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25 de abril de 2024

Un niño huye de Mariúpol en un autobús que lleva a los desplazados a Zaporiyia

Un niño huye de Mariúpol en un autobús que lleva a los desplazados a ZaporiyiaAFP

Guerra Ucrania-Rusia

La mirada apagada de los evacuados de Mariúpol tras semanas de terror

«No quiero escuchar un bombardeo nunca más », dice Tatiana Dorach, de 34 años que, acompañada de su hijo de seis, solo quiere una noche tranquila y «una cama donde dormir»

Bajaron en Zaporiyia de tres autobuses que los trajeron de Mariúpol, con la mirada apagada de quienes sobrevivieron a semanas de bombardeos rusos.
Muchos de los 79 pasajeros –entre ellos numerosas mujeres–, relatan el infierno que dejaron atrás, a poco de instalarse en el principal centro de acogida de Zaporiyia, una gran tienda de campaña blanca erigida en el estacionamiento de un supermercado.
Como Anastasia, que prefiere no dar su verdadero nombre. Su mirada fija deja traslucir su estado de conmoción.
«Esta evacuación era un show», dice esta mujer de 19 años, al referirse a la abundancia de cámaras rusas que filmaron a los desplazados. «Nos atendieron, pero fue solo ante los medios de comunicación», explica.
El miércoles se propagó el rumor de una salida inminente de Mariúpol, después de días de expectativas frustradas de apertura de corredores humanitarios.
«Mucha gente que vive en los territorios ocupados por Rusia quiere irse, pero se les impide hacerlo», afirmó la viceprimera ministra ucraniana, Irina Vereshchuk, presente en Zaporiyia.
De las decenas de autobuses esperados, solo tres llegaron a destino, dice, indignada. «Nada funcionó. (...) No hay corredor» humanitario, denuncia.

Tanques y francotiradores

En Mariúpol, la cita para partir era a las 14.00 horas. Cuando trataba de acudir, Anastasia recuerda haber escuchado «el disparo de un tanque ruso contra un edificio» y asegura haber visto a «muchos francotiradores» en los techos.
Tras casi dos meses de bombardeos ininterrumpidos, solo 79 personas acudieron a la cita, cuando se estima que aún viven unas 100.000 personas en la ciudad portuaria, según Vereshchuk.
«La gente no sabía si el rumor era verdadero», explica Anastasia. «Ante los periodistas rusos, nos preguntaron quién quería ir a Rusia», cuenta una anciana, otra pasajera. «Nadie alzó la mano. ¡Que se mueran!», continúa.
Uno de los cuatro autobuses de Mariúpol se dirigió sin embargo hacia Rusia, dice Anastasia, sin que se sepa cuántas personas había a bordo.
Para las 79 que llegaron a Zaporiyia, el viaje duró más de 24 horas, cuando normalmente se tarda tres horas en recorrer los 225 kilómetros que separan ambas ciudades.
«Conocíamos el camino, pero no reconocíamos ningún lugar. No sabíamos si íbamos a llegar a algún lugar de Ucrania. En algún momento llegamos a pensar que nos llevaban a Rusia», recuerda. En el interior de los buses, «la gente estaba desesperada».
Evacuees stand under a destroyed bridge as they flee the city of Irpin, northwest of Kyiv, on March 7, 2022. - Ukraine dismissed Moscow's offer to set up humanitarian corridors from several bombarded cities on Monday after it emerged some routes would lead refugees into Russia or Belarus. The Russian proposal of safe passage from Kharkiv, Kyiv, Mariupol and Sumy had come after terrified Ukrainian civilians came under fire in previous ceasefire attempts. (Photo by Dimitar DILKOFF / AFP)

Varias personas son evacuadas pasando por debajo de un puente, el pasado marzo, en MariúpolAFP

Al llegar a Zaporiyia, la angustia fue bajando. Algunos rompieron a llorar. Pero Valentina Grinchuk, una mujer de 73 años con zapatillas y un abrigo negro con agujeros, empezó a abrazar y besar a todas las personas con las que se encontraba.

«Nunca más»

«Desde el primer día [del asedio de Mariúpol], estábamos en el sótano (...). Hacía frío. Rezábamos a Dios. Le pedí que nos protegiera», cuenta Grinchuk, añadiendo que jóvenes soldados rusos «no agresivos» le suministraron regularmente alimentos y agua.
Tanto su departamento como la casa de su hijo fueron destruidos, explica, mientras se acerca a una periodista que desea entrevistarla, le toma la muñeca y la abraza suavemente.
Natalia Koval, de 46 años, cuenta que durante los dos meses en los que estuvieron encerrados, un niño «rubio y con rizos» dijo sus primeras palabras.
«No quiero escuchar un bombardeo nunca más », dice Tatiana Dorach, de 34 años que, acompañada de su hijo de seis, solo quiere una noche tranquila y «una cama donde dormir».
Familias de refugiados huyen del Donbás

Familias de refugiados huyen del DonbásAFP

Anastasia, embarazada, perdió un hijo en noviembre. No ve a su marido, un soldado, desde el 14 de marzo. Tampoco ha podido hablar con él.
En las semanas siguientes, cuando se acusó a los soldados rusos de cometer atrocidades, dijo poco o nada. «Espero que esté vivo», se limita a decir ahora.
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