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25 de abril de 2024

Vladimir Putin en el día del desfile de la victoria en la plaza roja

Vladimir Putin en el día del desfile de la victoria en la plaza rojaEfe

78 días de guerra en Ucrania

Canción de hielo y fuego: ¿hacia dónde tendemos, a una guerra más caliente o a un «Telón de hielo»?

Moscú puede utilizar sus armas cibernéticas para paralizar a Estados Unidos y Europa no solo en las finanzas, si no políticamente

Durante el siglo XX, el atractivo ideológico de la Unión Soviética le valió verdaderos amigos y admiradores en todo el mundo: Cuba y Nicaragua en América; Egipto y Siria en Oriente Medio; Camboya y Vietnam en el Sudeste Asiático; Etiopía y Mozambique en África.
La Rusia actual no tiene ese contenido ideológico e internacionalista del socialismo, solo dispone del componente pragmático: las dependencias energéticas y económicas.
Sin embargo, el actual conflicto ha dotado al Kremlin de un nuevo atractivo: su capacidad de frenar y colapsar la hegemonía estadounidense. Muchos estados, incluyendo la mayoría de las democracias de renta baja y media, como Brasil, India, Indonesia y México se mantienen neutrales y siguen haciendo negocios con Rusia.
A Rusia sin duda le ha fallado el cálculo de que las «dependencias energéticas» obrarían en su beneficio y dividirían a Europa, pero sus exportaciones de gas a Bulgaria, Polonia, Alemania, Austria y otras naciones no ha fragmentado a la OTAN, al contrario, ha iniciado un rápido procesos de desconexión limitando las opciones estratégicas de Moscú.
Pero los acontecimientos son inciertos para todos y el alza de la guerra transforma la pugna entre Rusia y Estados Unidos una Guerra de Hielo por ser más peligrosa que la anterior Guerra Fría.
El tono occidental ha subido: Joe Biden, dice de Putin que es un «genocida» y «crimina de guerra» y que «no puede seguir en el poder». Su secretario de Defensa, Lloyd Austin, ha afirmado que Estados Unidos pretende «debilitar a Rusia».
En Europa, Liz Truss, ministra británica de Exteriores calificaba esta guerra como «nuestra guerra». Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión Europea, tras un gesto de espanto, al visitar Bucha, exclamó: «Atroz. Increíble. Impactante». Pero más allá de palabras y gestos, los hechos fehacientes de apoyo estratégico y armamentístico de la OTAN han escalado notablemente.
Los líderes de ambos lados del conflicto han cruzado líneas rojas que no tiene fácil vuelta atrás. También los líderes rusos han modificado radicalmente su enfoque, pasando de una «operación especial limitada para liberar partes del este de Ucrania» a una «lucha existencial contra la OTAN».
La «Guerra helada» ya quema propiciando la posibilidad de avivar más el fuego en la «guerra caliente». Es más peligroso que Rusia recurra a la ciberguerra porque, a pesar de la asimetría entre Moscú y Washington en las medidas convencionales, las armas digitales de Rusia son hoy más desestabilizadoras y sofisticadas que los misiles nucleares que amenazaban a Occidente en la década de 1980.
Las ciberarmas son capaces de infligir graves daños a los sistemas financieros, las redes eléctricas y otras infraestructuras esenciales. Añadido a la pandemia y al conflicto bélico «un gran apagón» supondría una hecatombe sin precedentes. Añadiría un tercer «jinete del Apocalipsis» junto a la epidemia y la guerra.

Ciberarmas

El uso de ciberarmas es más factible que otras armas de destrucción masiva porque son fáciles de construir y de ocultar, extremadamente difíciles de defender y casi imposibles de disuadir.
Al igual que Estados Unidos y Europa están castigando a Rusia económicamente, Moscú puede utilizar sus armas cibernéticas para paralizar a Estados Unidos y Europa no solo en las finanzas, si no políticamente, apuntando a las próximas elecciones norteamericanas.
De otra parte, el Consejo de Seguridad de la ONU está roto irremediablemente, y sin apenas alternativas realistas de recomponerse, lo mejor que podemos esperar es que los líderes sigan comunicándose de forma respetuosa sobre posibles oportunidades para limitar el daño, cada vez mayor de esta guerra.
Los especialistas de inteligencia buscan a toda costa, si ceder un palmo de terreno, que las medidas de seguridad puedan garantizar que este conflicto no alcance una confrontación directa entre Rusia y la OTAN. Pero elevar las fronteras de la OTAN hasta Finlandia, situando allí la «Cortina de hielo» aumentará la tensión.

La victoria que no llega

De otro lado, si Putin no puede pronto declarar una gran victoria en casa, aumentara la tensión. Incluso, si en el mejor de los casos, Putin pusiese fin a su ofensiva presentando un clamoroso éxito militar en el sur este de Ucrania, difícilmente recobraremos la estabilidad anterior al 24 de febrero de 2022.
Un «Telón de hielo» se ha levantado irremediablemente. Rusia seguirá cargando indefinidamente con sanciones de los aliados y sus lazos comerciales con Europa se han roto para los restos con la Europa pacifista e ilusa, a la que tanto reprochaba Donald Trump.
Pero en estas circunstancias el «hielo» se derrite fácilmente y si el Kremlin sigue poniendo a prueba la determinación de la OTAN con ataque a convoyes de armas, a centros de entrenamiento y a depósitos de almacenamiento aliados en Ucrania o más allá de sus fronteras puede que la intervención de la Alianza se amplifique.
Así mismo, si la OTAN propicia derrotas humillantes a Rusia, ésta podrá llevar a cabo ciberataques limitados contra la infraestructura civiles o intensificar campañas de desinformación y subvertir las próximas elecciones estadounidenses. Incluso, podría cortar el suministro de gas a más países europeos y restringir exportaciones de productos básicos.
El hielo y el fuego tienen el mismo peligro y es que ambos queman.
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