
Taller La Jácara de los Cuerpos Imposibles
El 'wokismo' toma al Festival de Teatro Clásico de Almagro con travestis del Siglo de Oro y otras «versiones»
Dicen que este año el Festival refuerza su vínculo con la «creación emergente», lo cual pone sobre aviso un poco al escuchar y leer que «se reinterpretan textos clásicos con una mirada subversiva»
El Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro va a seguir siendo el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, lo que pasa es que lo que llaman la «creación emergente», es decir, el revisionismo, lo woke, ha entrado en el Corral de Comedias más antiguo del mundo y en la ciudad que lo acoge.
Dicen que este año el Festival refuerza su vínculo con esta «creación emergente», lo cual asusta un poco al escuchar y leer que «se reinterpretan textos clásicos con una mirada subversiva, conectan pasado y presente, unen provocación y humor y realizan viajes de ida y vuelta al Siglo de Oro».
«Performatividad de género»
En esta dirección, y en el marco del programa de Residencias Artísticas hay un montaje que llaman de «teatro-danza», titulado La jácara de los cuerpos imposibles, que explora la «performatividad de género y el travestismo en el Siglo de Oro», según el Festival. Ante semejante sinopsis y escuchando a sus hacedores e intérpretes y viendo algunas muestras de lo que en esta obra va a aparecer, el susto se convierte en prudente desagrado.
Esa «jácara», más que un «romance alegre», parece (y se dice parece) un desmadre vulgar que su autor, Alberto Velasco, considera «necesario». Travestis en el Siglo de Oro, cómo no, pero no los travestis de los papeles de mujeres que hacían los hombres, sino en esa cosa que llaman, como si hablaran del método Stanislavski, la «performatividad de género», que tiene que ver con el teatro clásico lo que ustedes quieran.
«Lecturas contemporáneas»
Luego están las lecturas contemporáneas para directores noveles que, cómo no también, se guían por la dudosa tendencia que su propio nombre indica, como si Lope o Calderón no fueran lo suficientemente contemporáneos, lo cual deja al descubierto la impropiedad de hacerlo «contempóraneo», habitual eufemismo de cierta anarquía artística y desconsideración.
Y cuando una sinopsis actual dice de un texto clásico «una atrevida versión libre», concretamente de Calderón de la Barca, lo que significa es que (además del susto que produce) de atrevida nada tiene, porque lo atrevido en los tiempos dramáticos (en muchos sentidos) en los que se vive, sería en buena medida representar los textos y las obras como las hicieron sus genios creadores y no como quieren hacerlas quienes no son genios y tampoco creadores, por lo que se ve, sino en todo caso adaptadores o «versionadores». Imagínese (o véase) a una tal Britney (nombre clásico y español donde pueda haberlos) que representa a «todas las mujeres silenciadas y dominadas».
«Acercarse» a los clásicos
Y todo esto a partir de Calderón. Qué les habrá hecho Calderón para no dejarle tranquilo (ni en el Festival de Teatro Clásico de Almagro) y para no dedicar todo su extraordinario talento contemporáneo a hacer sus propias obras, y en ellas meter toda la performatividad de género, todas las atrevidas versiones y todo lo que quieran inventarse, para no tener que decir que versionan (así cualquiera se llama dramaturgo), por ejemplo, a Moliére «con mucho respeto y honor».
Sería mejor (o podría serlo, que uno no tiene por qué tener la razón), que los jóvenes creadores se acercaran a los clásicos (que es lo que dice el propio Festival que hacen), pero sin tocarlos, casi como se avisa a los niños en los museos, y los usaran para inspirar sus propias obras y no para destruir aquello tan precioso a lo que ya no se acercan sino asaltan tan temiblemente.