro se han producido en la carretera que une Argamasilla con Villamayor de CalatravaEuropa Press

El asesino de Ciudad Real, a su padre: «Te voy a pegar dos tiros, no cumples los 81»

Una discusión por cómo pintar unas rejas fue la razón del estallido violento del hombre que mató ayer a tiros a tres personas en Argamasilla de Calatrava

Alfonso, a sus 52 años, no estaba bien. En algún momento de su pasado tuvo un accidente severo que le provocó serios problemas cerebrales y su comportamiento mudó. En el pueblo lo resumen con una frase: «No pensaba con normalidad». De hecho, estaba sometido a un intenso tratamiento psiquiátrico. Le habían cambiado las pastillas y la modificación no le había sentado bien. Tenía más estallidos violentos y pensaba peor. Tanto que su padre, con el que vivía, porque el matrimonio estaba roto, había pedido cita con el especialista para que hiciese algo, así no podían seguir. Tenían que acudir al médico hoy. La cita se canceló ayer.
Veinticuatro horas antes de acudir a ver al psiquiatra, Alfonso y su padre, estaban en su finca de Argamasilla de Calatrava, Ciudad Real. El hombre había decidido que las rejas de las ventanas del chalé en el que residían, se habían oxidado en demasía y quiso darles un lavado de cara. Iban a pintarlas. «Voy a sacar la radial y voy a lijar estos tubos», anunció Alfonso a su progenitor. «No, nada de radial. Vamos a hacer las rejas», le contestó con buen tono el hombre. Alfonso no aguantó la frustración de que le llevaran la contraria y se metió a casa.
En ese momento llamó la madre al padre y hablaron por teléfono. «¿Cómo está hoy Alfonso?», le preguntó la mujer. «Hoy, regular», contestó su ex marido. «Pásamelo», pidió la mujer. Madre e hijo hablaron. «¿Cómo estás?», insistió ella. «Bien», contestó tajante Alfonso. «Vale, bueno, no te olvides de tomarte la medicación. ¿Vale?», le pidió. «Que sí», respondió. Nada más colgar, Alfonso fue a por un punzón y lo blandió delante de su padre. «Hoy es tu cumpleaños, pero no vas a cumplir los 81», le amenazó mientras lanzaba puntazos. El padre fue retrocediendo de espaldas para evitar la confrontación. Tropezó y se cayó. Su hijo se abalanzó sobre el furibundo atacando con el punzón la cabeza. El hombre trató de parar la acometida con las manos, que también sufrieron heridas. De repente, el agresor paró, miró a su padre y, como si lo hubiera decidido en ese momento, le advirtió: «Te voy a pegar dos tiros».
La Guardia Civil en el lugar de los hechos

La Guardia Civil en el lugar de los hechos

Se dio la vuelta y se metió en la casa. El padre sabía que iba a por el rifle con mira telescópica. Huyó a toda velocidad, al salir de la finca, cerró la cancela y avisó al vecino. «Corre que mi hijo se ha vuelto loco y ha ido a por el rifle», le advirtió. Los dos corrieron hasta donde les dieron los pulmones. Sonó el silbido de una bala, que les pasó muy cerca. Corrieron más. La muerte les perseguía. Sonó una segunda bala y el vecino cayó desplomado al suelo. Le había dado en la pierna y el proyectil le había perforado la vena femoral. José Luis, que así se llama el vecino, gritó del dolor. Pero las balas seguían silbando. El padre de Alfonso sabía que aquella bala iba destinada a él y que su hijo no pararía hasta matarle, así que siguió corriendo por la carretera en dirección a Puertollano.
Entonces llegaron dos guardias dos policías locales. Alfonso los recibió a tiros. Se escondieron detrás de sus coches y respondieron disparando. Pero el coche no les protegía mucho. Cruzaron la carretera y se tiraron en la cuneta. Cuerpo a tierra. Establecieron un perímetro de seguridad, porque coche que pasaba por la carretera, coche que recibía un balazo.

Llegan los refuerzos

Los refuerzos fueron llegando y se estableció un dispositivo de seguridad. En un momento dado, un todoterreno de la Policía Nacional acudió a rescatar al vecino que se desangraba y a los agentes tirados en la cuneta. Circuló por la carretera y se puso a la altura del herido y de los dos policías locales. Los dos guardias estaban más lejos. Los agentes parapetándose como pudieron detrás del vehículo trataron de agarrar y subir dentro al herido, pero Alfonso, enloquecido, inmerso en una furia asesina, apuntó y disparo. Uno de los agentes recibió un balazo en la cabeza y murió en el acto. El otro recibió un impacto en el glúteo, con orificio de entrada y salida, que lo tumbó en el suelo.
El conductor sale del vehículo y se tira al suelo. Entonces los agentes del perímetro ven un furgón blindado de una empresa privada que pasa por allí y lo paran. Había que tomar decisiones urgentes para tratar de salvar la vida a los heridos. Un grupo de agentes se parapeta detrás de él mientras avanzan. Desde el chalé llueven los disparos. Los guardias respondieron con sus armas, pero con escaso éxito. Al final lograron llegar donde los heridos para evacuarlos, pero el vecino ya estaba muerto, desangrado, y nada se pudo hacer por el policía local herido en la cabeza. Se llamaba Alejandro Congosto Gómez y fue un héroe. La mala suerte hizo que durante la operación, un guardia recibiera un disparo en la pierna. Una bala rebotada que pasó por debajo del furgón. Lo hirió.
Se decidió enviar un dron del Equipo Pegaso para localizar al tirador. A través de las imágenes vieron a Alfonso tirado en el suelo, inmóvil, probablemente herido en alguno de los intercambios de disparos. Las primeras patrullas decidieron acercarse hasta el lugar y lo localizan con débiles constantes vitales, con el arma al lado, pero sin moverse. Le retiran el rifle y se da por concluida la amenaza. Cuando llegaron los sanitarios, Alfonso había fallecido.

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