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18 de abril de 2024

obituario sor marije kaleta

Sor Marije Kaleta (1929-2022)

La monja de los bautizos clandestinos

Administró sacramentos a decenas de fieles durante los duros años del comunismo en Albania

icono sor marije
Nació el 10 de noviembre de 1929 en Nenshat y falleció el 2 de enero de 2022 en Shköder

Sor Marije Kaleta

Monja de la Orden Estigmatina desde muy joven, solo pudo emitir sus votos perpetuos en 1991, en las postrimerías del comunismo albanés.

Casi nadie sabía quien era la monja octogenaria de aspecto frágil que fue presentada al Papa Francisco el 21 de septiembre de 2014 en la Catedral de Tirana ante las cámaras de medio mundo. El Papa la escuchó unos instantes. Estaba conmovido. No era para menos: sor Marije Kaleta, de la Orden de las Estigmatinas, le estaba relatando su extensa labor pastoral de tipo clandestino durante los largos años años de una dictadura comunista que, por boca del sátrapa Enver Hoxha, había decretado el cierre de todos los templos del país, fuera cual fuera la confesión. Sin ir más, lejos algunas iglesias cristianas fueron convertidas en gimnasios. Era una etapa necesaria para que el pequeño país balcánico alcanzas el objetivo político y totalitario declarado, el ateísmo de Estado.
Sor Marije, sin alardes –tanto por seguridad como por discreción–, desafió constantemente la crueldad del régimen administrando sacramentos. Principalmente el del bautizo a personas de a pie que se lo pedían. Tal vez algunos puristas del derecho canónico se escandalicen de esta generalización de los bautizos de emergencia, pero en situación de persecución los requisitos se ablandan. La monja recordaba de modo especial el caso de aquella mujer con una niña en brazos que la paró en plena calle. Quería que acristianase a la pequeña. Replicó que no tenía agua. Pero antes de marcharse, recapacitó, se dirigió a un canal cercano, se quitó su zapato de plástico, lo llenó e inmediatamente infundió a esa niña la gracia que plasmaba su incorporación a la Iglesia. Sor Marije también llevaba la comunión a necesitados y custodiaba, con permiso sacerdotal, un Santísimo Sacramento en su casa.
En su casa y no en el convento porque a finales de los cuarenta el advenimiento del comunismo le obligó a volver al redil familiar, en el que vivió sola una vez que fallecieron sus padres, ayudando mantener la fe a muchos fieles. En secreto, pero sin tapujos. Esta situación de interinidad se prolongó durante décadas hasta que en 1991 pudo emitir, por fin sus votos perpetuos y volver a su convento. Normalizaba así una vocación cimentada durante la infancia por medio de un tío sacerdote. El Papa reconoció por partida doble los méritos excepcionales de sor Marije. En primer lugar evocó su caso durante una homilía años después de su encuentro, destacando que a través de ella la Iglesia demuestra «ser Madre». Una distinción aún más explícito vino en 2017 mediante la concesión de la Medalla «Pro Ecclesia e Pontefice», reservada a todos aquellos laicos o consagrados que hayan sobresalido por sus servicios a la Iglesia.
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