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25 de abril de 2024

Retrato ecuestre del marqués de Leganés por Gaspar de Crayer (1627-28), Museo de Historia del Arte de Viena

Retrato ecuestre del marqués de Leganés por Gaspar de Crayer (1627-28), Museo de Historia del Arte de Viena

Picotazos de la historia

La razón por la que explotó el cuerpo del marqués de Leganés después de muerto

Cuando murió Diego Mexía de Guzmán, embalsamaron su cuerpo con plomo provocando que al sexto día de su entierro su cuerpo explotase esparciendo sus restos por toda la iglesia

Diego Mexía de Guzmán (1580 – 1655) fue el primer vizconde de Butarque y primer marqués de Leganés. Primo del Conde Duque de Olivares, a quien debía buena parte de su carrera y desde luego su fortuna, no carecía de habilidades administrativas, era de carácter afable y bondadoso y, según nos dejó escrito Barrionuevo en sus celebres Avisos, «si bien no brillante en exceso fue honrado y de afable trato». En uno de los avisos correspondiente al mes de febrero de 1655, dio noticia del fallecimiento del marqués de Leganés. Y con cierta mala uva hace más hincapié en la fortuna acumulada que en los servicios prestados a la corona.
«El lunes 15 de este, en la noche, murió el marqués de Leganés, de edad de 65 años, hijo de la Casa de Loriana, Mesia y Ovando. Fue a Flandes en el año 1600; el de 20 le hicieron capitán de caballos; en el 28 título; en el del 40 le hicieron cubrir ( de Grande de España). Púsose Guzmán sin serlo, por el Conde Duque. Gozaba de gajes 70.000 ducados de plata... Ha dejado 80.000 ducados de renta».
Nos describe al finado como «grande como un buey» y se hizo enterrar en el convento de san Basilio, hoy desaparecido, sito en la calle de Desengaño. Pero dejemos que sea Barrionuevo quien nos relate lo que sucedió.
«Como Leganés era tan grueso, y le enterraron sin embalsamarle en una caja riquísima de terciopelo carmesí, cuajada toda de franjones de oro y clavazón dorada, y dentro de ella para el cuerpo otra de plomo, a los seis días reventó, por haberse hinchado, que pareció haberse hundido la iglesia, atemorizando a los religiosos y a toda la vecindad».
Este era un acontecimiento bastante común en los enterramientos en iglesia y que se sufría con paciencia. Cuando tal cosa pasaba, además de tener que recoger los restos del finado con paleta de las paredes, el pestazo que dejaba hacía más meritorio el asistir a los oficios que dentro se celebraban.

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