Las catedrales como bienes vivos y culturales
La XIII Conferencia Internacional de Catedrales Europeas celebrada en Córdoba nos invita a reflexionar sobre la importancia y el reto que supone preservar el patrimonio religioso en un mundo que demanda equilibrar tradición y modernidad. Este encuentro, que ha reunido a expertos en conservación, gestión cultural y derecho comparado europeo, ha subrayado la relevancia de abordar los bienes religiosos desde una perspectiva integral: como espacios vivos de culto y como tesoros culturales patrimonio de la Humanidad.
Las catedrales y otros bienes religiosos de interés cultural, según se ha destacado en las jornadas, poseen una doble dimensión que las distingue: son lugares sagrados con una función espiritual diaria y, a la vez, monumentos históricos que atraen a millones de visitantes por su arquitectura, historia y valor artístico. Este carácter dual plantea un reto significativo: cómo gestionar estos espacios para que sean accesibles, conservando su autenticidad y respetando su esencia religiosa y espiritual.
La UNESCO, en su papel de custodio de los valores culturales universales, proporciona un marco útil para esta tarea. Sin embargo, esto exige un esfuerzo colectivo por parte de administraciones públicas, comunidades religiosas y expertos en diversas disciplinas. Como expresó Joaquín Alberto Nieva, Deán Presidente de la Catedral de Córdoba, los cabildos catedralicios tienen «una oportunidad maravillosa» de liderar esta misión, garantizando que estos lugares no sean un lujo reservado para unos pocos, sino espacios inclusivos que combinen el turismo responsable con el respeto al culto.
En este contexto, España ocupa un lugar privilegiado. Con su rica herencia de catedrales, abadías y monasterios, el país tiene el potencial de ser referente en la gestión de este patrimonio. La experiencia de Córdoba y de otros lugares emblemáticos, como la Sagrada Familia en Barcelona o la Catedral de Santiago de Compostela, demuestra que es posible mantener la esencia religiosa de estos bienes mientras se abren al mundo como símbolos de riqueza cultural.
El desafío de interpretar estos bienes en clave contemporánea nos obliga a repensar el papel de las catedrales en una Europa cada vez más secularizada. No se trata únicamente de atraer visitantes o preservar muros antiguos; se trata de conectar generaciones a través del tiempo, mostrando cómo estos edificios vivos encarnan valores universales como la espiritualidad, el arte o el sentido de comunidad.
La XIII Conferencia ha dejado claro que el futuro de estos espacios no radica solo en su conservación física, sino también en su capacidad para inspirar y conectar. Ahora, la responsabilidad recae en todos nosotros, como custodios de un legado que pertenece tanto a quienes lo habitan o gestionan como a quienes lo visitan desde cualquier rincón del planeta. La apuesta es clara: transformar nuestras catedrales en puentes entre lo sagrado y lo cultural, lo histórico y lo contemporáneo, lo local y lo universal.