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29 de marzo de 2024

Hasta los dos años ha de combinarse la lactancia con comidas complementarias

Hasta los dos años ha de combinarse la lactancia con comidas complementariasPexels

Alimentación infantil

¿Cómo y cuándo introducir alimentos sólidos en la dieta de un bebé lactante?

La alimentación complementaria ha de iniciarse en torno al sexto mes de vida, continuando con la lactancia hasta los dos años

Una de las imágenes más clásicas de la infancia es la de un bebé con un trozo de pan, cuya miga se deshace ante el roce con sus encías y termina por ensuciar todo el carrito, la trona o el sofá y, por supuesto, toda su cara y su ropa. Pero, ¿a qué edad se le puede dar al niño el cuscurro? ¿Y el resto de alimentos?
La recomendación de los pediatras es que la lactancia materna sea la forma exclusiva de alimentación hasta el sexto mes de vida, cuando pueden comenzar a introducirse otras comidas, aunque nunca de manera sustitutoria de la leche. Hasta los dos años ha de combinarse el momento de dar el pecho con el de sentarse a la mesa a comer sólido.
Esto es lo que se conoce como alimentación complementaria, que no es más que comenzar a ofrecer alimentos sólidos o líquidos distintos de la leche materna o de fórmula. Y, ¿por qué a los seis meses y no antes o después? A esa edad es cuando el crecimiento y el desarrollo neurológico del niño requiere de otras fuentes de nutrientes, y también porque desde los cuatro meses su sistema renal, gastrointestinal e inmunológico están lo suficientemente maduros como para digerir y absorber los alimentos.
Este momento no ha de retrasarse más allá de las 26 semanas (seis meses y medio) puesto que los pediatras advierten que puede aumentar el riesgo de problemas nutricionales, como déficit de hierro y zinc, o distintas alergias e intolerancias alimentarias. Al igual que tampoco debe alimentarse antes de los cuatro meses ante la posibilidad de atragantamiento, un aumento de infecciones o la sustitución de tomas de leche por otros alimentos menos nutritivos e innecesarios para el momento de su desarrollo.
En todo caso, hay que esperar a que el bebé este preparado y dé muestras de ello. Algunas de estas señales son:
  • El niño presenta un interés activo por la comida.
  • Ya no expulsa los alimentos que no son líquidos empujándolos con la lengua, el conocido como reflejo de extrusión.
  • Es capaz de coger comida con la mano y llevarla a la boca.
  • Puede mantenerse sentado con apoyo.
No hay elaborada ninguna lista científica del orden en que han de ser introducidos los alimentos, aunque los pediatras afirman que este ha de ser proceso gradual: empezando por pequeñas porciones, que van aumentando a medida que el niño crece. Los primeros en ser ofrecidos y afianzados en la dieta han de ser aquellos ricos en hierro y zinc, y no ha de añadírsele sal, azúcar ni edulcorantes, para que el bebé se acostumbre al sabor natural de las comidas.
Al igual que se agranda el tamaño del plato con la edad, hay que aumentar también la consistencia del alimento, pasar de las texturas grumosas a las semisólidas lo antes posible, no más tarde de los ocho o nueve meses. Al primer año, el niño ya puede sentarse a la mesa y consumir el mismo menú que el resto de al familia, aunque siempre con cuidado con los frutos secos, la manzana o la zanahoria cruda, por el riesgo de atragantamiento.

Alimentos complementarios a la lactancia

  • Comidas potencialmente alergénicas (huevo, pescado, algunas frutas): no hay evidencia de que ofrecerlos de manera tardía vaya a prevenir el desarrollo de alergias. Al contrario, hay estudios que apuntan que introducirlos desde edades tempranas puede disminuir la posterior aparición de la alergia.
  • Gluten: no hay ninguna manera concreta de introducirlo que parezca disminuir la incidencia de celiaquía. Los pediatras recomiendan comenzar a tomar comidas con gluten entre los 4 y 11 meses, idealmente a los seis junto con el resto de alimentos, y en pequeñas cantidades al inicio.
  • Frutas y verduras: se pueden tomar en cualquiera de las comidas y se puede variar su presentación (triturada, en pequeños trozos...). La única excepción serían las verduras de hoja verde, como las acelgas o las espinacas, que no deben ingerirse en el primer año de vida, ya que puede causar un trastorno sanguíneo llamado metahemoglobinemia, por su alto contenido en nitratos. La fruta entera es mejor que el zumo, por el aporte nutricional y disminuir el riesgo de caries.
  • Cereales: ha de darse preferencia a las harinas integrales, que pueden introducirse en polvos disueltos en leche, añadidos al puré, pan, pasta, quinoa, avena... No obstante, habría que evitar los cereales que contengan miel o azúcares añadidos.
  • Alimentos ricos en proteínas (carnes rojas, pescados, mariscos, pollo, huevos, legumbres...): cada día han de tomarse comidas de este grupo nutricional, de forma variada, y especialmente aquellos ricos en hierro, como la carne roja, yema de huevo o algunos vegetales (guisantes, lentejas, alubias, brócoli, frutos secos).
  • Lácteos: si el bebé hace cuatro tomas al día, no sería necesario ningún producto lácteo más. Desde lo nueve meses se pueden ofrecer yogur natural o queso, y a partir del año, leche de vaca entera.
Y una vez resuelto el cuándo, ¿cómo? Tradicionalmente, el método más usado ha sido la introducción progresiva de las texturas, del puré al sólido. No obstante, han surgido nuevas formas como el baby led-weaning, que no es más que la alimentación complementaria dirigida por el niño, en el que los alimentos se ofrecen en trozos y es el bebé el que los coge con su mano, se los lleva a la boca y decide cuánto come.
La última recomendación de los pediatras es ofrecer primero el pecho y luego el resto de alimentos que complementan la leche. Estos pueden darse en forma de purés, triturados o semisólidos, preferiblemente con cuchara o vasito y evitando los biberones para no entorpecer la lactancia y que solo vaya aprendiendo a utilizar los utensilios para comer.
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