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El deterioro de la convivencia

Esos políticos empeñados en dividir a los españoles tendrán mal final. Y ellos lo saben; por ello blindan su presencia pública con un despliegue protector propio de dictaduras de todo tipo

Actualizada 05:00

Para hacer posible una convivencia en Cataluña, de la que había venido presumiendo haberla conseguido gracias a los indultos, Sánchez se desdijo, ciscándose en sus compromisos electorales, y compró los votos de un prófugo de la Justicia a cambio de conceder la amnistía que siempre calificó de inconstitucional. Ese trato privilegiado a los delincuentes, a cuyo dictado legisla el socialismo español, ha provocado justo lo contrario de lo que blasonaba el trapacero: que se haya creado un verdadero problema de convivencia en España entera. Y para echar más leña al fuego, el mentiroso presume en sede parlamentaria de levantar un muro frente a la derecha y al centro derecha, o sea expulsar de la convivencia a la mitad al menos de los españoles.

A estas alturas no cabe duda de que la ambición de Sánchez consiste en seguir durmiendo en La Moncloa cualquiera que sea el precio que haya que pagar para ello. Amnistía a corruptos y golpistas, reconocimiento de una plurinacionalidad ajena a la Constitución, con País Vasco y Cataluña como naciones en trato bilateral con lo que queda de España violentando literalmente el artículo 2 de la Constitución, inversiones,condonaciones de deuda y una ingente cantidad de dinero para los insurgentes que hemos de pagar el conjunto de ciudadanos.

Al proclamarse la votación de investidura, cual una piara de gregarios, todos los socialistas que habían posibilitado la misma desfilaron ante el padrino, dieron la cabezada de los sumisos y besaron la mano de su benefactor. Ya veremos qué explicaciones dan los socialistas a sus conciudadanos extremeños, manchegos, andaluces, murcianos, leoneses y demás comunidades afectadas, cuando estos exijan dinero e inversiones para atender servicios básicos y de asistencia educativa o sanitaria y se les diga que no hay dinero porque se marchó a otras comunidades desleales.

Lamentablemente, el muro levantado por Sánchez es la regresión impúdica al mundo de las dos Españas, ese que una generación de políticos serios, demócratas y solventes supieron enterrar hace cuarenta y cinco años. Pero se equivocan el y sus peones: la sociedad civil, el mundo real, esa España que no es así, que no es como pretende el político que no pisa la calle y que estimula una España enfrentada y medio salvaje, esa España, en fin, que ha calado al personaje no está dispuesta a hacerle el juego de la confrontación y la polarización.

Sánchez intentará durar los cuatro años de legislatura y puede que lo consiga si sus artes fraudulentas consiguen engañar a los socios con los que se ha embarcado. Pero caerá antes o después. Y entonces, como Bruto con Cesar, los que hacen cola para rendirle pleitesía serán los primeros en volverle las espaldas. Los mismos que como Pachi, el helador de sangre noble, le ninguneaban preguntándole con sarcasmo si sabia lo que era una nación. Y mucho cuidado con lo que quede del PSOE después de haber premiado a los delincuentes, privilegiar a las comunidades más ricas, esquilmar a las clases medias y provocar el empobrecimiento general. Porque entonces, a lo peor para ellos es que llegó la hora de Yolanda Díaz, una izquierdista que ha traicionado a muchos, el último Pablo Iglesias, y que lo hará con Sánchez cuando vea la oportunidad de liderar la izquierda, después de haber llevado a un partido socialdemócrata, como era el socialista, a un populismo radical de izquierda. Los comunistas son expertos en la materia, y Yolanda es una experimentada en apuñalamientos a sus promotores.

Asistimos estos días al bochorno de que los socios de Sánchez presumen de haberse cargado la Transición. Y es posible que así sea porque el PSOE ha traicionado sus principios. Pero que no se engañe el trilero y sus acólitos: quienes siguen creyendo en los principios de concordia que aquel proceso nos trajo representan a una mayoría muy amplia de los españoles, y seguirán trabajando con constancia y pacíficamente para que los valores de igualdad, justicia y libertad vuelvan a inspirar la vida política española.

Esos políticos empeñados en dividir a los españoles tendrán mal final. Y ellos lo saben; por ello blindan su presencia pública con un despliegue protector propio de dictaduras de todo tipo, lo que ya nos da idea del carácter y personalidad del interfecto. Los deberes que los separatistas le pusieron a Sánchez en la investidura atentan, en su mayor parte, al orden constitucional y el mero hecho de haberlos suscrito es humillante para el presidente de una nación que se respete a sí mismo. Ya veremos hasta donde llega su atrevimiento, porque el independentismo no va aflojar en sus exigencias.

Mientras el sanchismo va agonizando prisionero de su propia indecencia, la sociedad adulta y comprometida debe profundizar en una alternativa con valores, principios y estímulos para el trabajo bien hecho, la inversión y el ahorro, lejos de esa filosofía sanchista del despilfarro, los bonus y el todo gratis que nos lleva al populismo neocomunista y a la pobreza, objetivo perseguido por quienes aspiran a monopolizar la administración de la miseria. El rigor y la apertura debe ser el camino de quienes repudian la fractura de la sociedad en dos bloques irreconciliables y saben que sin respeto al adversario, el contraste civilizado de opiniones y el empeño sincero por mejorar la sociedad no hay avances posibles para el progreso económico y la justicia social. En ese espacio no me cabe duda de que se encuentra la mayor parte de los españoles, hartos de tanto adoctrinamiento sectario e interesado. Ellos serán los que reconstruirán la convivencia deteriorada por el sanchismo.

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