Descubrir el mundo es agotador. La hora de la siesta ayuda a los niños a reponerse del cansancio de jugar, aprender y correr, pero según un estudio de la Universidad de Arizona, el descanso entre horas ayuda a mejorar el almacenamiento de la memoria a corto plazo en los niños entre el primer y el tercer año de vida.
El equipo de investigadores analizaron la conducta de 48 bebés de 15 meses y sus expresiones faciales al responder a frases que habían oído con anterioridad. Los que se echaron una siesta entre las cuatro y ocho horas posteriores a las escuchas mostraron una mejor capacidad para hallar patrones entre las oraciones, evidencia del aprendizaje abstracto, algo que los que no durmieron no pudieron hacer.
Les enseñaron a los niños alguna palabra nueva, como parpadear o llorar y al día siguiente les mostraron vídeos en los que aparecían actores que personaban estos verbos y se les pidió identificar cuál era cada uno. Los niños que habían dormido una siesta en la hora siguiente a haber aprendido qué significaban estos términos despeñaron mejor estar última prueba que los que no habían tenido una siesta.
«Si no duermen dentro de las cuatro u ocho horas, probablemente pierdan lo que han aprendido», afirmó la investigadora principal del estudio, Michelle Sandoval. Sus hallazgos se publicaron en la revista Child Development, y sugieren que los padres deberían considerar una rutina de siestas regulares para niños en edad preescolar.
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