Ximo Puig, presidente de la Comunidad Valenciana

Ximo Puig, presidente de la Comunidad ValencianaEFE

Comunidad Valencia  Las medias tintas de Puig frenan la recuperación de la Comunidad Valenciana

La tibieza del presidente valenciano ha provocado que las medidas lleguen tarde y atenuadas y las reivindicaciones ni siquiera se planteen a Sánchez

Entre las muchas definiciones que analistas políticos y teóricos le dan a lo que significa gobernar y gestionar está la de «tomar decisiones». De ello hay innumerables ejemplos a lo largo de la historia y en el día a día.
Si estas decisiones se han de tomar en momentos claves o sobre asuntos cruciales, el cómo y cuándo se vuelven, aún sí cabe, más importante.
Ese modus operandi no parece que sea el que lleva a cabo el presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, en lo que a determinados asuntos puntales para la región se refiere.
El que está ocupando los titulares de los medios de comunicación a nivel nacional es el referente a la decisión del Gobierno central de recortar el trasvase Tajo-Segura y condenar a los regantes de la zona a un futuro tenebroso.
El Puig de 2023 dista mucho del Puig de 2022. Aquél, a pesar de que los campesinos del Levante venían semanas y semanas mostrando su indignación hacia la postura adoptada por el Ministerio para la Transición Ecológica, prefirió ponerse de perfil.

Discursos sin intención de actuar

Utilizando adjetivos que sonaban bien pero que, en realidad, estaban huérfanos de la más mínima intencionalidad política, el presidente valenciano dejó pasar la oportunidad de ponerse del lado de los regantes alicantinos sin fisuras. Por el contrario, se decantó por no enfadar más a un Pedro Sánchez con quien ya llevaba unas semanas de tiranteces a cuenta de la reforma fiscal que Puig decidió emprender por su cuenta y riesgo contraviniendo las directrices de la Moncloa.
En cambio, en los últimos días el jefe del Ejecutivo regional ha dado un giro de 180 grados a su actitud y ha decidido hacerle frente al Gobierno central y a su propio jefe de filas. Para ello, no ha dudado en utilizar expresiones duras, impensables tan solo un par de meses atrás, como que la ministra Teresa Ribera ha quebrado principios como los de «lealtad institucional e igualdad» o que su decisión respecto al trasvase es «inútil».
A día de hoy, no parece que la posición del Ministerio vaya a variar y todo apunta a que seguirá adelante con su plan de desmembrar el trasvase. Sin embargo, no se llegará a saber qué podría haber pasado si la contundencia mostrada por Puig tras las campanadas hubiese hecho acto de presencia a principios de otoño.
El deterioro de la relación entre el barón socialista y el presidente del Gobierno viene dándose desde la mencionada reforma fiscal. Las órdenes de la Moncloa y de Ferraz eran, como de costumbre, cargar las tintas todo lo posible contra Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno.
La razón: que seguían aplicando recetas liberales y, en base a ello, anunciaron una rebaja fiscal en impuestos como el IRPF o Patrimonio. La respuesta inicial de Puig, aún obediente a las directrices socialistas, fue seguir la línea marcada por su partido.
Incluso, llegó a pedir que se castigara a todas aquellas autonomías que bajasen tributos. Resulta curioso que, tan solo unos días después, fuera el propio presidente de la Generalitat el que anunciase una bajada de la renta a todos los valencianos que cobrasen hasta 60.000 euros. Eso sí, subió Patrimonio y gravó la compra de viviendas de más de un millón de euros.
Ese fue el clavo ardiendo al que se agarró Puig para intentar sofocar el incendio que provocó en las filas de su formación y en el Gobierno.
Juanma Moreno y Xmo Puig, durante su encuentro en San Telmo

Juanma Moreno y Xmo Puig, durante su encuentro en San TelmoEFE

Bien fuese por clave electoralista o bien por convencimiento económico, Puig rebajó impuestos. Sin embargo, el hecho de querer marcar distancias con Ayuso y Moreno le llevó a obviar ciertas recetas que, a tenor de los datos, están haciendo de la Comunidad de Madrid y Andalucía los dos principales motores nacionales en lo que a prosperidad se refiere.
Ahí, por ejemplo, están las cifras de inversión, de compras de vivienda, de creación de empresas o de nuevos afiliados a la Seguridad Social y en el Régimen de Autónomos. Por el contrario, Puig decidió, de nuevo, nadar y guardar la ropa.
Ciudades como Valencia o Alicante son competidoras directas de otras andaluzas como Sevilla o Málaga, que se está convirtiendo en un polo de atracción turística y empresarial más que notable.
Por clima, oportunidades laborales, infraestructuras, son similares. Por ello, incentivos como una menor presión fiscal o facilidades para la adquisición de una casa resultan imprescindibles para convertirse en referentes. De nuevo, las medias tintas de Puig, ese 'sí pero no' está haciendo que la Comunidad Valenciana vaya varios furgones atrás respecto a otras localidades.
Por último, una de las reivindicaciones históricas de la región es el cambio del modelo de financiación autonómica. Al respecto, el presidente autonómico no ha sabido hacerse valer en Madrid a la hora de sacarle algún compromiso por escrito a Sánchez ni a la ministra de Hacienda, María Jesús Montero.
Por el contrario, se ha inclinado por ir a rebufo y pedirle a Juanma Moreno que sea él quien lidere un frente común para que el reparto de los fondos entre las regiones de España sea más justo y equitativo.
De nada ha servido que la Comunidad lleve una década reclamándolo y que cuente con el respaldo unánime de los partidos en las Cortes Valencianas. Tampoco que Puig ostente la presidencia valenciana desde 2015 y Moreno desde enero de 2018. Ni si quiera, el hecho de que el barón socialista y el presidente del Gobierno sean del mismo partido. Los logros se limitan a ser cero.
En un contexto económico y social tan complejo como el actual, que la Comunidad Valenciana pudiese tener una financiación acorde a su población, a su relevancia nacional y los servicios que presta resulta esencial.
No obstante, que Puig únicamente lo exigiera en discursos solemnes como los de fin de año y no en las conferencias de presidentes, vuelve a perjudicar el desarrollo económico y general de una autonomía que ha de aspirar a ser puntera.
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