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24 de abril de 2024

Anabel Mialdea, junto a sus hijos Rafa y Ana

Anabel Mialdea, junto a sus hijos Rafa y AnaA.M.

Anabel Mialdea, madre adoptiva: «No sé lo que es parir, pero mi corazón dio un vuelco cuando cogí a mis hijos por primera vez»

Esta familia se siente como cualquier otra, aunque la madre afirma que «adoptar no es un acto de caridad, sino de amor»

La historia de la familia de Anabel y Rafael comienza con una triste noticia: no podrían ser padres biológicos. «Siempre quise ser madre y no fue fácil asumir que no podría». Sin embargo, Rafa y Ana llegaron a sus vidas desde Rusia para, como dice su propia madre, darles mucho más que ellos a sus hijos.
Fue en el año 2004 cuando el pequeño Rafa de tan solo 18 meses llegó a Córdoba, donde la pareja reside. Viajaron a Rusia, primero a conocerle y luego a recogerle. Anabel recuerda emocionada la primera vez que le vio, pero con dureza por tener que dejarle allí durante otros ocho meses. «Te vuelves con sus fotos, que mirábamos pensando en cómo estaría, en el hambre que estaría pasando», dice, mientras rememora el olor a col del orfanato y cuando les contaron a su marido y a ella que la comita favorita del pequeño era el yogur, pero que nunca la podía tomar porque no tenían para comprarlos.
Rafa padre, Rafa hijo y Ana

Rafa padre, Rafa hijo y AnaA.M.

En la oficina de los servicios sociales, la funcionaria les dijo que el niño se parecía a la madre, sin pensar que se refería a Anabel, porque era de cabello oscuro y ojos claros, como ella. Ocho meses después pudieron volver a Rusia y regresar a España con Rafa en brazos. «Cuando estaba muy contento te daba un cabezazo y no sabía dar besos», comenta su madre, quien aceptó desde el primer momento la mochila que pudiera traer el niño y comenzó un proceso de adaptación, como ella dice «a lo bruto», pero con mucho cariño y mucha paciencia. Rafa tiene hoy 16 años, pero su madre piensa en las ganas de saltar de alegría que tenía cuando paseaba con el carrito por la calle.
Once años después, en 2012, Rafa padre, Rafa hijo y Anabel volvieron a Rusia para conocer a Ana. No lo sabían, porque el orfanato había ocultado cierta información, pero la pequeña, de cuatro años y medio, se encontraba en una casa cuna para enfermos mentales solo por tener fisura palatina, una apertura en el cielo de la boca.
Rafael y Ana en el vuelo de vuelta a España tras adoptarla

Rafael y Ana en el vuelo de vuelta a España tras adoptarlaA.M.

«Tras una denuncia de los vecinos, encontraron a Ana encerrada en casa, totalmente ulcerada», cuenta Anabel. La pequeña, que había nacido prematuramente, fue puesta en custodia del Gobierno, pasó cinco meses ingresada en la unidad de cuidados intensivos y después fue enviada a un orfanato.
Esa adaptación «a lo bruto» lo fue todavía más en el caso de Ana, que al día siguiente de aterrizar en Córdoba estaba ya vestida de flamenca y se ha acabado convirtiendo, tal y como confirma su familia, en la «reina de la feria».
La familia al completo

La familia al completoA.M

Tras llegar a España, Ana tuvo que someterse a un total de ocho operaciones, en las que entre otras cosas, se comprobó que no tenía ningún problema cerebral derivado de la fisura, aunque sí un retraso madurativo. Todos sus problemas de salud encontraron solución, aunque poco a poco, y ahora es cofrade, baila y le gusta montar a caballo.
«No es ningún mérito», reconoce Anabel, porque ellos se consideran como cualquier otra familia. Sin embargo, como ella bien dice, aunque «adoptar no es un acto de caridad, como muchos piensan, sí que es un acto de amor».
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