Fundado en 1910

28 de marzo de 2024

La educación en la encrucijadaeugenio nasarre

Empleo y Formación Profesional: ¿una oportunidad perdida?

Actualizada 10:28

España tiene un 30 % de paro juvenil, la peor cifra de la Unión Europea, con la excepción de Grecia, y el doble de la media de la Unión. Alemania exhibe el mejor dato: un 6,4 %, lo que suscita una envidia sana. Son medio millón de jóvenes españoles (de 16 a 25 años), los que quieren entrar en el mundo laboral y tienen las puertas cerradas. Es un drama social, un despilfarro económico y un fracaso como país. Resolver esta anomalía europea debería ser una prioridad nacional.
Sabemos que esta inaceptable situación tiene como causa principal graves deficiencias en nuestro sistema de formación, que vienen de lejos. La Formación Profesional ha sido durante muchos años la «pariente pobre» de nuestro sistema educativo. No ha gozado de consideración social y las políticas educativas no habían logrado hacerla una alternativa atractiva. Sin embargo, en los últimos años las cosas han empezado a cambiar en la buena dirección. Los estudiantes de Formación Profesional se han casi duplicado en la última década. Este año alcanzaremos la cifra del millón de alumnos entre los tres niveles (Formación Profesional básica, media y superior). La gran descompensación de la FP con el Bachillerato ha disminuido muy notablemente.
También hemos aprendido que el mejor modelo para acercar la Formación Profesional al empleo es la «formación dual», que alterna formación y trabajo en un itinerario formativo complementario, y cuyo modelo es Alemania con tan excelentes resultados. En realidad, es el redescubrimiento del «aprendiz», o, si se prefiere, una modernización de esa tradicional figura, que había sido relegada casi al olvido.
Tras algunos balbuceos, la formación dual recibió un primer impulso en el gobierno Rajoy (Decreto de diciembre de 2012), pero todavía está en mantillas. Apenas llegan al 5 % los estudiantes que realizan su Formación Profesional en alternancia. Es un modelo complejo, que necesita una muy activa participación de las empresas, sujetos indispensables para su éxito.
El nuevo proyecto de ley de Formación Profesional, que ahora debate el Parlamento, apuesta decididamente por la formación dual. Y eso es una buena noticia. El proyecto distingue dos modalidades de aplicación del modelo. La primera es una formación dual light, que el proyecto llama «general». El tiempo formativo en la empresa está fijado en el 25 % del total del programa formativo. Es un tiempo muy escaso para que el alumno se integre realmente en las tareas de la empresa. Algo servirá, pero su alcance será muy limitado. La segunda modalidad es la que la ley llama de «régimen intensivo». En éste la formación en la empresa alcanza cotas muy superiores. Es la verdadera formación en alternancia, en la que la figura del «aprendiz» adquiere realidad plena. Es el modelo idóneo, por el que hay que apostar con determinación.
La ley establece que la participación del «estudiante-aprendiz» en la empresa tendrá carácter laboral y requerirá un contrato de formación. Y aquí entra en escena la reforma laboral, aprobada por el gobierno en el Real Decreto Ley (RDL) de fin de año. Efectivamente, el RDL regula el contrato de formación, pero en tales términos que resultan disuasorios para que muchas empresas se incorporen a esta esencial tarea formativa. Fija como suelo del contrato el salario mínimo interprofesional. Esta exigencia no existe en otros países que practican este modelo. En algunos sectores productivos las condiciones del «contrato de formación», en los términos del RDL, lo harán prácticamente inviable. Y eso es lo peor que nos podría pasar.
Ciertamente, el estudiante-aprendiz debe tener una remuneración por la labor que realiza en la empresa. Porque en lo que consiste este modelo de formación es en aprender iniciándose en las tareas de su profesión u oficio. Mas aprender es lo substantivo, es el principal beneficio del estudiante-aprendiz en esta su primera inserción en la empresa. Esto es lo realmente importante.
Que este modelo funcione y tenga éxito es una auténtica necesidad nacional. Deberíamos ser máximamente ambiciosos. Resulta imperioso acabar con la endémica bolsa de paro juvenil. Nuestra sociedad necesita la incorporación de centenares de miles de jóvenes al mundo del trabajo y acabar con esta brecha inaceptable, que nos separa de Europa. Para ello es imprescindible que las empresas tengan alicientes, porque les corresponde a ellas ser las protagonistas de este salto formativo. Sin un serio plan de ayudas (fiscales y de otros tipos) y sin unas condiciones realistas, hay graves riesgos de que esta gran oportunidad se quede en agua de borrajas. El realismo y la ambición no tienen por qué chocar. Pero hay que tener claro cuál es la prioridad en favor de los jóvenes y de la sociedad española.
  • Eugenio Nasarre es ex Secretario General de Educación y Formación Profesional 
Comentarios

Últimas opiniones

tracking