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20 de abril de 2024

General Haig

El general Haig

Picotazos de historia

Perder a un familiar en combate era un requisito para entrar en la Secretaría Militar inglesa

Este departamento llegó a tener un máximo de 22 oficiales trabajando en él y para ser aceptado se requerían unas condiciones particulares

Durante la Primera Guerra Mundial la Fuerza Expedicionaria Británica, el ejército británico en Europa, pasó de 240.000 soldados a más de dos millones y se calcula que desfilaron por sus filas más de cinco millones y medio. El general Haig, que comandó esta unidad durante la mayor parte de la guerra, tenía a su alrededor un notorio grupo de sicofantes a quienes se responsabiliza de la desinformación del Comandante en Jefe sobre los verdaderos resultados de los sangrientos combates y las condiciones en las que se desarrollaron.
Dentro del organigrama de mando, del ejercito británico en Europa, existía una pequeña oficina denominada Secretaría Militar que dependía directamente del Comandante en Jefe. Apenas se tiene información sobre sus actividades ya que sus archivos desaparecieron debido a un pepinazo alemán durante la Segunda Guerra Mundial. Este departamento llegó a tener un máximo de 22 oficiales trabajando en él y para ser aceptado se requerían unas condiciones particulares. Todos debían haber estado más de un año en primera línea y haber sido condecorado, al menos, dos veces. Todos ellos debían haber perdido un familiar directo en combate o a consecuencia de ello. Se consideraba una bonificación para ser elegido el portador de título o hijo de título del Reino, o tener una gran fortuna propia o familiar.
 Hoy pondríamos el grito en el cielo por unos requisitos que nos parecerían clasistas y anacrónicos pero que tenían una lógica: la Secretaría Militar era el departamento más susceptible de sufrir presiones, internas y externas, en las funciones que desarrollaba. Y ese es el verdadero meollo del asunto ya que se encargaban del nombramiento, promoción y relevo de los oficiales, desde los comandantes de batallón para arriba.
Ninguno de ellos, que habían vivido el horror de las trincheras, perdido familiares y amigos y con independencia económica y posición social, permitiría que un inepto, con buenas conexiones o fortuna, ejerciera un mando que se traduciría en muertos y mutilados.
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