Combustible
Nos acordaremos de ellos: adiós a los únicos motores capaces de hacer 1.700 kilómetros sin repostar
Uno de las marcas más importantes del viejo continente anunció esta semana que en 2024 sus fábricas no producirán ni un sólo coche diésel más
Hace ya más de dos años que la Unión Europea puso fecha de caducidad oficial a los motores de combustión: el 1 de enero de 2035, fecha en la que ningún concesionario ubicado en territorio comunitario podrá vender coches con esta tecnología.
Los motores de combustión fueron injustamente estigmatizados como los responsables del cambio climático y del efecto invernadero, cuando no son más que una parte del problema y cada vez menor, pues los fabricantes han logrado reducir sus emisiones a casi cero en poco más de una década.
Emisiones insignificantes
Entre los motores de combustión los diésel han sido los más duramente penalizados por sus emisiones de NOx (óxido de nitrógeno), una sustancia perjudicial para el ser humano y potencialmente cancerígena.
El dieselgate de 2015 fue el detonante definitivo que marcó el principio del fin de los coches de combustión, pues el lobby ecologista de Bruselas se vio respaldado por un hecho extremadamente grave que justificaba la completa electrificación del mercado europeo de automóviles.
Ya los echamos de menos
Aún hoy, con la fecha de caducidad en negro sobre blanco, la UE se permite el lujo de obligar a los fabricantes a reducir más las emisiones de los motores de combustión con la normativa Euro VII, que se va a traducir en el fin de vida de numerosos coches de segmentos medios y pequeños, pues las marcas no pueden invertir la cantidad de dinero que requiere hacer que estos coches cumplan con esta normativa.
Esta misma semana Jim Rowan, director ejecutivo de Volvo Cars, anunció en rueda de prensa que en 2024 la marca sueca no fabricará ni un solo motor diésel más, y que detiene por completo sus inversiones en los motores de combustión para centrarse en los eléctricos.
Este anuncio supone que una de las grandes marcas dé por cerrado uno de los capítulos automovilísticos más importantes de las últimas décadas: los motores diésel.
El despegue comercial de este tipo de propulsores tuvo lugar en los años 90 de la mano de grupos como Volkswagen o PSA (Peugeot y Citroën), ahora Stellantis, que elevaron a este combustible a unos niveles de rendimiento inimaginables años antes, cuando su utilización se centraba en vehículos industriales.
De la mano de Volkswagen, Mercedes, Peugeot o Citroën se disparó la autonomía de los coches, superando en algunos casos los 1.700 kilómetros sin repostar, con unos consumos medios que bajaban de los 4 litros a los 100 kilómetros.
LArga autonomía en 2016
- Peugeot 308 HDi. Autonomía: 1.709 kilómetros
- Renault Mégane dCi. Autonomía: 1.666 kilómetros
- BMW 216d Active Tourer. Autonomía: 1.605 kilómetros
- Peugeot 208 HDi. Autonomía: 1.470 kilómetros
A la sombra de este combustible nación el fenómeno SUV, coches grandes y pesados y de consumos elevados, que ahora se ven obligados a utilizar motores de gasolina, un completo absurdo que eleva su consumo más allá de la barrera de los 10 litros a los 100 kilómetros.
La realidad es que aún están entre nosotros y ya nos acordamos con nostalgia de aquellos motores diésel pletóricos de par y con unos consumos ridículos.