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24 de abril de 2024

El profesor Pablo Nuevo, durante la entrevista

El profesor Pablo Nuevo, durante la entrevistaGuadalupe Belmonte

Conversaciones en Familia

El profesor Nuevo: «La educación hoy forma parte de un proceso de ingeniería social»

Pablo Nuevo, nuevo secretario general de la Abat Oliba CEU, considera que la institución familiar se ve amenazada por el avance de la corrección política en la legislación

Una sociedad sin familia es una sociedad sin base. Así lo entiende Pablo Nuevo, secretario general de la Universidad Abat Oliba CEU de Barcelona y profesor de Derecho Constitucional en este mismo centro. En esta línea, reflexiona para El Efecto Avestruz –una serie de entrevistas de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP)– sobre la amenaza que supone para la familia el fenómeno de la corrección política, desde un punto de vista jurídico y social.
–Asegura que la corrección política se traduce en un proceso de «ingeniería social» hacia la familia, ¿por qué?
–Desde siempre ha habido leyes injustas que han podido desdibujar la institución familiar, pero la corrección política va más allá. Hablamos de ingeniería social porque este fenómeno no se contenta con regular determinados comportamientos, sino que pretende que las personas cambien su forma de entender la vida o la familia para adaptarse a la ideología que se difunde desde el poder. Se trata de re-crear completamente la sociedad.
–¿Qué modelo se quiere alterar?
–Al hablar de familia, nos referimos a un hombre y una mujer que tienen un compromiso estable, reconocido jurídicamente, y que tienen descendencia, a la que educan y sacan adelante. Esto presupone varias cosas: que la persona es un ser radicalmente dependiente, que la estabilidad es necesaria, que varón y mujer se complementan… Frente a esto, el modelo dominante nos presenta a un ser humano autónomo, autosuficiente y cuya voluntad pasa por encima de cualquier vestigio de la realidad, sea la herencia cultural o la realidad biológica.

Las normas anti-discriminatorias de entrada se presentan como un caramelitoPablo Nuevo, profesor de Derecho Constitucional

–¿Cómo se articula esta ingeniería social?
–Hay varias maneras, pero podríamos centrarnos en dos ámbitos. En primer lugar, las llamadas normas anti-discriminatorias, que de entrada se presentan como un caramelito: ¿quién va a estar a favor de la discriminación? Suponen el paso de la igualdad ante la ley a la igualdad de trato, que no es exactamente lo mismo: significa que todos han de recibir el mismo trato, independientemente de sus circunstancias. Esto tiene un punto de injusticia porque supone tratar igual a lo que es desigual.
–¿Qué consecuencias tiene este cambio de modelo?
–Esta evolución del derecho lleva a considerar como discriminatorio en sí mismo cualquier planteamiento que cuestione las diferencias que presentan las personas a partir de su voluntad ilimitada. Se hace elevando a derecho subjetivo cualquier pretensión de la voluntad. Y esto, como no es una mera despenalización o una permisión, es importante.
–¿Por qué?
–Porque un derecho significa que, en el ámbito comprendido por él, uno no tiene que justificarse. Si tengo derecho a la propiedad, no he de decir por qué voy a la casa que tengo en el pueblo de mis abuelos; si tengo derecho de circulación, no he de justificar por qué salgo a la calle… Queda fuera del debate. En cambio, quien cuestiona el contenido de este derecho aparece como un potencial agresor y, como consecuencia, como un sujeto con una libertad de expresión debilitada. Así, encontramos una reducción paulatina de la libertad de expresión de aquellos que cuestionan el modelo antropológico propio del progresismo radical.
El profesor Pablo Nuevo, durante la entrevista

El profesor Pablo Nuevo, durante la entrevistaGuadalupe Belmonte

No solo es conocer los distintos fenómenos que existen, sino asumirlos como algo positivoPablo Nuevo, profesor de Derecho Constitucional

–Hablaba de dos ámbitos, ¿cuál es el segundo?
–La legislación educativa. Ya no se trata de que la educación sirva para instruir o transmitir conocimientos, sino que se pone al servicio de los valores propios de la corrección política. Digo que es ingeniería social porque no solo se trata de conocer los distintos fenómenos que existen, sino de asumirlos como algo positivo. Es el paso, por ejemplo, de señalar que los alumnos han de saber que el Código Civil vigente permite el matrimonio entre personas del mismo sexo a decir que tienen que asumir esta legislación como positiva.
–Es una cuestión de moralidad.
–No, no exclusivamente. Tiene una implicación política grande, que tiene que ver con planteamientos jurídicos de fondo. En primer lugar, respecto a la cuestión del interés superior del menor, que es donde suele plantearse la cuestión. Cualquiera que no esté excesivamente cegado por la ideología estará de acuerdo en que, salvo en casos patológicos, los padres quieren más a sus hijos que un funcionario que no los conoce.
–¿Pero…?
–Pero el fenómeno de la corrección política, al intentar conformar ideológicamente las percepciones que tienen los menores sobre la realidad, invierte este proceso. Señala que le corresponde al poder público definir cuál es el interés superior del menor, y, como segundo paso, aquellos padres que no respondan conforme a esta definición tendrán que ser coaccionados, reprendidos o corregidos. Así, por ejemplo, se proscribe la intervención de los padres en casos en que un adolescente, en un momento de confusión, manifieste alguna duda sobre su identidad.

La familia ya no podrá confiar en que la escuela atenderá a su hijo de acuerdo a sus conviccionesPablo Nuevo

–¿En qué leyes se concretan estas tendencias?
–Ahora está en tramitación la Ley de Familias, pero también lo vemos en la Ley de Protección de la Infancia, la reforma de la Ley Orgánica de Educación –la 'Ley Celáa'– o en la anunciada reforma de la Ley del Aborto. También en las múltiples regulaciones de normativa sobre igualdad de trato y no discriminación en las comunidades autónomas, donde hay un claro desapoderamiento de los padres.
–¿Se trata de enfrentar padres a hijos?
–Al final sí, pero no es solo eso. Precisamente al proyectar la corrección política en el ámbito de la escuela –ojo, no solo en la de titularidad estatal, la llamada escuela pública, también en la privada– rompe con la dinámica de confianza entre el centro y los padres. La familia ya no podrá confiar en que la escuela atenderá a su hijo de acuerdo a sus convicciones, porque esta tendrá la espada de Damocles: ¿respalda el proyecto educativo que ofreció a los padres y que libremente han elegido o cumple con la imposición del poder?
–Este no es un fenómeno específicamente español, ¿cómo afecta al tema su condición global?
–Yo no diría global, pero sí está muy presente en el mundo occidental. Esto tiene múltiples causas: están las dinámicas culturales del marxismo tras la caída del muro de Berlín, pero también el hecho de que permite a la izquierda aliarse con el gran capital. Permite un discurso liberacionista de exaltación del individuo que le es muy funcional a las grandes corporaciones, porque supone una atomización de la sociedad.
–¿Lo ve como un fenómeno irreversible?
–No creo. Puede aparecer fuerte, pero -como toda ideología aparentemente dominante, pero basada en una gran mentira- tiene los pies de barro. Lo que exige de nosotros es, primero, nunca mentir, afirmar siempre la realidad y no caer en la autocensura. segundo, comprender que es un fenómeno cultural, pero también político. Y, por tanto, la respuesta debe ser cultural y política. Hay que restaurar el orden social y el principio de subsidiariedad. No es un partido irremisiblemente perdido, pero -como todos- hay que jugarlo.
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