
Álvaro Marino
Álvaro Marino (1940-2025)
Abogado y fundador de las bodegas Muruzábal
Fue el primer presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Navarra que no pertenecía a la Administración Foral

Álvaro Marino Pérez de Rada
Empresario vinícola
Abogado de formación, con experiencia laboral en la industria papelera y en el universo de los ascensores, se metió a finales de la década de los ochenta en el negocio vinícola, en el que permaneció hasta 2013.
Álvaro Marino Pérez de Rada reventó una pequeña estadística en 1997 al convertirse en el primer presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Navarra en ser elegido para el cargo por sus pares: cooperativas, agricultores o bodegas; es decir, primero que no procedía de la Administración Foral. Durante los diez años que permaneció al frente del Consejo Regulador, quien también era el octavo titular del cargo potenció y dio visibilidad a los caldos navarros, dentro de los límites de la Comunidad Foral –impulsando, sin ir más lejos, la creación de una nueva sede en la localidad de Olite– y también fuera. Había tomado el relevo de José Oroz y en 2007 fue sucedido por Pilar García Granero.
Mas Marino no era un bodeguero cualquiera: si este abogado de formación, con experiencia laboral en la industria papelera y en el universo de los ascensores, se metió a finales de la década de los ochenta en el negocio vinícola, fue, entre otras cosas, para asumir un reto de tipo familiar: hacer revivir los viñedos que su familia materna, los Pérez de Rada, cultivaron durante dos siglos en Muruzábal. Allí disponen, desde hace más de 400 años, de una casa palacio, construida, como señala la web La esencia del vino, «a principios del siglo XVII sobre unas edificaciones menores destruidas en la conquista del antiguo Reino de Navarra». Aunque, como precisa a El Debate su hija Fanny Marino, «nunca hemos vivido en el palacio de Muruzábal, solo se utilizaba la parte de abajo como bodega; la parte de arriba nunca se utilizó».
Para los viñedos propiamente dichos, Marino utilizó tierras heredadas, una superficie de 30 hectáreas, para replantar, como precisa Fanny Marino, «con variedades francesas como Chardonnay y Cabaret [tenía predilección por los vinos del país vecino] y otras españolas; siendo el objetivo crear una pequeña bodega». Así nacieron las bodegas Palacio de Muruzábal, cuyo primer embotellamiento propio tuvo lugar en 1991. Lograron hacerse un hueco en el mercado. La experiencia duró algo más de veinte años, cuando las originales bodegas creadas por Marino se vieron obligadas a cerrar, víctimas de la crisis económica.