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24 de abril de 2024

Fotografía de Charles Darwin en 1875

Fotografía de Charles Darwin en 1875©GTRESONLINE

Picotazos de historia

La napia de Darwin decidió su destino y la evolución de las especies

Tenía 22 años, era licenciado por Cambridge en teología y su futuro parecía que se reduciría a alguna parroquia en las áreas rurales hasta que le propusieron embarcarse en el HMS Beagle

Charles Robert Darwin (1809 - 1882) fue hijo de un médico acomodado de Shrewsbury, en las Middlands (Inglaterra). Desde pequeño mostró una clara falta de interés por los estudios que contrastaba por su afición con la observación de las ciencias naturales. «De lo único que te preocupas es de andar cazando, de los perros y de matar ratas –dicen que se quejaba su padre–. Serás una desgracia para ti y para toda tu familia», le fue profetizado.
Tratando de agradar a su padre inició la carrera de Medicina en la Universidad de Edimburgo, pero el tener que presenciar como se llevaba a cabo una operación, sin anestesia alguna sobre un pequeño de pocos años de edad, a quien habían atado e inmovilizado para poder llevar esto a cabo, fue más de lo que pudo soportar y le dejó un trauma duradero. Tachada la medicina, se interesó por los estudios de leyes –lo segundo más digno después de la carrera de medicina, según su padre– pero su estudio le resultó insoportablemente aburrido. Al final encontraría un cierto acomodo en los estudios de teología, graduándose por la Universidad de Cambridge.
Charles tenía 22 años, era licenciado por Cambridge en teología y su futuro parecía que se reduciría a alguna parroquia en las áreas rurales, en donde ejercería su función de párroco. Es en ese momento que una carta de un condiscípulo y profesor en Cambridge (John Stevens Henslow) abrió una posibilidad apasionante para el joven. En la carta Henslow ofrecía al joven Darwin la posibilidad de participar en la travesía del HMS Beagle, por la costa meridional de América del Sur, con el objetivo de hacer un levantamiento hidrográfico de sus costas. Vamos; comprobar, mejorar y corregir las cartas náuticas existentes de esa parte del mundo.
Charles acompañaría al joven capitán Fitzroy en concepto de naturalista, que recogería muestras de especímenes, los clasificaría, dibujaría, etc. Pero el asunto era un poco más complicado. El viaje duraría años, casi cinco, y el capitán, un joven de veintiséis años de edad, necesitaría alguien con quien poder hablar durante ese tiempo –la tripulación y oficialidad estaban descartados como individuos subordinados– en plano de igualdad. Piensen que el anterior capitán del HMS Beagle, se había volado la tapa de los sesos, precisamente por una depresión originada por la presión y soledad del mando, agravada por el largo periodo de navegación.
Que Darwin estuviera preparado para ser párroco fue un punto a favor. Que le recomendaran dos naturalistas, distinguidos profesores de la universidad de Cambridge, también fue positivo, pero fue la entrevista personal entre Darwin y Fitzroy la que decantó la decisión y daría lugar a una revolución en la ciencia. Pero lo definitivo fue que a Fitzroy le gustó ¡la nariz de Darwin!: «Indica carácter», afirmó. Y así se decidió.
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