
La Villa Americana en 1906
Picotazos de historia
Exiliados en Brasil: la increíble historia de los confederados que nunca regresaron a EE.UU.
Se calcula que unos 20.000 inmigrantes confederados se establecieron en Brasil después de la guerra de Secesión, buscando aferrarse a su modo de vida
El 9 de abril de 1865, en el salón de la casa del señor Wilmer McLean, en la pequeña localidad virginiana de Appomattox Court House, en el condado de Appomattox, el general confederado Robert E. Lee, comandante del Ejército de Virginia del Norte, se rindió al general Ulysses S. Grant, comandante del Ejército del Potomac de la Unión.
La firma de la rendición fue seguida por una ceremonia de entrega de armas por parte del ejército rendido el 12 de abril. Esta rendición y entrega de armas, seguida de la liberación bajo palabra de los integrantes del Ejército confederado, dio lugar a una serie de rendiciones de las diferentes unidades y ejércitos confederados en los distintos estados en los que se combatía. La firma de la rendición en Appomattox significó el fin de la guerra y del Estado confederado.

La rendición del General Lee al General Grant en Appomattox Court House, Virginia, 9 de abril de 1865
Ya antes de estos sucesos era evidente para muchos cuál sería el desenlace de la guerra. No queriendo vivir bajo el gobierno de la Unión, los elementos más enrocados de la sociedad sureña empezaron a buscar un lugar donde poder mantener sus costumbres.
El 27 de diciembre de 1865, el exsenador confederado por el estado de Alabama, William Hutchinson Norris, y su hijo Robert se embarcaron en un viaje de exploración y búsqueda de un nuevo hogar. Su destino era Brasil, país que ya había indicado que acogería favorablemente a estos inmigrantes.
Los Norris estuvieron viajando por el estado de São Paulo durante varios meses, recorriendo su amplio territorio. Mientras atravesaban São Caetano do Sul, Campinas y la actual ciudad de Piracicaba (entonces un poblado), negociaban con las autoridades locales y estatales. Tanto el Gobierno como el propio emperador Pedro II dieron garantías a estos futuros colonos, ya que veían que su conocimiento de técnicas agrícolas avanzadas y su espíritu empresarial podrían ser muy beneficiosos para el desarrollo de la agricultura nacional; tal vez incluso podrían significar una revolución agrícola a nivel nacional. Por ello, se ordenó facilitar y otorgar condiciones ventajosas para la adquisición de tierras en el lugar de su elección.
Los Norris encontraron un sitio que consideraron el más apto para el cultivo de algodón, en una zona atravesada por el arroyo Quilombo, a unos 10 kilómetros de la villa de Santa Bárbara d'Oeste, en la región de Campinas. Su primera adquisición fue relativamente modesta: apenas 15.000 hectáreas.
Al año siguiente, distintos miembros de la familia Norris –parientes, deudos y allegados– comenzaron a llegar junto con otros simpatizantes de la causa confederada. Estos inmigrantes «políticos» no solo traían a sus familias y oro para adquirir tierras, sino que aportaban también las mejores técnicas de explotación intensiva. Herramientas tan simples como el arado mejorado de reja y vertedera, fabricado por John Deere, supusieron una auténtica revelación para los autóctonos. No es de extrañar que la primera empresa que crearon los Norris en Brasil fuera una academia de ingeniería agrícola, la cual tuvo un gran éxito.
Los confederados prosperaron tanto que el Gobierno brasileño, por medio de la compañía de ferrocarriles de São Paulo, construyó una ampliación de la línea férrea hasta la casa principal de la hacienda de Machadinho, eje del desarrollo urbanístico, aunque muy disperso, de la zona controlada por estos nuevos colonos. De esta manera, se facilitaba el transporte y la distribución de las abundantes y ricas cosechas que estaban produciendo.

Sede de la antigua hacienda Machadinho en el actual centro de la ciudad de Americana
La estación fue inaugurada en 1875 por el emperador Pedro II, acompañado por su cuñado, el conde de Eu, esposo de la princesa Isabel, conocida como «la Redentora» por haber firmado el acta de la Ley Dorada, que abolió la esclavitud en Brasil. Ese mismo año, el confederado William Ralston fundó la fábrica de tejidos Carioba, que adquiriría gran importancia en Brasil.
Con el tiempo, las casas que se construyeron alrededor de la estación del ferrocarril generaron el problema de dar nombre a este incipiente núcleo urbano. El problema era mayor de lo que se imaginaba por una razón curiosa: un motivo postal. Con una extensión enorme y una población muy repartida, el servicio de correos enfrentaba dificultades debido a la indefinición de las direcciones, lo que, en un área de medio millón de kilómetros cuadrados, representaba un grave problema para los carteros. A esto se sumaban los perjuicios ocasionados por la demora en la entrega del correo, en una época en la que era la única forma de comunicación.
En el año 1900, el grupo de casas que se había construido alrededor de la estación, junto con las granjas de los descendientes de los confederados, se convirtió en villa y recibió el nombre oficial de Americana.
Hoy, la ciudad ha sido ascendida de categoría. Americana tiene un perímetro urbano de 50.750 kilómetros cuadrados –sí, han leído ustedes bien–, a los que hay que sumar otros 83 000 correspondientes al área rural del municipio. La población total es de casi un cuarto de millón de habitantes.
Se calcula que unos 20.000 inmigrantes confederados se establecieron en Brasil después del conflicto bélico, buscando aferrarse a su modo de vida. La ciudad de Americana, que hace años retiró de su escudo la bandera confederada, recibió en 1972 la visita del gobernador del estado norteamericano de Georgia y futuro presidente de EE. UU., Jimmy Carter.
Se da la curiosa circunstancia de que, en el cementerio estadounidense de Santa Bárbara d'Oeste, donde se hicieron enterrar los primeros confederados que se establecieron en Brasil, descansa un tío abuelo de su esposa, Rosalynn Carter, de soltera Smith.