Gabriel Albiac

Gabriel AlbiacJesús D. Caparrós Carretero

Gabriel Albiac, filósofo, escritor y columnista

«El grado de desilustración de la sociedad española es atroz»

El columnista de El Debate ha participado en el ciclo España en Concordia que organiza La Voz de Córdoba

Si atendemos a la semiótica, ésta nos dice que vestir de negro transmite distintos mensajes que tienen que ver con el autocontrol y la independencia, sobre todo en los hombres. Gabriel Albiac (Utiel, Valencia,1950) viste de negro y así nos recibe en el céntrico hotel cordobés que le acoge horas antes de participar en un acto organizado por este periódico, y donde el filósofo y escritor también vestirá de negro. Albiac es un hombre sabio, y por tanto, educado, amable, accesible y agradecido. Humilde, aunque cuando comienza a hablar de Blaise Pascal y sus Pensamientos como elementos inspiradores en la obra teológica de Ratzinger pueda resultar inaccesible. Pero no lo es. Lo que expone lo hace con la pasión del amante de los libros y del conocimiento, con el discurso docente del catedrático, y con un lirismo inusual en la filosofía y en el ensayo.
Hace unos meses publicó sus memorias, tituladas En tierra de nadie (La Esfera de los Libros,2022) porque, en efecto, en ese terreno está ubicado el filósofo Albiac haciéndose preguntas, manteniendo la independencia - vestido de negro- que en realidad lo que supone es defender la libertad. Él se confiesa no creyente, pero ha venido a explicar el Dios oculto de Ratzinger con la admiración y el respeto de un hombre que se sabe finito y que conoce muy bien que hay preguntas, por últimas, que no se pueden responder con la luz del mundo.
Gabriel Albiac

Gabriel AlbiacJesús D. Caparrós Carretero

- El pensador es Ratzinger y el pastor, Benedicto XVI. Se produce una interesante dualidad a la hora de referirnos a la figura de este hombre.
- Es un cruce muy raro y muy poco habitual, en lo que yo conozco, en la historia de la Iglesia. Un personaje en el que coinciden, al mismo tiempo, una figura académica de primer orden en un campo muy específico, la teología, y la figura de un Papa. Normalmente un Papa no tiene ninguna obligación de ser un gran pensador, ni un gran filósofo y ni siquiera un gran teólogo. Tiene la obligación, en lo que yo puedo opinar al respecto - que es muy poco- de ser un buen pastor. En el caso de que, además de eso, se produzca la presencia de un peso académico tan notable, da una ocasión que creo que a lo largo del siglo XX no se ha producido en ningún momento, y es la ocasión de un diálogo no solo en el interior de la Iglesia católica - en la cual evidentemente la figura papal fija los criterios- sino de un diálogo con el exterior.
Por eso pienso que con Ratzinger, con independencia de valoraciones, se ha dado uno de los rarísimos casos en los que los no creyentes, y ese es mi caso, hemos encontrado un interlocutor a la medida de lo que un no creyente puede interrogar acerca de la religión y,quizá más genéricamente, acerca de lo sagrado. Cualquier persona de mi oficio conocía los trabajos de Ratzinger antes de que fuera Papa, sobre todo los escritos a partir de 1959. Trabajos que tratan de entroncar el cristianismo con las raíces de la filosofía griega, lo cual no es una tarea sencilla, porque se trata de engarzar lo que se ha definido de entrada como un monoteísmo claro con una tradición que se considera convencionalmente como politeísta. La relectura de Ratzinger acerca de cómo más allá de los dioses, que son advocaciones concretas en el mundo griego - τὸ θεόν, o sea, lo divino- y lo que en realidad interesa a un Platón o a un Aristóteles, sí crea un lenguaje común. Y sobre ese lenguaje común, la disparidad de las conclusiones es secundaria.
Nosotros en filosofía solemos decir que las conclusiones carecen de relevancia, que lo importante son las preguntas. Lo que le importa a un filósofo no son las respuestas jamás, sino la pregunta.
- Con Ratzinger se ha producido, creo, una injusticia habitual, y es que se ha tenido en cuenta su peso intelectual y la importancia del mismo tras su fallecimiento.
- No, no creo. Quizá eso se produzca en el medio periodístico o de información general, pero la dimensión académica de Ratzinger es muy anterior a su papado. Su obra es apreciadísima entre especialistas con anterioridad al papado mismo.
- O sea, que la mayoría de los medios lo han descubierto después de su muerte.
- En buena parte sí, y eso asombra, por lo menos a mí. Para los que venimos del medio académico, claro, eso asombra, porque a mí lo que me produjo estupor fue su nombramiento como Papa. Habían nombrado al señor que era, con 29 años, catedrático de Teología en la Universidad de Bonn, el mayor especialista del mundo, probablemente, en sus materias y quizá uno de los dos o tres teólogos más relevantes del siglo XX. Eso, para los que nos dedicamos al mundo académico, produce un cierto agrado.
- Usted presentó recientemente sus memorias, ‘En tierra de nadie’. Ese es un lugar cuando menos incómodo, porque se lleva uno disparos de todas partes.
- Bueno, se supone que esa es la obligación del filósofo. Desde los griegos, desde Sócrates primero, después Platón, Aristóteles o Epicuro, la idea del filósofo es la de aquel que pregunta. Y preguntar suele ser muy incómodo, porque lo que la complacencia común desea son respuestas. Es decir: un lugar claro donde estés, donde te sitúes. En filosofía no puedes tener un lugar claro ni un sistema de respuestas definido.Tienes la capacidad de saber que la tierra que pisas es siempre tierra movediza, o que nunca vas a poder identificarte con ninguno de los polos a los cuales te enfrentas, sino que vas a tener que atenerte toda tu puñetera vida al arte de analizarlos, es decir, de plantear preguntas. Si no te metes eso en la cabeza, nunca podrás hacer filosofía.- ‘En tierra de nadie’ me vino dado casi como una imposición. Empecé a escribir ese libro el día que cumplí 70 años, cuando estaba encerrado por la pandemia. De algún modo es enfrentarte ya a lo que es el tramo final de tu vida, y para qué engañarse, lo que sabes es que por fortuna has aprendido que no eres nada, que no eres nadie, que tu vida ha sido simplemente una cadena de preguntas para las cuales no hay respuesta. Es cojonudo.
Gabriel Albiac

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- Sobrevivió gracias a su biblioteca, como apuntó el día de la presentación. Pero con algo que produce desasosiego, y es saber que uno no tiene vida suficiente para leer todos esos libros.
- Eso es así. Cualquiera que tenga una biblioteca lo suficientemente grande vive eso. Borges lo planteaba en uno de sus poemas de un modo muy gráfico, y aunque no lo puedo recitar literalmente, venía a decir que «para cuantas páginas de esos libros soy yo ya un hombre muerto». Y eso es claro. Si tú tienes una biblioteca decente sabes perfectamente que hay ahí decenas de miles de páginas para después de estar muerto. Bueno, tratas de mantener la fidelidad a eso que, a fin de cuentas, creo que es la única fidelidad que se le puede exigir a un hombre que ha dedicado toda su vida al culto de la razón. Si no, no me hubiera dedicado a la filosofía. Como digo, el único deber que tienes con ello es preservar ese saber, tratar de que los libros estén a disposición de todo aquello en lo que puedan servirte y procurar que cuando tú no estés ellos puedan seguir estando.
- Confiesa usted que su mundo estaba «hecho exclusivamente de escritura».
- En las memorias no escribo exactamente eso. Digo «de escritura y mujeres». Son los dos hogares maternos, las dos cavernas básicas.
- Permítame que regrese a esa presentación, porque en ella dijo algo muy bonito: «El tiempo del hombre no es el de los relojes, sino el de los afectos». Ocurre que los afectos, hoy en día, son breves y líquidos.
- Y amnésicos. Naturalmente, cuando tú tienes dieciocho mil mensajes que te entran en un móvil, los cuales, todos, arrastran efectos de conmoción afectiva extraordinaria, una de dos: o los borras a las tres décimas de segundo o pereces, porque es completamente imposible acumular afectivamente tal cantidad de trivialidades y sobrevivirlas. Yo he tratado de protegerme en lo que he podido. No tengo redes sociales de ningún tipo y no tengo televisor desde el año 1972, cuando salí de casa de mis padres. Tengo una excelente biblioteca y, en efecto, sé que no dispongo de tiempo para agotarla. Pero mejor es no perder el tiempo con otras cosas.

No tengo redes sociales de ningún tipo y no tengo televisor desde el año 1972, cuando salí de casa de mis padres.

- Usted se hizo comunista por antifranquista.
- Naturalmente.
-¿Qué opina de los antifranquistas de hoy?
- No se puede ser antifranquista cuando no hay franquismo. No se puede ser ‘anti’ de algo que no existe (ríe). Eso es una coartada. Cuando tú te inventas un fantasma para poder definirte ante él, estás haciendo algo muy feo que Carl Schmitt analizaba magistralmente en el año 1932. Schmitt fue el ‘teólogo’ del nacionalsocialismo alemán y su idea era sencilla y de una eficacia absoluta: ¿queremos obtener una perfecta sumisión al Estado? No tenemos más que inventar un adversario. ‘Contra algo’ todo el mundo se identifica estupendamente. En estos momentos, pretender ser ‘anti un algo’ que no existe es un síntoma que hay que analizar. ¿Qué me está ocultando un señor que dice ser hoy antifranquista? A lo mejor lo que esconde, si tiene mi edad, es que cuando él tenía 17 años no estaba donde estábamos otros jugándonos el pellejo, o sencillamente lo que quiere es extraer rentabilidad social, electoral, política, cultural o del orden que sea, de una definición vacía.
- Sin embargo ese antifranquismo ha generado no solo una ley, sobre la que usted reflexiona en su libro Contra los políticos, sino quizá una industria partidista de la memoria.
- Eso es, sencillamente, un desbarre completo. La memoria no es legislable. Es un dislate, puro y simple, del mismo modo que su pseudoconcepto paralelo de ‘memoria histórica’. La memoria no es historia. Hay un libro de Todorov magnífico sobre el tema. La memoria es afectiva. La memoria es la carga de esos afectos que se amalgaman en ti y que se mezclan. Y no tienen por qué ser claros ni delimitables. Pero la historia no, ya que la historia es el conjunto de materiales documentales, y entre ellos, los testimonios filtrados a través del filtro documental. ‘Memoria histórica’ es una sandez, una majadería. Y claro que se ha convertido en una industria. Si tú dispones de una mercancía que está fuertemente cargada de afectos, con eso puedes hacer lo que quieras. El historiador no puede dejarse llevar nunca por eso. Yo puedo decir que el franquismo fastidió los 25 primeros años de mi vida. Luché lo que pude y cuánto como pude contra el franquismo. Pero sería un perfecto majadero si a la hora de analizar el fenómeno histórico llamado franquismo me dedicase a proyectar mis afectos de los 17 a los 20 años. A lo que estoy obligado es a establecer cuales fueron las lógicas del fenómeno que estoy estudiando. Nunca se puede entender nada proyectando afectos.
- Proyectando afectos y traumas, que es lo que parece que ocurre en el actual Gobierno español.
- A ver, haz un catálogo del Gobierno español y dime cuántos de sus miembros han sufrido monstruosamente a causa del franquismo o, mucho más sencillo, cuántos de ellos han tenido algún papel en organizaciones clandestinas de lucha contra el franquismo. Si encuentras dos, casi que excuso a los demás.
- También me refería a los traumas que subyacen en sus políticas feministas.
- Si nos referimos al ámbito de la liberación de la mujer, debo decir que yo tenía 18 años en el 68, y he vivido el momento en que, entre el 67 y poco más de los 70, la plena apropiación de la condición ciudadana fue realizada por completo en casi toda Europa. En España, bajo una dictadura, lógicamente las cosas operaron a un ritmo muy distinto y eso se produjo sobre todo en los años 80. Venir a estas alturas de la vida con historias acerca de la posición secundaria de las mujeres en la sociedad, si me está usted hablando de Etiopía, seguro que es así. Si se refiere a cualquier país europeo occidental, eso es una majadería absoluta . Hace unas semanas oíamos expresiones tan fantásticas como ‘el machismo de la magistratura’¡ Pero, señora mía, que el sesenta por ciento de los jueces son mujeres!
Y si no recuerdo mal, el setenta y tantos son fiscales.
Gabriel Albiac

Gabriel AlbiacJesús D. Caparrós Carretero

- Da la impresión de que el absurdo se ha instalado en el poder y se ha convertido, además, en algo doctrinario.
- Es que el absurdo es muy eficaz para imponer normas de mando. Piensa en el absurdo de la perversa amenaza judía que esgrime Hitler y toda centroeuropa en el primer tercio del siglo XX para crear disciplina, aunar y poder permitir, gratis, las monstruosidades más impensables. Todo el cálculo del poder es siempre ese, o sea, cómo poder hacer que actos que son por naturaleza duros y que por lo tanto generan dolor y resistencia, se puedan realizar de modo que salgan gratis. El mecanismo básico y más eficaz de todos es crear un adversario frente al cual tú puedas decir que es lo demoníaco, y lo que hagas contra él está siempre legitimado.

El absurdo es muy eficaz para imponer normas de mando.

- Dio buena cuenta del daño que hicieron los gobiernos de Rodriguez Zapatero en el título antes mencionado, Contra los políticos ¿Pensaba entonces que años más tarde ese daño estaría corregido y aumentado?
- Sí, por razones que se nos imponen a todos. El grado de desilustración de la sociedad española es atroz. Estamos viviendo un verdadero retorno a la Edad de Piedra en todo lo que concierne al ámbito de la lectura, del estudio y del conocimiento. El gran proyecto de los modelos totalitarios de entreguerras, tanto el alemán como el ruso, era el de configurar las conciencias a la medida. Hacer subjetividades regulables.En aquel momento se disponía solo de dos grandes medios simbólicos que se utilizaron de forma masiva y muy eficaz, la radio y el cine, y aparte de ello se utilizó la violencia en dosis inimaginables. En la actualidad, ese tipo de despotismo ha alcanzado una forma maravillosa y verdaderamente inmejorable, perfecta, que es la de poder tallar a la medida las subjetividades sin necesidad de primar la violencia, sino únicamente mediante un uso masivo de los aparatos simbólicos que atraviesan toda la vida cotidiana de los individuos. No hay un segundo en la vida de los individuos hoy que no àse a través de las redes, las pantallas, y las imágenes. Es decir, todo aquello que es controlable desde el poder.
- Sí hay una violencia silenciosa que es la cancelación.
- Por supuesto, pero ni siquiera duele. Yo prefiero ser borrado de los archivos a ser borrado en un horno crematorio. Y eso es infinitamente más eficaz.
- Dice el director de El Debate, Bieto Rubido, que uno de los días más felices de su vida profesional fue cuando usted aceptó su propuesta para mudarse de periódico.
- (Ríe) Fue común. Me lo había pasado muy bien en el ABC con Bieto. Llevaba muchos años trabajando para la prensa. Vengo profesionalmente del mundo académico, pero empecé en la prensa en el 89, cuando creamos El Mundo, que fue una experiencia verdaderamente apasionante. A continuación pasé por La Razón, donde también me lo pasé muy bien, y finalmente llegué al ABC. En todos los periódicos he disfrutado la experiencia, pero bajo la dirección de Bieto en ABC encontré una especie de savoir faire y de amabilidad dentro del frenesí que supone un periódico, manteniendo la calma y el sosiego. Y eso no tiene precio. Cuando él me ofreció la posibilidad de ir a El Debate, dije que sí.
- ¿Y cómo se siente en El Debate?
- ¡Uy, estupendo! (ríe)
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