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24 de abril de 2024

José María Ballester Esquivias
José María Ballester Esquivias

Andreas Malm, el «Lenin ecológico» y gurú de la extrema izquierda

El activista sueco legitima la «lucha armada» en materia de cambio climático porque las vías institucionales clásicas ya son «insuficientes»

Actualizada 04:30

El escritor sueco Andreas Malm

El escritor sueco Andreas MalmWikimedia Commons

Como cualquier activista de extrema izquierda de su generación (posmoderna), Andreas Malm (Mölndal, Suecia, 11 de noviembre de 1977) se estrenó en la lucha arremetiendo, como no podía ser menos, contra el «imperialismo norteamericano», posteriormente se deslizó por la pendiente del antisionismo más primitivo –Hamás le suscitaba un fervor especial–, y terminó denunciando la «islamofobia» que, en su opinión, imperaría en el Viejo Continente. Sin embargo, al cabo de un tiempo se dio cuenta de que la repetición sistemática de un argumentario manido y cansino no le llevaría a ninguna parte. Sobre todo, no le garantizaría la tan ansiada notoriedad.
Había, pues, que encontrar un canal propio. Este llegó a través de su tesis doctoral, titulada Capital fósil. En ella sostiene el profesor de la Universidad de Lund que la irrupción de la energía del carbón no se debió a su eficacia como fuente de energía, sino a que «facilitaba mucho el control de la mano de obra». Mientras que la hidroelectricidad –que en aquella época era más barata y lograba mayor eficacia energética– estaba ligada a la proximidad de los ríos, las máquinas de vapor podían instalarse en pueblos y ciudades, donde ya existían infraestructuras educativas y fuerzas policiales. «A largo plazo, esto facilitaba a los capitalistas la explotación de la mano de obra y garantizaba sus beneficios», proseguía. Nada menos.
El segundo pilar de su pensamiento se materializa en el ensayo The progress of this storm, en el que aboga por envolver la lucha contra el cambio climático en la bandera de un marxismo renovado. Para ello, se inspira en Vladimir Illich Ulianov, Lenin, fundador de la Unión Soviética y padre del totalitarismo moderno por su papel pionero en la conceptualización del terror armado como modo de gobierno, la promoción del genocidio de clase y la represión de toda disidencia.
Nada de extraño, así las cosas, que cite reiteradamente a la Revolución de Octubre como un episodio de referencia. Como la toma del Palacio de Invierno es la plasmación perfecta de la violencia política contemporánea, Malm fomenta la adaptación del método a lo que llama la emergencia climática. En resumidas cuentas: al definirse el sistema capitalista por una inercia insoportable, los ecologistas han de ampliar sus medios de actuación, entre los que incluye la lucha armada, que justifica basándose en la praxis histórica de los dos últimos siglos: alega que todas las grandes luchas del pasado –contra la esclavitud, por los derechos de la mujer, por el fin de los imperios coloniales– siempre se han apoyado en flecos radicales y violentos, que han asumido el papel de avanzadilla.
Malm aclara, eso sí, que la violencia que preconiza abiertamente apunta exclusivamente a los bienes «opresores», nunca a las personas. «El sabotaje [a las infraestructuras fósiles] ha de ser siempre preciso», estimó en a la web Exberliner. Podemos respirar tranquilos. Aunque solo por unos instantes: el intelectual sueco incurre en tópicos y generalidades cuando llega el momento de formular propuestas alternativas a las energías fósiles. No pasa de referencias superficiales a la necesidad de fomentar el transporte público o acerca del potencial de las energías renovables. Malm confirma que la extrema izquierda es, ante todo, destructiva.
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