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19 de abril de 2024

San José juega con el Niño Jesús en la 'Sagrada Familia del pajarito', de Murillo

San José juega con el Niño Jesús en la Sagrada Familia del pajarito, de MurilloMuseo Nacional del Prado

Ni el exceso autoritario ni una «mamá bis»: ¿hay salida a la encrucijada de la paternidad?

Con motivo de la celebración del Día del Padre, tres expertos reflexionan sobre los desafíos y posibilidades que se abren ante la paternidad hoy en día

Los antiguos griegos nunca se habrían hecho la pregunta que encabeza este artículo. De hecho, estadísticamente, la mayor parte de la humanidad no la hubiera entendido. Cuestionar a un ceramista en Tebas o a un agricultor en Esparta sobre la «encrucijada de la paternidad» tendría la misma reacción ojiplática que hablarles de TikTok o del metaverso. Hoy, no obstante, se alerta sobre la «crisis de la paternidad» y los talleres que invitan a explorar las «nuevas paternidades» proliferan en ayuntamientos y centros sanitarios.
Con motivo del día del Padre, pues, cabe preguntarse: ¿qué está pasando? Según los últimos datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), en España solo el 30,2 % de los hombres de entre 18 y 30 años no desea hijos. Para el casi 70 % restante que sí, la cuestión no es ya si ser o no padres, sino cómo.
El profesor de Psicología y Trabajo Social en la Universidad Pontificia Comillas Fernando Vidal plantea que nuestra época se caracteriza por una «fuerte crisis ontológica». El también autor de La revolución del padre o El día del padre advierte que dicha crisis «ha impactado especialmente en el ámbito del género, y ha producido una incertidumbre y una encrucijada en relación a la paternidad: hoy necesitamos reflexionar sobre qué es ser padre –y madre–, algo que antes dábamos por supuesto».
El sociólogo Fernando Vidal

El sociólogo Fernando VidalUniversidad Pontificia Comillas

Autoridad y naturaleza

Otra perspectiva: en el año 2014, el psicoanalista italiano Massimo Recalcati publicaba El complejo de Telémaco, un agudo análisis donde constataba que «la autoridad simbólica del padre ha llegado irremisiblemente a su ocaso», así como una «inédita y acuciante demanda del padre». Lo ilustraba con la metáfora de Telémaco, el hijo de Ulises, asomado al balcón y mirando al mar esperando a que su padre regrese de Troya.
Para Recalcati, la imagen del padre autoritario de épocas pretéritas ha sido sustituida por otro extremo no menos pernicioso, un padre «reducido a mero compañero de juego de sus hijos» y, por tanto, ausente como figura de referencia. «Los padres se han convertido en cuidadores ñoños de sus hijos», resumía en otras palabras el catedrático de la Universidad Abat Oliba CEU Jorge Martínez, en una entrevista reciente con El Debate.
Esta tensión entre extremos conforma solamente uno de los dos ejes de la encrucijada planteada al inicio. El otro –aunque relacionado– sería la cuestión abierta por Vidal: ¿qué es ser hombre y qué ser mujer? Para Carmen Sánchez Maíllo, secretaria académica del Instituto CEU de Estudios de la Familia, cabe fijarse aquí en «la influencia de la ideología de género, que niega que haya hombre y mujer naturales; hoy en día se está negando que se necesiten esas dos figuras».
«Si uno no puede responder qué es un varón, tampoco puede responder qué es ser padre», señala María Calvo, autora de Paternidad robada o La mujer femenina. Para la también profesora de Derecho Administrativo en la Universidad Carlos III de Madrid, «hoy en día el padre figura, incluso por ley, como algo perturbador, perjudicial y prescindible». En concreto, se refiere a normas como la ley de reproducción asistida, la ley del aborto, la ley de protección de la infancia o incluso el permiso de paternidad, donde, dice, no se habla de padre sino de «progenitor distinto de la madre biológica».

Mirar el pasado con «compasión» y «agradecimiento»

En busca de salidas para la encrucijada, una de las propuestas de los expertos consultados es volver a mirar el pasado, pero cambiando la mirada. «Tenemos un poco de amnesia colectiva», lamenta Calvo, que llama a recuperar el respeto y el agradecimiento por las generaciones pasadas, así como a ubicarlas en su contexto histórico. «Yo no veo un privilegio estar fuera de casa ocho o doce horas, dejándote la vida para poder sacar adelante a tu familia», reflexiona.
Algo parecido plantea Vidal: «Efectivamente había una gran asimetría, muy capitalista, entre ellos fuera de casa y ellas dentro, pero son padres que se han deslomado por nosotros, han ido a la guerra y al fondo de las minas… Es injusto no ser capaz de leer ahí el profundo acto de amor paternal por sus hijos». El doctor en Sociología pide también «una mirada compasiva de la historia, porque sin mirar así no somos capaces de comprender a la humanidad».
En su libro La revolución del padre, Vidal destaca, además, que la imagen del padre productivo, frío y ausente que suele invocarse no tiene un recorrido histórico especialmente largo, sino que tiene su origen hacia 1830, con la Revolución Industrial. El autor destaca que antes la gente trabajaba en campos próximos a su casa o en un taller en propio hogar, pero el advenimiento de la sociedad capitalista llevó a los hombres a las fábricas, maquinizando también lo que significaba ser hombre –producir– y mujer –procrear y atender el hogar y a los hijos–, «cuando antes los roles eran más intercambiables».
'The Farewell of Hector to Andromaque and Astyanax', de Karl Friedrich Deckler

'The Farewell of Hector to Andromaque and Astyanax', de Karl Friedrich Deckler

La singularidad del hombre

Otra respuesta pasa por re-descubrir la masculinidad. Para Calvo, «se ha impuesto un mantra social en el que tiene que encajar el hombre para tener valor social, y ese marco es un marco femenino». La también autora de Iguales pero diferentes critica que se quiera hacer del padre «una mamá bis» y defiende la necesidad de la alteridad sexual. Coincide Sánchez Maíllo: «Los hijos necesitan los dos modos de mirar el mundo, el del padre y el de la madre; son irremplazables y complementarios para su sano crecimiento psicológico y la formación de su personalidad», explica la profesora de la Universidad CEU San Pablo.
Calvo puntualiza que no rechaza que los hombres asuman aprendizajes tradicionalmente asociados a lo femenino, como la expresión de las emociones, la comunicación con los hijos o permitirse llorar, pero critica que sea a costa de dejar atrás lo típicamente masculino. «Desde el 68 hasta ahora, los padres han ganado en afectividad y sensibilidad, pero no pueden dejar por el camino la autoridad o los límites, porque los hijos lo necesitan: la falta de límites les condena a ser esclavos de sus apetencias e impulsos».
Por su parte, Vidal celebra a los padres que ejercen su rol «con corazón de ternura», citando la carta apostólica Patris Corde del Papa Francisco, y asegura que la distinción entre padre y madre no está en funciones concretas, sino en el modo de llevarlas a cabo. «Desde su biología, el varón está más inclinado al riesgo y la aventura», señala, y reflexiona que aquello singular de la paternidad es, en esta línea, abrir horizontes al hijo más allá de la «fusión» con el padre y la madre. De ahí, dice, que la autoridad del padre «no es la de quien regula un sistema, sino la de quien llama desde fuera y lleva hacia afuera».
Estatua de Confucio, a quien Fernando Vidal identifica como modelo de paternidad

Estatua de Confucio, a quien Fernando Vidal identifica como modelo de paternidadUnsplash

Salir de la encrucijada: héroes y santos

En su libro El día del padre, por ejemplo, Vidal proponía a cuatro figuras históricas y míticas como padres de la paternidad –Abraham, Akenatón, Dédalo y Confucio–, y tanto él como Calvo destacan la figura de san José. «Es una paternidad equilibradísima: adopta a Jesús, saca adelante a su familia sin reclamaciones, lleva a cabo acciones tremendamente heroicas, como salvar a María –que llevaba un hijo que no era suyo– de una ley injusta… ¡más feminista no podía ser!», ironiza Calvo.
«Los modelos de paternidad de la civilización occidental, los héroes griegos y los santos cristianos, eran magníficos: una mezcla muy equilibrada de ternura y fortaleza, de emotividad y valentía», añade. La autora también celebra el legado clásico. Un ejemplo: Héctor, que antes de partir a luchar por su patria se acerca a su mujer, cargado de hierro, amenazante… y entonces se quita el yelmo para abrazar tiernamente a su hijo. Un detalle que demuestra que los antiguos griegos no habrían entendido que la paternidad estuviese en una encrucijada, pero que, tal vez, tampoco necesitaban entender nada más.
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