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28 de marzo de 2024

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès

El presidente de la Generalitat, Pere AragonèsEFE

Cataluña

Aragonès «mata» el 1 de octubre

Desde Junts recelan del «acuerdo de claridad» que el presidente de la Generalitat va a plantear al Gobierno

«El referéndum ya está hecho, es el del 1-O, es mandato a implementar». Así de claro se manifestaba hace unos días la presidenta de Junts, Laura Borràs. Un referéndum ilegal del que el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha pasado página al anunciar su propia hoja de ruta, que pasa por un «pacto de claridad» similar al que ya se ha llevado a cabo en Canadá. Un acuerdo que «identifique cómo y cuándo» Cataluña podrá volver a votar para que esta vez sí, sea un «referéndum definitivo y efectivo». Es más, ha llegado a asegurar que «sólo la legitimidad de un referéndum acordado puede sustituir el 1 de octubre».
Lejos quedan aquellos días en los que unos y otros defendían a capa y espada esa consulta, aquellos días en los que la secretaria general de ERC, el 27 de octubre de 2017 escribía este mensaje en Twitter: «Hola, hola, holaaaa! #RepúblicaCatalana». Mensaje al que respondía Laura Borràs agradeciéndole la «dignidad, la indignación y la firmeza» demostrada por Rovira para hacer posible «la republica catalana».
Pero a punto de llegar al quinto aniversario del 1 de octubre, el anuncio del presidente de la Generalitat parece «matar» esa consulta ilegal. Y eso que parecía que esta efeméride podría servir para que el independentismo intentara cerrar filas. Pero ni por esas. Junts mantiene una posición más maximalista, mientras que ERC parece abandonar la vía unilateral. No es sólo el anuncio de Pere Aragonès. Hace unos días, en una entrevista, la secretaria general de ERC, Marta Rovira, reconocía que Cataluña no está preparada ni está cerca de convertirse en un estado independiente. E instó a aquellos que defienden que se aplique ya el «mandato del 1 de octubre», a que explicasen cómo lo iban a hacer, cómo lo podrían garantizar sin que el Estado se quedara de brazos cruzados. Recordó que hace cinco años se aplicó el artículo 155 de la Constitución, además de que Cataluña no contó con apoyo internacional.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, tiene trabajo por delante si quiere recuperar los ingresos por turismo de su región.

El presidente de la Generalitat, Pere AragonésDAVID ZORRAKINO - EUROPA PRESS

Aun así, en este Debate de Política General, Junts ha intentado mantener un cierto equilibrio, marcando distancias con sus socios, pero lo justo para evitar la ruptura total del Govern. Eso sí, recelan de esa propuesta a la canadiense porque ERC no «ha cumplido» con parte del acuerdo de legislatura. Y piden un «rumbo claro, creíble y compartido para conseguir la independencia», decía el portavoz de Junts Albert Batet. ¿Y qué puntos no se cumplen? Precisamente los que se refieren a la dirección estratégica dentro del movimiento independentista, el enfoque del diálogo (Junts ha rechazado de plano la mesa de diálogo con el Gobierno) y la coordinación de ambas formaciones en Madrid, tres «puntos nucleares» para Junts, que considera que ningún partido, en alusión clara a Esquerra, «debe imponer su estrategia», además de acusar a Aragonès de actuar de forma «unilateral» y al margen «de la cultura de coalición».
Se trata de una ERC que rebaja el tono, aunque desde algunos sectores de Junts recuerdan que fue precisamente desde las filas republicanas donde más se presionó para que el entonces presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, continuara su huida hacia adelante y activara el mecanismo de la DUI.
Desde la CUP miran los toros desde la barrera, las discrepancias entre los dos socios de gobierno. La diputada anticapitalista, Eulàlia Reguant, les pedía que dejen atrás el partidismo. «No tenemos fórmulas mágicas, de hecho, nadie las tiene, pero solo escuchamos propuestas retóricas que siguen siendo usadas como armas arrojadizas», les censuraba Reguant, quien por otro lado rechaza el pacto de claridad de Aragonès, porque «la Moncloa no ha tardado ni 30 minutos en descartarlo», lo que a su juicio demuestra también que la llamada mesa de diálogo no es una herramienta útil para el independentismo, ante la pasividad el Gobierno. Por eso apuesta porque los separatistas dejen «de vivir del recuerdo y la nostalgia del 1-O», van más allá y lleven el «conflicto» a otro nivel, a un marco internacional.
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