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19 de abril de 2024

Bob Dole

Bob DoleEFE

Bob Dole (1923-2021)

El inextinguible republicano

Último congresista en haber combatido en la Segunda Guerra Mundial, esta figura del Senado influyó en la política norteamericana desde la presidencia de Nixon hasta la de Clinton 

Icono Bob Dole
22/07/1923Kansas (Estados Unidos)
05/12/2021Kansas (Estados Unidos)

Robert Joseph Dole

Político y escritor

El 14 de abril de 1945, mientras la Segunda Guerra Mundial tocaba a su fin, el joven oficial Bob Dole, de 21 años, alistado en la Décima División de Montaña destinada en el frente italiano, acudió al rescate de un compañero víctima de las balas alemanas. Cuando le arrastraba para ponerle a salvo, fue alcanzado por un potente trozo de metal, que le destrozó el hombro y el brazo derechos así como varias vértebras del cuello y la columna vertebral. Fue llevado a una trinchera, donde permaneció empapado de sangre durante nueve horas antes de poder ser evacuado. 
Del resto de heridas terminó recuperándose, pero su brazo quedó inutilizado para el resto de su vida. Esa es la razón por la que el presidente Richard Nixon –de quien fue un fiel aliado y al que apoyó hasta el final– siempre extendía su mano izquierda cuando se disponía a saludarle. Y para disuadir a los que pretendían estrecharle la mano por la vía clásica, Dole acostumbraba a apretar un bolígrafo con su puño. El otro duro episodio que contribuyó a forjar el carácter del futuro senador fueron las tormentas de polvo que se abatieron sobre el centro de Estados Unidos, con especial ensañamiento en su Kansas natal, a lo largo de los años treinta. 
Estos dos hechos, añadidos se tiene en cuenta sus orígenes humildes –era hijo de un lechero– son esenciales para entender la excepcional capacidad de supervivencia de Dole en un político norteamericano que empezó ocupando un escaño en la Cámara de Representantes de Kansas allá por 1951. Solo permaneció allí durante un año, pues fue elegido fiscal de su condado (Russell), cargo que desempeñó hasta que en 1960 desembarcó en la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Y supuso otra oportunidad para poner a prueba su resistencia, pues su estreno como congresista coincidía con una década de travesía del desierto para el Partido Republicano. 
Dole aprovechó esos años para curtirse en materia legislativa –su capacidad para sacar adelante leyes políticamente complicadas era legendaria– y consolidarse en Kansas. La estrategia fue acertada: en 1968 fue elegido senador. La otra cámara del Capitolio iba a ser su «casa» durante los próximos 27 años. Además, a diferencia de lo acaecido una década antes, llegó a ella en condiciones más favorables: Nixon también llegaba a la Casa Blanca. 
De nuevo diseñó Dole para sí mismo una exitosa estrategia para sí mismo, entendiendo que para medrar le convenía más hacerse útil para su partido y para el presidente que apostar por los destellos mediáticos. De ahí que fuera premiado en 1971, y durante un bienio, con la presidencia del Comité Nacional Republicano, el aparato del partido, aunque no tan poderoso como el de un partido europeo. De lo que se trataba principalmente era de bregar con un caso Watergate que enfangaba irremisiblemente no solo a Nixon, sino también al Grand Old Party. Dole tenía ante sí un alambicado dilema: o el partido o el presidente. Y con habilidad supo combinar ambos factores: pese al avanzado estado del «impeachment» contra Nixon, hizo que las tensiones en el partido no traspasasen el grado de escaramuzas.
Tras la atribulada era Nixon, empezó para Dole la fase más contradictoria de su carrera. Por una parte, se iba convirtiendo en uno de los pilares del Senado; por otra, comenzaba su serie de fallidos intentos para alcanzar la Casa Blanca. El primero fue en 1976, como compañero de candidatura del saliente Gerald Ford; en 1980 no pudo hacer nada contra el «ciclón» Ronald Reagan y en 1988, Bush estaba muy fuerte tras su eficaz vicepresidencia. Hubo que esperar a 1996 para que los republicanos le designasen su aspirante a la Casa Blanca. Entre un Bill Clinton que estaba en la cima de su popularidad –la economía iba como un tiro y el caso Lewinsky aún no había estallado– y su desastrosa campaña, la experiencia acabó en agua de borrajas.
Mucho más deslumbrante fue su trayectoria en el Senado. Su excepcional longevidad como líder republicano en la cámara alta permitió una notable influencia en la política norteamericana de los ochenta y noventa. Su pragmatismo y sus dotes negociadoras permitieron, por ejemplo, preservar en 1983 el sistema de protección social. Este man of all seasons también era realista en materia fiscal, favoreciendo según las circunstancias subidas o bajadas de impuestos. Pero fue en política exterior donde dejó huella: escéptico al principio sobre los tratados de desarme con la Unión Soviética, evolucionó a raíz de una entrevista en Washingtron con Mijail Gorbachov a petición de este último. Su nuevo parecer logró hacer cambiar de opinión a unos senadores republicanos más que reticentes de cara a la ratificación del Tratado de 1988.
De lo contrario se hubiera estropeado el final de la segunda presidencia de Reagan, algo a lo que Dole, pese a las hondas divergencias entre ambos, no estaba dispuesto. Así las cosas, nada de extraño que, 30 años después, fuera el único dirigente republicano de peso presente en la convención que aprobó la candidatura de Donald Trump, al que apoyó más por disciplina que por convicción. 
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