Aurelio Teno, en su taller

Aurelio Teno, en su tallerLa Voz

Diez años sin Aurelio Teno: un artista al alza

El Palacio de Congresos expondrá las 264 obras que posee

El próximo 1 de febrero se cumple una década del fallecimiento del artista Aurelio Teno. Ese día, su hija Mónica ha organizado una misa en la Catedral cordobesa, el lugar donde se puede admirar el Cristo de la Liberación que su padre hizo para el mausoleo del obispo José Antonio Infantes Florido y que finalmente fue donado al Cabildo.
Han pasado diez años desde su desaparición, pero su producción, tanto pictórica como escultórica, no ha perdido un ápice de la fuerza con que salió de las manos de Teno. La personalidad que imprimía a sus obras sigue tan vigente como en el primer momento, con esa potencia visual que siempre cautiva al espectador.
Aurelio Teno con Henry Moore

Aurelio Teno con Henry MooreLa Voz

El grueso de su obra se conserva en la provincia de Córdoba. El Ayuntamiento de El Viso tiene 240 piezas; el de Pozoblanco, 28, y 92 son propiedad de Cajasur. El mayor número corresponde al Palacio de Congresos, con 264, de las que 119 son pinturas, y próximamente se van a poder admirar en este histórico edificio, situado frente a la Mezquita Catedral y por el que pasará un público internacional cuando acaben las obras de reforma y esté a pleno rendimiento.

El Año Teno

Su hija recuerda el Año Teno, en 2014, cuando «se volcó todo el mundo e hicieron una labor extraordinaria». La obra del artista de Los Pedroches se prodigó en las diversas exposiciones que se organizaron por diversas instituciones, e incluso se pudo admirar en las galerías del Patio de los Naranjos, lo que da muestra de la excepcionalidad de aquel acontecimiento.
Mónica Teno señala que «quien ve una obra de mi padre sabe que es de Teno», como muestra de ese sello inconfundible que imprimía. Confía en que la exhibición de sus cuadros y esculturas en el Palacio de Congresos sirva para que «sea reconocido», así como para que «esté en la lista de los más grandes escultores de España, porque lo es y lo será».
Aurelio Teno, en el taller

Aurelio Teno, en el tallerLa Voz

Nacido en Minas del Soldado, en Villanueva del Duque, en 1927 su familia se mudó a la capital siendo él muy pequeño. Vivían en el entorno de la calle Sánchez de Feria, donde tenía su estudio el escultor Amadeo Ruiz Olmos. «De niño se quedaba mirando a ese señor y un día le dijo a mi abuelo que ese era lo que quería ser», comenta su hija.
Ruiz Olmos acogió en su taller al pequeño Aurelio «y al año dijo que no podía enseñarle más», que dominaba la escultura por sí mismo y pasó a formarse académicamente en la Escuela de Artes y Oficios. El siguiente paso lo da en un taller de joyería, donde aprende las técnicas que luego aplicaría a las piezas realizadas en plata y con pedrería. «Con mi tío Pepe montaron un tallercito y ahí empezó a evolucionar», añade Mónica Teno.

El Quijote del Kennedy Center

También amplía estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, vive en París donde se impregna de las vanguardias y regresa a España con unos códigos propios de expresión. El despegue internacional llega con la realización el monumento al Quijote para el Kennedy Center, de Washington, que inauguran los Reyes en 1976 en su primera visita oficial a los Estados Unidos con motivo de su bicentenario.
Teno, entre los Reyes, en la inauguración del Quijote del Kennedy Center

Teno, entre los Reyes, en la inauguración del Quijote del Kennedy CenterLa Voz

Aurelio Teno envia su maqueta del monumento porque así se lo aconsejaron unos amigos. «Mi padre era muy especial y no sabía que era un concurso en el que también estaba Dalí y José de Creeft y se lo dieron a mi padre», por lo que comenzaron a lloverle los encargos. Otro gran Quijote está plantado en pleno centro de Buenos Aires y en diversos puntos de España hay esculturas suyas, como la que corona el Puerto del Calatraveño.
Monumento al Quijote en el Kennedy Center de Washington

Monumento al Quijote en el Kennedy Center de WashingtonLa Voz

Teno, en el taller

A lo largo de sus 86 años de vida, Aurelio Teno se hizo un nombre propio en el mundo del arte en base al tesón y la constancia. Su hija recuerda que tras levantarse «se tomaba un café y se iba a trabajar». A partir de ese momento, «mi padre se metía en su taller y no se le podía molestar, había que dejarlo tranquilo, y sólo permitía que mi hija se pusiera a dibujar».
Allí, en el taller, era feliz. «Él disfrutaba con su arte, porque era un creador y es muy interesante ver a una persona crear, pero había que dejarlo a su aire», recuerda Mónica Teno. Ya fuera en Ávila, en Madrid o en Pedrique, la producción fluía al mismo ritmo que la imaginaba.
Aurelio Teno, en su taller

Aurelio Teno, en su tallerLa Voz

Aunque confiesa que no es una especialista, su hija conoce como pocas personas las obras de Teno: «Tiene una parte dulce, como las princesas o las águilas, y otra es desgarradora, es un grito a la vida».
La hija nunca intentó seguir los pasos de su progenitor, aunque «dibujaba bien y tenía buena mano para bordar, pero con un artista en la familia es suficiente». Ese artista es Aurelio Teno, del que se cumplen diez años de su muerte y al que Mónica califica como «un hombre muy interesante y muy carismático».
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