Fotograma de 'Espartaco', de Stanley Kubrick

Fotograma de 'Espartaco', de Stanley Kubrick

El portalón de San Lorenzo

Espartaco, el antiguo sindicalista

Con la democracia llegó otro tipo de sindicalista, unido explícitamente a ciertas ideologías y a ciertos partidos

Aunque el poder romano conoció a lo largo de su dominio varias revueltas de esclavos, algunas de ellas como las acaecidas en Sicilia de gran intensidad, es evidente que ninguna nos ha llegado hasta hoy con tanto eco para el ciudadano de a pie como la que protagonizó el tracio Espartaco.

La historia que nos relatan los historiadores Plutarco, Apiano y Floro, trasladada al cine con ciertas variaciones en la famosa película 'Espartaco' producida e interpretada por Kirk Douglas y dirigida por Stanley Kubrick en 1960, deja entrever, de forma más o menos soterrada, la admiración de los romanos por este rebelde que hizo del honor, el valor, la libertad y el compañerismo los valores sobre los que asentó su personalidad.

Espartaco fue uno de los cabecillas que iniciaron la sublevación en aquella escuela de gladiadores que pasaría a la posteridad propiedad de un tal Léntulo Batiato, en Capua, año de 73 a.C. De allí huyeron, pero no se limitaron, como se podría prever, a escapar cada uno por donde pudiera, sino que se agruparon, organizaron y formaron un correoso ejército que llegó a desafiar a la poderosa Roma.

Tras sus contundentes victorias iniciales sobre unas débiles tropas dirigidas por Clodio Grabo y el pretor Varino el movimiento rebelde fue a más. Descontentos de todo tipo, sobre todo de las poblaciones rurales, se les fueron uniendo. Con los primeros éxitos, sin embargo, la cohesión empezó a resquebrajarse. Otros líderes de la revuelta como Criso y Enómano abandonaron al grupo principal llevándose a sus seguidores. Separados del resto fueron presa fácil de las nuevas tropas romanas comandadas por Gelio y Léntulo. Les duró poco la alegría, porque Espartaco, que mantenía el grueso de las lealtades, pudo vengar a sus antiguos compañeros derrotándolos sin paliativos.

Ante la seria amenaza de un Espartaco que ya merodeaba victorioso muy cerca de Roma (tras intentar escapar por los Alpes, lo que desechó por la falta de pertrechos adecuados) el Senado reclamó el regreso urgente de dos ejércitos que estaban en el extranjero, el de Hispania comandado por un entonces joven Cneo Pompeyo, enfrascado en derrotar al exiliado Sertorio en su solar hispano, y el de Marco Lúculo, que como gobernador en Macedonia estaba luchando, precisamente, contra los tracios. Además, en suelo itálico se fueron levantando nuevas legiones al mando de un ambicioso Marco Licinio Craso que se había ofrecido para acabar con Espartaco. No estamos hablando de poca cosa: los citados Craso y Pompeyo formarían a los pocos años, junto a un entonces casi desconocido Cayo Julio César, (100 a C-44 a C) el primer triunvirato que, por el gran poder que acumuló, finalmente acabaría con la centenaria República romana.

Gladiadores en el circo de Roma

Gladiadores en el circo de Roma

Las seis legiones que levantó Craso, junto a otras cuatro formadas con restos de las tropas anteriormente derrotadas, eran ya demasiado para Espartaco, incluso sin los refuerzos de Pompeyo y Lúculo. Y aunque fue de nuevo capaz de triunfar, derrotando a un despistado Mummio, lugarteniente de Craso (para gran enfado de éste, que incluso ordenó diezmar a los soldados vencidos como escarmiento) no pudo escapar con los suyos por barco desde Sicilia, como era su intención, y fue derrotado finalmente en una dura batalla campal al sur de Italia en la primavera del 71 a.C. Como advertencia a futuros rebeldes los supervivientes fueron macabramente crucificados a lo largo de la Vía Apia. A pesar de lo que muestra la película, Espartaco no estaba entre ellos ya que murió en la batalla, aunque sus restos nunca fueron identificados.

Genial Peter Ustinov en la película. Oscar al mejor actor de reparto.

Genial Peter Ustinov en la película. Oscar al mejor actor de reparto.

Los espartaquistas

Las peripecias de Espartaco en su enconada lucha contra los poderosos, dirigiendo un ejército de oprimidos donde él era uno más, crearon un poderoso ejemplo que resonaría siglos más tarde en movimientos revolucionarios de todo tipo.

Uno de estos grupos adoptaría incluso su nombre, la Liga Espartaquista, formada a partir de la facción más izquierdista de los socialistas alemanes que daría lugar al comunismo alemán. Tras el final de la Primera Guerra Mundial, la abdicación del káiser y la proclamación de la inestable República de Weimar, estos espartaquistas vieron la oportunidad e intentaron seguir los victoriosos pasos que habían dado los bolcheviques en Rusia tras la abdicación del zar y el derrocamiento del débil gobierno provisional republicano de Kerenski (1881-1970).

Seguramente, estos espartaquistas verían su revolución alemana como lógica y natural, un designio histórico. No hay que olvidar que el propio Marx pensaba que el comunismo triunfaría en países plenamente industrializados como Alemania, no en atrasados como Rusia. Así que en las primeras semanas de enero 1919 trataron de dar un golpe de estado, el levantamiento espartaquista, para hacerse violentamente con el poder en Berlín aprovechando la proclamación de una salvaje huelga general.

Pero, al contrario de lo que pasó en Rusia, las tropas militares recién desmovilizadas de la guerra, muchas de ellas irregulares (freikorps), no apoyaron el acto de fuerza sino que, por el contrario, lo aplastaron sin contemplaciones en apenas una semana. Su nacionalismo estaba por encima de inquietudes sociales. Los principales líderes de la revuelta, los comunistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, siguieron a su pesar el final de Espartaco y fueron fusilados horas después de ser detenidos.

Espartaco hoy

La Historia es lo que es y no tiene mucho sentido tratar de analizar a Espartaco con los prejuicios ideológicos actuales. Ya puestos, si su lucha se etiqueta como comunista por ser una revuelta de los de abajo contra los de arriba igual podrían serlo las turbulencias campesinas de la Edad Media, o hasta las contrarrevolucionarias de La Vendée. Pero el caso es que, incluso con la derrota de sus congéneres en Alemania, Espartaco, con su movimiento popular, se convirtió en todo un símbolo e icono con numerosas exposiciones y obras de arte dedicadas en ese remanso de libertad que fue la URSS. Y lo que hacía la URSS influía en toda la izquierda mundial.

La ministra Yolanda Díaz habla de Espartaco

Por eso no es de extrañarnos (aunque el nivel haya bajado tanto que la URSS nos parece ya hasta dirigida por intelectuales) que Yolanda Díaz, nuestra ínclita ministra de Trabajo y Economía Social, haya tenido los últimos días la ocurrencia de decir en un acto llamado Derecho al bienestar, derecho al tiempo: prestación universal por crianza y reducción de jornada que «Espartaco fue de los primeros sindicalistas que lucharon en la historia por la libertad».

Al menos, la señora Díaz ha tenido la decencia de no equipararse con el esclavo tracio. Sería difícil justificar tal comparación cuando esta licenciada en Derecho lleva desde 2003 cobrando un sueldo político al ser elegida entonces concejal en el Ayuntamiento del Ferrol. O por sus cambios constantes de enseña, con el actual Sumar, su plataforma desde 2023 para presentarse a las elecciones generales, pasando antes por Unidas Podemos, En Común (2019), el Partido Comunista de España y Esquerra Unida, su federación gallega (hasta 2019), Alternativa Gallega de Esquerra (2017)y Marea (2015-2016). Si el tenaz y recto Espartaco hubiese cambiado tanto de bandera se hubieran vuelto todos un tanto locos.

El actual ejército sindicalista

Y si es evidente que la comparación de Espartaco con nuestros líderes sindicalistas de la izquierda palidece, porque hay que tener mucha inventiva para relacionarle con unos cargos políticos muy generosamente retribuidos para las horas que trabajan, y además con la seguridad laboral que les da el poder saltar de un cargo a otro, tampoco es que la comparación de la tropa sindicalista de base que tenemos hoy día con aquellos rebeldes desarrapados que le acompañaron pueda tener mucho más sentido. Además el pobre de Espartaco y sus partidarios nunca recibieron subvenciones como nuestros sindicales de hoy en día. Concretamente y por la prensa nos hemos enterado que de aguinaldo de fin de año han recibido 32 millones de euros, lo que supone un incremento de casi el doble con respecto al año anterior. Luego se dice con facilidad que no hay dineros para la devolución de los jubilados que fueron mutualistas.

Pero le preguntamos a la señora ministra de Trabajo y Economía Social con qué tipo de sindical de los de ahora homologaría a Espartaco.

En primer lugar le diríamos que ojalá homologara a Espartaco con sindicalistas buenos y honrados como pudo ser el tipo que representó Antonio Núñez Magaña 'El Muiños', pero a lo mejor y a muy a pesar suyo, puedan ser del tipo de aquellos que formaban parte de la cooperativa de viviendas PSV, que estafaron a más de 20.000 familias de trabajadores cuando Carlos Soto y compañía llevaron a cabo su monumental pufo con apropiación indebida por la que fueron condenados. Aquel escándalo sindical sin precedentes, el primero de la democracia, lo solventó el PSOE de Felipe González, entonces en el gobierno, haciendo como que se desligaba de su sección sindical hermana.

Para no irnos tan atrás en el tiempo, tampoco encontrará la señora Díaz una comparación homologable con aquellos cargos sindicales a los que se descubrió y denunció en esa trama de saqueo en plan «tócame Roque» que fue el caso de los famosos ERES de Andalucía. En donde hubo sindicales que hicieron lo que les dio la gana llegándose a inventar periodos de cotización para gente que no pegó nunca «un palo al agua», e incluso tomaron la precaución de asignarles buenos salarios de cotización como es natural sacados de la manga para que les quedara unas «buenas pagas» de jubilación.

Entre unas cosas y otras se llegaron a defraudar a los andaluces unos 600 millones de euros. Y a eso añadamos las tramas de los cursos de formación. Al final los responsables políticos, de una forma u otra, fueron condenados o inhabilitados. Pero aquí sí que ha llegado Pedro Sánchez como un Espartaco liberador de las cadenas y ha puesto a todos en la calle, y encima tenemos casi que pedirles perdón, aunque las arcas de la administración no hayan recuperado todavía aquellos fajos de billetes que se trajinaban algunos, para más inri, escondidos debajo del colchón de algún sindicalista como nos mostrarían las cámaras de la televisión.

Los fondos reptiles

En la sentencia del tribunal que juzgó todos estos casos de corrupción se llegaría a la conclusión de que dispusieron de los llamados «fondos reptiles 31-L» empleándolos en fines ajenos al fin público para los que estaban destinados. Permitiendo con ello que intrusos se vieran beneficiados y en muchos casos sin haber pegado un palo al agua.

Y, en fin, cuando un Gobierno de izquierdas obliga en estos últimos días a que los que cobran el salario mínimo interprofesional tengan que tributar en el IRPF, y los sindicatos (o al menos sus jefes) no hayan ni abierto la boca… Pues, no sé, no veía esto muy en la línea de Espartaco. No entendía las palabras de la señora Díaz.

Los sindicalistas de antes

Quizás se recuerde mejor o idealice a aquellos enlaces sindicales que conocí en mi fábrica de Cenemesa (entonces Westignhouse) en los años 60 antes de la muerte de Franco: Blas Pérez Poyato, Rafael Conejo Córdoba, Francisco Galindo, Rafael Díaz, Emilio Fernández, Francisco Caballero… Sin la atadura de ningún partido nos consiguieron importantes ventajas laborales, entre ellas una jornada inferior a las 37 horas semanales. Estamos hablando de hace más de 50 años. Y esos compañeros también eran trabajadores honestos y honrados defendiendo a sus compañeros de fábrica.

Pero no hace falta irse a estos ejemplos. Ya con la democracia llegó otro tipo de sindicalista, unido explícitamente a ciertas ideologías y a ciertos partidos. Todavía recordamos a «Fulanito de Copas», viejo militante del Partido Comunista y aventajado líder de Comisiones Obreras, que ya en los 60 empezó clandestinamente a hacer circular por los centros de trabajo cordobeses una revista para ganar simpatizantes con aquella parábola del «Depósito del Agua».

«Fulanito» era un sindicalista de los de entonces, férreo en unas convicciones políticas que trascendían todos los aspectos de su vida. Recuerdo que en unas jornadas de reflexión y análisis que se solían celebrar apartadas en medio del campo, donde intentaba captar adeptos para su causa, hubo uno que se atrevió a preguntarle: «Fulano. ¿por qué la construcción del Muro de Berlín y de forma tan rápida?» A lo que el bueno de «Fulanito» contestó sin dudar: «El Partido Comunista de Alemania Oriental sabrá lo que le interesa a los alemanes, y entre otras cosas se pretende evitar la contaminación capitalista de Occidente».

Podemos estar de acuerdo o no con estos pensamientos, pero estos sindicalistas eran así, en su lucha (porque estos sí que luchaban, aunque fuese sólo por sus ideas) eran simples peones donde todo les venía ya impuesto desde arriba, como me reconoció él mismo años más tarde en 2010, cuando el tal «Fulanito» cansado y fastidiado por la salud y ya estaba de vuelta de todo: «Todo lo que se hablaba o se comentaba formaba parte de una estrategia del Partido Comunista. Su objetivo era llegar al poder, y como tal estrategia nosotros formábamos parte incluso con nuestro discurso sindical».

Tras la acción de estos sindicatos politizados en aquellos convulsos años de la Transición, llenos de encierros, huelgas y duras movilizaciones, con el paso del tiempo, a la vez que el peso industrial iba reduciéndose en nuestra economía, aquellos viejos sindicalistas fueron reemplazados por otro tipo de sindicalista, aún de izquierdas, pero mucho más dócil y condescendiente con los dictados de sus «patrones», nominalmente también de «izquierdas», pero al parecer más preocupados de otras cosas.

La llegada modelo sueco (1990)

Y eso explica que cuando mi fábrica fue comprada en tiempos del poder absoluto del PSOE en España y Andalucía por la multinacional ABB, aquella empresa que venía de la Suecia del idílico mundo «mágico» socialdemócrata de Olof Palme (1927-1986) (personaje que según decía la prensa de la época con un platillo se puso a pedir colaboración económica para los familiares de los ejecutados de ETA o para la oposición para la oposición al régimen de Franco tras las ejecuciones de 2 terroristas de ETA (Juan Paredes Manot (Txiki) y Ángel Otaegui) y 3 del FRAP (José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz), que tuvieron lugar en el mes de septiembre de 1975.

La pena de muerte fue abolida por el artículo 15 de la Constitución Española de 1978 que se supieron dar los vencidos y vencedores y que fue aprobada con una participación del 67.11 % del censo de votantes 26.632.180 españoles, de los que 15.706.078 (91.81%) dijeron que SI, 1.400.505 (8.19%) dijeron que No. Por tanto, ahí tuvimos Una Constitución Española de todos los españoles. Pero a pesar de ello ETA siguió matando.

Ls ventajas suecas

Los suecos de ABB, nada más tomar posesión de la fábrica lo primero que hicieron fue eliminar los tradicionales Anticipos a cuenta sueldo que habían existido desde la fundación de la empresa en 1930, Aumentaron la jornada de trabajo recuperando las tardes, Suprimieron el Economato, que era una gran ventaja en precios y forma de pago y que desde siempre tuvieron los trabajadores. Reconsideraron los criterios salariales de «tóxicos, penosos y peligrosos», Devaluaron el valor del quinquenio por antigüedad quitándole la valoración que siempre tuvo del 5% del sueldo y establecieron un valor lineal de igualdad a todos. Se redujo el importe de las dietas por desplazamiento en trabajos exteriores. Se suprimió también el derecho al transporte del personal empleado que lo disfrutaba desde la creación de la empresa…¡Ya nos habíamos «homologado» con Europa! Y la verdad, no creo que ni las fuerzas de Espartaco, ni siquiera las de los viejos sindicalistas tipo Manolo Rubia, hubiesen renunciado a luchar con todas sus fuerzas ante aquel atropello. Pero entonces ya eran otros los tiempos sindicales. Seguía sin cuadrarme la comparación con Espartaco.

Le daba vueltas y vueltas a las palabras de Yolanda Díaz cuando, por fin, caí en la cuenta. Las había tomado al pie de la letra y, como buena gallega, su mensaje era más enrevesado. Sabemos de la debilidad que tienen algunos cargos sindicales por las gambas y todo tipo de mariscos.

A propósito de esto, pudimos leer en un medio de comunicación de mayo del 2024 que el consejero de Industria, Comercio y Empleo de la Comunidad de Castilla y León ha comentado que el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León le haya exonerado en la denuncia planteada por un sindicato que le había denunciado por injurias y calumnias: Se me absuelve haber llamado «come gambas» a unos sindicales, y el citado consejero gritó en un acto público "¡Viva la libertad, carajo!”. Y ahí recordé que Rafael Sánchez Ortiz, 'El Pipo', (1912-1987) fue un famoso apoderado taurino además de propietario de la famosa marisquería El Puerto de la calle la Plata en Córdoba. Y a uno de sus apoderados, un tal Juan Antonio Ruiz Rodríguez, le puso como apodo Espartaco. Con lo que el héroe trágico y los sindicalistas estaban relacionados. Había sido difícil, pero por fin le había encontrado sentido al discurso de Yolanda Díaz.

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