La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, juega con el empleo público y los fijos discontinuos para intentar presentar unas buenas cifras de paro.

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, juega con el empleo público y los fijos discontinuos para intentar presentar unas buenas cifras de paro.Lu Tolstova

Opinión

Fijos-discontinuos: manipulación de parte

Se conoce el «dónde»–la fuente de datos–, pero se desconoce –más bien se sospecha–, el «por qué» de su no publicación: sumaría el paro y restaría el empleo que refleja la estadística. Y esto no gusta al jefe, y por tanto, se cambia el método y al mensajero.


Un ama de casa juiciosa sabe mucho más sobre los cambios de precios en la medida en que afectan a su propio hogar de lo que las medias estadísticas pueden decir. Ella, no es menos «científica» ni más arbitraria que los sofisticados matemáticos que usan sus métodos para manipular los datos del mercado.
Ludwig von Mises(1881 – 1973)

Recuerdo la primera clase de estadística que recibí en mis primeros años de instituto. En época en que los cálculos, se hacían con papel y lápiz. No existían apps, móviles, calculadoras electrónicas, ordenadores con sus tarjetas perforadas. Nada, sólo, papel, lápiz y destreza matemática.
Pues bien, el profesor explicaba la lección de estadística, con simpleza y precisión: si Juanita come doce pollos al año y Juanito ninguno, el consumo promedio anual per cápita es de seis pollos. Así cuenta la ciencia estadística, y con ella, el ser humano analiza datos, describe, informa, infiere, predice, relaciona, concluye y toma decisiones, no carentes de riesgo, no exentas de error ni de incertidumbre.
Y nos servimos de la estadística, para hacer nuestra vida más fácil, si bien, el azar o la incertidumbre –factores omnipresentes en el orden universal–, aún no han sido dominados, ni lo serán, por más Inteligencia Artificial, Realidad Virtual o computación cuántica que se empleen.
El aspecto más tentador de las estadísticas, principalmente para quienes las auspician o tratan de beneficiarse de ellas, es el de la manipulación. La tentación de falsear un resultado que se sirve de la estadística, es muy fuerte en sociedades sometidas al dictado de una única ideología o régimen.
Los resultados, contaminados por el sesgo de manipulación de parte, tenderán a mostrar un marco próspero, jactancioso, diríamos, que pretende maquillar o adulterar una realidad, cuyo corto lapso en el engaño, no sobrepasa el de la efímera (ephemeroptera).
Sesgo muy común, por ejemplo, en sistemas comunistas –vividos profesionalmente por el autor–, en los que la «verdad oficial» trata de imponerse a la cruda y dura realidad, sin que con su propósito, consiga añadir progreso, felicidad, bienestar, libertad, en definitiva, nada que beneficie al ciudadano común. Más bien al contrario. Desfigurar la realidad, sirve a los intereses del poder establecido en su empeño por mantener sojuzgado al individuo.

Al pan, pan

Denominar al contrato laboral que regula la relación del empleado fijo-discontinuo, refleja por parte de políticos, burócratas y legisladores –que con harta frecuencia provienen de la función pública–, su querencia por el trabajo a término fijo, exento del riesgo de pérdida, garantizado por el Estado, y por tanto blindado de los riesgos a los que se enfrenta continuamente el sector productivo de la economía.
Conforme a la legislación laboral vigente, cabe en rigor identificar el contrato de trabajo fijo, con aquel que regula exclusivamente la relación laboral del funcionario público de carrera. Para el resto de contratos, y especialmente, los que se derivan del Estatuto de los Trabajadores, el término «fijo», parece emerger como inconsciente añoranza de tiempos pretéritos, en los que también el Estado velaba por la seguridad y continuidad en el trabajo de todos los españoles, sin distinción de privilegio o clase.
Eliminar el apéndice «fijo», constituiría pues, un ejercicio de claridad y precisión, resultando su denominación como contrato «indefinido-discontinuo». Se entiende mejor.

Secreto bien guardado

La modificación del artículo 16 del Estatuto de los Trabajadores, en vigor desde el 30 de marzo de 2022, supuso un cambio importante en la calificación del trabajo para aquellas situaciones de carácter intermitente –actividades recurrentes, discontinuas en el tiempo–, que hasta entonces, venían cubiertas por el contrato temporal.
El cambio legislativo, en términos estadísticos, favorece, en primer lugar, un trasvase desde la contratación temporal hacia la indeterminada-discontinua. En segundo lugar –por decisión política ajena al legislador–, cuando los trabajadores discontinuos están inactivos –no ejercen actividad económica–, no aparecen en las estadísticas de paro, recibiendo, eso sí, la prestación de desempleo correspondiente.
¿Dónde se registra el número de trabajadores indefinidos discontinuos mientras se encuentran inactivos?
Esta es la pregunta que se hacen los centros de estudios económicos, y cuya respuesta esperan satisfaga con prontitud el gobierno de la nación.
Se conoce el «dónde»–la fuente de datos–, pero se desconoce –más bien se sospecha–, el «por qué» de su no publicación: sumaría el paro y restaría el empleo que refleja la estadística. Y esto no gusta al jefe, y por tanto, se cambia el método y al mensajero.

Una primera aproximación

El sistema estadístico que mantiene la Seguridad Social, informa acerca del número de personas afiliadas con contrato indefinido-discontinuo.
Para el año 2022, la gráfica muestra un promedio de 718 mil trabajadores en régimen discontinuo, de los que 608 mil corresponde al grupo de edad de 25 y más años, y 110 mil a jóvenes entre 16 y 24 años.
Indefinidos-Discontinuos

Indefinidos-DiscontinuosFuente: Seguridad Social – Afiliación

Lo que la estadística no cuenta –y en este caso, el órgano responsable de su elaboración, dirá que no es su cometido–, es el número de indefinidos-discontinuos en período de inactividad, sin trabajar, y dado que esa situación interina, en términos económicos significa paro, en rigor, debiera ser añadido a la cohorte del desempleo.

Estadística decente

Si algo merece la estadística, es confianza, honradez, rigor e independencia de criterio.
Y hoy, con la tecnología disponible, los poderes públicos tienen la obligación de promocionar el uso del dato abierto –en bruto–, sin sesgo o manipulación de parte, que permita a los agentes concernidos, elaborar sus propios estudios, sin la «guía maternal» del gobierno de turno y difundirlos entre la sociedad, para su propia utilidad.
Esperamos ver pronto –tal como ha prometido la ministra del ramo–, la desagregación estadística del colectivo indefinido-discontinuo que informe de las fases de actividad –activo, inactivo– en que se encuentren los miles de trabajadores que se vienen beneficiando de esta relación laboral.
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