La primera matadora de toros cordobesa de la historia, Rocío Romero, cumplió ayer su sueño de tomar la alternativa junto a dos figurones del toreo en una plaza señera como Pozoblanco. Y lo hizo a lo grande, abriendo la Puerta del Gallo en una corrida que resultó entretenida y que pudo resultarlo mucho más si el encierro llega a tener el punto de bravura que a todas luces le faltó.
Con el escenario preparado para la ocasión y rozando el «no hay billetes», la toricantana, cumplida la ceremonia de la cesión de trastos, brindó la faena de su primer toro a su padre, sufridor primero de esta aventura tan difícil y tan fuera de lugar en un mundo que malgasta el tiempo en lo pequeño en tanto que evita enfrentarse a lo grande. Su futuro como torero está por escribir, pero lo hecho hasta este preciso momento ya debe ser ejemplo de entrega, tesón, voluntad y vergüenza para jóvenes coetáneos expertos en realidades de pixel.
Así las cosas, en este toro del doctorado, Romero trasteó con empaque por bajo antes de enjaretar dos buenas series por la derecha que aumentaron en importancia al tomar la zurda, donde los lances se sucedieron con más acople y ligazón. Con media algo desprendida pasaportó al primero del encierro, lo que le permitió dar la vuelta al ruedo con la primera oreja de la tarde. Vuelta dada con gusto y elegancia y, como mandaban las antiguas costumbres, con capote y montera a la mano, nada de entregar las herramientas al primer peón que por allí pasase. Ole.
A su segundo, sexto de lidia ordinaria, lo recibió con una larga cambiada de rodillas, perdiendo el capote en el primer lance de verónica y quedando, por tanto inédita en esta fase de la faena. El toro cortaba por ambos pitones, como se demostró en banderillas, pero en la muleta como toda la corrida, se dejó hacer sin muchas estrecheces, saliendo suelto de los muletazos y sin acometividad. Romero se colocó peor en este toro, no obstante con la izquierda la faena tuvo más ritmo y composición.
Los pasajes de mayor belleza estética y compositiva los firmó Manzanares en su primero. Un toro con poca fuerza, sin fijeza y distraído donde, sin exigirle ni molestarle, le estructuró una faena fundamentada sobre la mano izquierda de suavidad y tersura aterciopelada. El conjunto pecó de falta de emoción, pero la culpa de este pecado no fue del torero.
A su segundo también le edificó la faena desde la suavidad y largura del natural, aunque con el mismo defecto de la sosería de su oponente, evidenciando a la postre una maestría y estado de forma que deben ser puestos en cuestión por enemigo más recio.
Roca Rey es el triunfo como forma de relación con el mundo. Por encima de cualquier circunstancia debe resultar ganador ante el público, ante su oponente, cosa fácil ayer, y ante sí mismo. Todo en él gira en torno a este propósito inexcusable e innegociable. Da lo mismo que el toro se distraiga al final de cada suerte, que suelte la cara, que derrote arriba incómodamente. Él se presenta todopoderoso, arrollador, inalcanzable e inagotable. A ese fin se supedita la estética e incluso el armazón de faena, que no existe como tal sino como hilo conductor que puede seguirse o no en función de como vaya transcurriendo la faena. Que no se alcanza la temperatura deseada en los tendidos, arrimón al canto. Y como no se le puede negar valor, el resultado está alcanzado, el objetivo cumplido y el triunfo, a la mano.
Bien es cierto que ante enemigos tan medidos en fiereza, el esfuerzo no es el de las tardes de compromiso, pero Roca se maneja bajo el mismo patrón. Compone la escena y ocupa el espacio como sólo lo pueden hacer los triunfadores. Elimina la duda propia y la que pueda suscitarse en el espectador. Sólo él reina. No hay toro que lo pare ni muletazo que lo descomponga por mucho en que ciertos momentos el lance sea más banderolazo que natural. El toro queda mudado en torete y el público sólo puede recurrir al reconocimiento del mérito, que sin duda lo tiene.
En definitiva, tarde entretenida, plaza llena, sueños cumplidos y ejemplo para muchos, sobre todo para la inmensa cantidad de jóvenes que poblaban los tendidos en su totalidad.
Ficha de la corrida
- Plaza de Toros de Pozoblanco. Tarde de agradable temperatura. Lleno.
- Toros de El Pilar. De presencia justa, sosos y descastados que, en su mayoría, fueron silenciados en el arrastre.
- José María Manzanares (De rioja y oro). Estocada (oreja). Estocada (oreja).
- Roca Rey (De teja y oro). Estocada (oreja). Dos pinchazos y estocada (oreja).
- Rocío Romero (De blanco y oro). Media estocada (oreja). Dos pinchazos y media estocada (oreja).