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29 de marzo de 2024

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Pilar, la presidenta de comunidad de una casa de Madrid que lo tenía todo menos una buena vecina

La sospechosa asegura que Pilar se murió porque se resbaló, cayó al suelo y se dio en la cabeza. Ni el juez instructor ni los investigadores la creen

Pilar estaba rodeada de amor. No había día que sus tres hermanos y sus sobrinos no le dijeran lo que le querían o fueran a verla. La familia Moreno es de esas en la que los lazos familiares no se diluyen por la falta de contacto; al revés, están atados unos a otros por el cariño y esos nudos conforman una red de seguridad: del alma y también física. Por eso detectaron enseguida, el mismo día en que luego se reveló que mataron a Pilar, que algo le había ocurrido. Fue uno de sus hermanos el que se presentó en el domicilio donde ella residía después de insistir por teléfono varias veces y que no atendiera las llamadas.
Acudió raudo a la casa de la calle Oca, de la que obviamente tenía llaves para emergencias, y entró en el domicilio. Ya se mosqueó al abrir la puerta. Su hermana siempre cerraba con dos vueltas de llave y en este caso sólo tuvo que dar un leve giro de muñeca para abrir la puerta: sólo estaba cerrada por el resbalón.
El primer detalle que le chocó nada más entrar fue observar que el pomo donde Pilar colgaba la mascarilla que seguía usando cada vez que salía, no estaba vacío: todavía colgaba una limpia y nueva. El detalle le escamó, pero no reflexionó mucho sobre el asunto porque entró buscándola como un toro habitación por habitación, sospechando que quizá le había pasado algo y se había desmayado.

Una contradicción importante

No la encontró. Entonces se fijó en los detalles: su hermana se había dejado la luz encendida, el móvil y la ropa de deporte preparada, limpia y planchada, para usar. Una de sus rutinas era mantenerse en forma y saludable. Quiso pensar que quizá había salido un momento con premura y enseguida regresaría, pero con el pasar de las horas el desasosiego aumentaba parejo.
El resto de hermanos, mujeres y hombres de unos 70 años, acudieron inmediatamente preocupados, todos a una a echar una mano. Hablaron con unos y con otros y así averiguaron que la última persona en ver a Pilar era una tal Marta, vecina de rellano de Pilar. Se lo contaron a uno de los sobrinos, que ese 27 de febrero, recibió la llamada de su madre nada más terminar su jornada laboral. No lo dudó, se acercó inmediatamente a la calle de la Oca. Lo miró todo y acostumbrado a escribir sobre misterios, cuando le dijeron que Marta había sido la última persona que estuvo con su tía, decidió llamarla desde el teléfono de la propia Pilar. Esa iniciativa fue la pieza clave que ayudó a resolver el caso.
Le preguntó cómo iba vestida su tía cuando la vio por última vez, cómo fue la despedida, dónde fue... Y repitió alguna de las preguntas a lo largo de la conversación. Ella le contó una milonga y en un momento dado, se contradijo. El nieto ni la creyó ni dejó de hacerlo, pero se mosqueó y cuando acudió a la Policía a presentar la denuncia por desaparición hizo hincapié en esa contradicción. Acostumbrados a sospechar, a los del grupo V de homicidios de la Jefatura Superior de Policía de Madrid se les arrugó el morro al escuchar el relato y decidieron seguirla discretamente, sin que se enterase.

Cenizas y huesos en un saco

Marta había abandonado el domicilio de la calle Oca el mismo día de la desaparición de Pilar y se había instalado en un pueblo de Toledo. A pesar de que era más difícil, los agentes se escondieron en las sombras para no ser detectados y observaron sus movimientos. No tardaron en sorprenderse: Marta salió de su casa de madrugada, metió un saco de obra, que había comprado previamente, en el maletero y se dirigió a un vertedero de escombros cercano. Vieron cómo lo depositaba y justo después los agentes le dieron el alto y revisaron el interior del saco: había cenizas, restos de huesos humanos y el herraje de una maleta y su cremallera. La detuvieron inmediatamente.

Vieron cómo lo depositaba y justo después los agentes le dieron el alto

Con las horas averiguaron cuál pudo ser el móvil del crimen. Marta, vecina de la comunidad que Pilar presidía, esta molesta con ella porque no paraba de reclamarle una deuda de agua y electricidad, hablamos de algo menos de mil euros. En la comunidad el agua y la luz eran comunitarios y como Marta no pagaba desde hacía meses el Canal de Isabel II había amenazado con cortarle el agua a todos los vecinos. Pilar asumió la labor de reclamarle el dinero a la morosa. Marta se debió molestar y el 27 de febrero le tendió, según los investigadores, una emboscada. La citó en su casa diciéndole que ya tenía los recibos del banco que acreditaban que había subsanado las deudas.
Pilar acudió confiada y allí murió. Según Marta, su vecina se cayó, se golpeó malamente la cabeza con el lavabo y se murió. Y como si fuese lo más normal del mundo, ella la metió en una maleta, se la llevó a Toledo y quemó su cuerpo. El juez de instrucción no se cree una palabra. En el auto de prisión al que ha tenido acceso El Debate, dice: «Marta ha reconocido que el día 27 de febrero en su domicilio de la calle Oca 64 Pilar se cayó sola de espaldas, se golpeó la cabeza comenzando a sangrar abundantemente y falleció, ante lo cual, Marta limpió su piso con lejía, guardó el cuerpo en un maleta, lo llevó a una finca en un pueblo de Toledo que utilizan sus padres, quemó con gasolina durante horas la maleta con el cuerpo de Pilar en su interior (para reducirlo a cenizas) operación que volvió a repetir al día siguiente al comprobar que quedaban restos del cuerpo, y finalmente tiró dichos restos a un vertedero» .

Su Señoría cree que miente

El juez no se cree una palabra del testimonio de la sospechosa: «Considera este Juzgado, que el relato de Marta es incoherente y la realidad de sus actos consistentes en esconder un cadáver y quemarlo (comprobados objetivamente por la Policía) revelan una planificación, totalmente incompatible con una muerte accidental de la fallecida. Para empezar no es normal que las personas se caigan solas de espaldas se golpeen y fallezcan, pero a efectos meramente hipotéticos, aunque diéramos por buena esta versión de la caída accidental de Pilar, lo lógico en este caso es pedir ayuda y llamar al 112 solicitando asistencia sanitaria. No tiene sentido que una persona fallezca accidentalmente en el domicilio de la investigada, y esta en vez de avisar, como sería lo normal, a los servicios sanitarios y a la Policía, decida hacer desaparecer el cuerpo».
«Considera este Juzgado que esta forma de hacer desaparecer el cuerpo, con una maleta grande ya preparada y de forma consecutiva acudir a la finca de sus padres en Toledo y quemar la maleta con el cuerpo (varias veces para reducirlo a cenizas como manifestó Marta a la Policía) no es fruto de una improvisación, sino que refleja una preparación previa y en consecuencia, desde el principio había una intención de matar a Pilar».

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