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Tacticismo y principios

Actualizada 05:00

La defensa de la vida no es un asunto que esté en el mercado de las vanidades que en demasiadas ocasiones es la política, salvo para la arenga o la polémica partidista en busca de esas emociones que tan buenos réditos electorales producen sobre todo a la izquierda. El asunto del aborto gravita alrededor de las agendas de los partidos y la Justicia solo a veces y de manera puntual. Se congela en la nevera de los recursos. Se esconde de los programas electorales. Es un tema incómodo porque pone en solfa los valores y principios de unos y las hojas de ruta de otros. La defensa de la vida o la eufemística ‘interrupción’ de la misma queda relegada a un supuesto derecho civil en el que no cabe discusión, ni debate, ni análisis ético, filosófico y trascendental.
Lo triste y desalentador, sobre todo para los católicos que aun no se han dejado arrastrar por lo mundano de las siglas y la estrategia electoral, es que se sienten muy solos a la hora de ejercer el derecho y la obligación de formar parte de un proyecto de nación, comunidad o ciudad a través de las urnas sabiendo que, un asunto indiscutible por moral y de trascendencia evidente – la vida- es algo que, según y cómo, se pone en el centro de un programa electoral o no por tacticismo, conveniencia, o por la intenciones de voto que marquen los colorines de los sondeos.
Y si no se saben mantener los más mínimos principios morales, no solo fracasa la política, sino toda la sociedad que calla y mira para otro lado. Y sobre todo fracasan los inocentes a los que se les niega ver la luz del mundo.
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