Claustro del monasterio de las capuchinas de Manresa

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Religión

Otro convento cierra sus puertas en Cataluña: las capuchinas dejan Manresa después de 400 años

Ya ha salido la última de las monjas que allí residía, Pilar Lumbreras, de 92 años

El convento de las hermanas capuchinas de Manresa, situado en pleno centro de la ciudad, ya está vacío. De ahí ha salido la última monja que estaba en activo, Pilar Lumbreras, de 92 años, que se ha trasladado a una residencia. Con ella se ha puesto fin a un legado de 400 años de historia de las capuchinas en Manresa, la ciudad natal de la fundadora de la orden en España.

Ahora, el futuro del edificio es una incógnita. Está situado en un terreno de 4.000 metros cuadrados, de los que la mitad están construidos. Es «muy codiciado», deja claro Lumbreras, pero también precisa que «esta casa la desea mucha gente, pero nadie se atreve a decir: me la quedo».

El problema es el elevado coste de mantenimiento. El deseo de las monjas ha sido siempre que sea «útil» para la ciudad. En cualquier caso, el destino del inmueble depende de una federación de capuchinas, que es quien tendrá la última palabra.

En ese convento llegaron a vivir 25 monjas, aunque cuando llegó Pilar, hace unos 60 años, eran unas 16. De hecho, reconoce que nunca han sido una comunidad numerosa, pero se ha ido reduciendo la cifra lentamente desde que ella llegó. Ha sido doloroso dejar el convento, pero Pilar Lumbreras reconoce que «no tiene sentido» continuar con una sola persona, ella, viviendo en el convento, por el elevado coste económico que supone.

Mantenerlo no es barato. Ha explicado, en declaraciones a la Agencia Catalana de Noticias, que las propias administraciones y otras entidades se han mostrado interesadas en hacer «grandes proyectos» en el edificio, pero a la hora de la verdad, «a la hora de capitalizar la cosa, ven que no llegan», lamenta.

Reconoce que no ha sido fácil salir de la que ha sido su casa. Y cree que, con su marcha, se cierra «un hecho histórico para la ciudad». Pero también deja claro que no se tiene que ir «en contra de las cosas que van dando vida». «Cada época tiene sus cosas y estoy segura que gente consagrada a Dios habrá toda la vida, aunque las formas sean diferentes», asegura.

El cierre del convento también deja un vacío entre los fieles y vecinos que quisieron despedirse de Pilar. Ellos han puesto en valor la dedicación que han tenido las hermanas capuchinas todos estos años, acogiendo y ayudando en todo lo que podían. Son cosas, dicen, que no se «pueden cuantificar materialmente, pero tiene un valor sentimental muy grande».

Y ahora, el futuro más inmediato, es saber qué se hará con ese edificio. Hace 15 años las monjas suscribieron un contrato de donación con la Fundación Sociosanitaria de Manresa, que puso en marcha allí el Servicio de Atención Domiciliaria de la ciudad. El obispo de Vic, Romà Casanova, fue nombrado comisario pontificio, y, por lo tanto, era el encargado de regular las decisiones relacionadas con las cuestiones económicas. Ese contrato se revirtió, porque no contaba con las formalidades necesarias según la normativa canónica. Necesitaba disponer de la autorización de la Santa Sede.

Y en 2018 el papa Francisco emitió una instrucción llamada ‘Cor Orans’ sobre la vida y la organización de algunas comunidades, y que establece la necesidad de que estén federadas con otros conventos y monasterios con el objetivo de trabajar y tomar decisiones de forma conjunta.

El Monasterio de Pedralbes

Recordemos que hace solo unos meses, en febrero, otro convento cerró sus puertas, el de Santa María de Pedralbes, en Barcelona, después de casi 700 años de historia. Las tres últimas monjas que vivían allí se trasladaron a la fraternidad de Santa Clara de Vilobí d’Onyar, en Gerona. Los fieles intentaron evitar este desenlace. Convocaron manifestaciones y llegaron a enviar una carta al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, para pedirle que las monjas se quedasen en el convento.

Hicieron lo propio con el cardenal de Barcelona, Juan José Omella y con el Santo Padre. Precisamente Omella respondió por carta y vía telefónica. Agradeció el interés por las clarisas y afirmó que ha apoyado a esta comunidad desde su llegada a Barcelona. Sin embargo, dejó claro que la decisión recaía exclusivamente en la federación de las clarisas, encabezada por la abadesa del monasterio de Vilobí d’Onyar, Sor Clara.

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