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25 de abril de 2024

Carmen Duerto

Lomana insulta a Preysler y rectifica ante el temor de una querella

Carmen Lomana ha vertido unas acusaciones graves contra Isabel Preysler que podrían tener consecuencias jurídicas. El periodismo es una profesión diferente a la moda de contratar famosos para comentar noticias sociales

Actualizada 11:28

Pongamos que hablo de Carmen Lomana, Mar Flores o Esther Doña. Unos fenómenos creados por nosotros mismos, por la prensa, que han dado el salto al celebritismo y ahora trabajan en televisión, prensa y radio comentando lo que otros, «famosos» como ellas, hacen. La pregunta es; por qué han dado el salto sin red de su profesión como posantes de photocall a ocupar el sitio de un periodista en las tertulias de crónica social. Ellas fueron creadas a imagen y semejanza de una crónica social. Eran el salseo de las crónicas mundanas, su asistencia a eventos y la ropa que vestían, el resto carecía de interés porque no había más que contar, si acaso un «yo de mi vida no hablo» o «todo muy bien, gracias».
A una se la creó por haber aspirado toda su vida al puesto que ocupa Isabel Preysler en la constelación astrológica. Otra por haberse casado o ennoviado con señores que la trataban mejor o peor, mientras desfilaba por pasarelas de moda y la otra, por haber estado casada un ratito con un aristócrata, al que por cierto lanzó a la fama Isabel Preysler, siempre Isabel. Y por haber sido desprometida por WhatsApp de forma fulminante por un juez de la Audiencia Nacional, en un noviazgo de nueve meses sorteando líneas rojas como si fuera el Paris-Dakar.
El resultado de esas proezas se ha visto compensado con un trabajo en medios de comunicación, para comentar lo que otros hacen, que era lo mismo que ellas hacían cuando fueron creadas. Por supuesto que ellas no tienen la culpa de aprovecharse de las oportunidades que les hemos puesto en bandeja.
Y dado que nuestra profesión la puede ejercer todo el mundo y que han aprendido rápidamente lo de las fuentes y los entornos cercanos, por donde emanan las informaciones que se inventan, te encuentras con situaciones desconcertantes como la ocurrida hace poco, cuando una de ellas, envalentonada, teñida de rubio y muy operada, porque es algo común a todas, se lanzó sin red a un ataque sin piedad, y sin mirarse al espejo. Subió la ira por su laringe hasta salir expulsada por su boca, reconstruida por un estético, y se permitió ofender a las personas mayores que aún sienten pasión, e incluso amor y que viven en los geriátricos. Y a las madres coraje que dan todo por sus hijos, e incluso los consejos que ella no debió recibir de la suya para actuar con ese ensañamiento. Y todo para criticar a Isabel Preysler que desde que se ha separado de Mario Vargas Llosa, no ha dicho esta boca es mía y sólo ha pedido que no se cree una guerra donde no la hay. Y lo peor de todo es que, incluso se dirigía a los periodistas para recriminarles que ellos no dijeran lo que estaban pensando porque estaba convencida que coincidían en pensamiento, mis compañeros posiblemente recordaban las clases de derecho que nos daban en la facultad sobre el derecho al honor que todos tenemos.
En la facultad de periodismo, por la que ninguna de esas tres gracias ha pasado, siempre nos decían que existe el derecho al honor, que un rumor no es noticia, que hay que contrastar la información por varias fuentes (no las de agua de tu casa) y que hay distintos géneros periodísticos, que no confundiéramos opinión con información. Puede que Preysler no te haya invitado nunca a merendar a su casa, puede que no hayas hablado jamás con un premio Nobel o que te haya dado una rabia inmensa no haber podido vivir de la nada toda la vida, pero no te olvides que desde que la prensa te hizo de profesión celebrity, vives de lo mismo. Y encima tiene la suerte que Isabel no la demandará e incluso, como la propia Preysler nos afirma, no entrará en comentar «es tan ridículo y tan estúpido todo que no merece la pena contestar».
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