Fundado en 1910

25 de abril de 2024

El pequeño pueblo de Longyearbyen, en Svalbard

El pequeño pueblo de Longyearbyen, en SvalbardAFP

Los Policías del Ártico quieren impedir que el gran Norte se convierta en el lejano Oeste

Entre las infracciones severamente castigadas en este frágil ecosistema figuran molestar a un oso polar o romper la banquisa con un barco

Entre pueblos fantasma y hombres armados rondando en la naturaleza inmensa, Svalbard tiene aires de lejano Oeste. Pero a mil kilómetros del Polo Norte, un grupo de policías vigila para que este territorio no se convierta en un lugar sin ley.
Desde las alturas de Longyearbyen, capital de este archipiélago noruego perdido en medio del Ártico, 12 policías mantienen el orden entre los cerca de 3.000 habitantes venidos de distintas partes.
En motonieve, helicóptero o en barco, en la oscuridad total de la noche polar invernal, así como en los días interminables bañados por el sol de medianoche en verano, estos policías del fin del mundo investigan casos insólitos.
Entre las infracciones severamente castigadas en este frágil ecosistema figuran molestar a un oso polar (1.570 dólares por perturbar un oso) o romper la banquisa con un barco.
«Está claro que la mayoría de los casos son nimiedades», admitió el jefe policial Stein Olav Bredli desde su oficina con vista al fiordo. Se trata de robos, accidentes de motonieve, consumo de estupefacientes, algún caso de conducción en estado de ebriedad...
En una época se decía que la infracción más común en este lugar, donde siempre te quitas los zapatos antes de entrar incluso a un edificio público, era el robo de zapatos, ya sea intencional o después de una copa de más.
En el diario local Svalbardposten, el más septentrional del mundo, como casi todo aquí, la sección de sucesos es más bien pequeña.
«Algunas peleas después del cierre de los bares», indicó el editor Børre Haugli, al ser consultado sobre la criminalidad local.
Sin embargo, la concentración de armas es elevada. El porte de fusil es obligatorio cuando se sale de las comunidades urbanas para no quedar indefenso en caso de encontrarse con un oso.
Desde 1971 se han dado seis accidentes mortales con esos plantígrados en Svalbard.

Asalto sin posibilidades

En el cargo desde 2020, Haugli solo se acuerda de un robo de vehículo. «Probablemente fue gente borracha que después de una fiesta vio un auto con la llave dentro», comentó.
En Svalbard, las puertas de los vehículos y las casas no suelen cerrarse con llave.
Es una cuestión de tradición para tener un refugio disponible en caso de cruzarse con un oso, pero también refleja la confianza indispensable para sobrevivir en un ambiente tan hostil.
En todo caso, ¿dónde esconderse cuando la red de carreteras es de apenas unos 40 kilómetros y el único enlace con el mundo exterior, salvo una larga travesía en barco, es el pequeño aeropuerto en las afueras de Longyearbyen?
Esto no impidió que en 2018, un ruso cometiera el robo más septentrional del mundo. En el único banco del archipiélago, que posteriormente cerró, Maksim Popov consiguió robar unas 70.000 coronas (7.350 dólares) a punta de pistola, antes de ser rápidamente detenido. Fue condenado a un año de prisión en el continente.

Calabozo vacío

Bredli siempre cierra su casa con llave. «Una deformación profesional», admitió sonriendo el policía, originario de las afueras de Oslo.
En un rincón del edificio donde trabaja hay un calabozo que el oficial, llegado en marzo a Svalbard, no había visitado hasta la llegada del equipo de AFP.
Espartana, con solo una cama dura y un retrete detrás de una puerta reforzada, la celda raramente está ocupada.
«Necesitaría un guardia que la vigile permanentemente», explicó Bredli.
Ese es un lujo que su pequeño destacamento no se puede permitir, porque, además de las 130 denuncias que los 12 agentes tramitan cada año, también deben permanecer en guardia las 24 horas del día, siete días de la semana, para operaciones de búsqueda y rescate.
Un barco en problemas, turistas perdidos en la montaña... son ellos los que, con ayuda de dos helicópteros, tienen que ir al rescate.
«Imagínese un naufragio, no es fácil evacuar a mil pasajeros», indicó Bredli.
«Una cosa es llevar a los pasajeros a tierra en condiciones meteorológicas sin duda difíciles. Pero también es necesario mantener la vigilancia para asegurar que ellos estén seguros ante la amenaza de los osos polares», agregó.
Comentarios
tracking